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Ismael Vázaquez, entre cabras y oleajes / Al Sur con Montalvo

Ismael Vázaquez, entre cabras y oleajes / Al Sur con Montalvo
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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, 

Las cabras producen leche saludable, mueren con dignidad sin escándalos, su aroma es grato; saben ofrendarse. De los borregos se hace barbacoa, su olor es fuerte y graso; mueren balando sabiendo que las llevan al matadero. Lo escribo parafraseando a Ismael Vázquez, el poeta de “PASTOREAR ES ATAJAR EL OCÉANO”, editado por Lengua de Colibrí, haciéndolo merecedor al premio La TerrestreRaíz de las Palabras 2022.

Más allá de presentar el libro de Ismael, Rosy Vázquez lo interpreta, lo percibe en su esencia, lo nombra y califica: “con este libro de poemas en verso libre se erige como artesano de la palabra”, y lo cita: “El hato es un mar de ovejas, lo arrea el amanecer desde la barca del silbido, se pliega como falda y comprime como párpado, se rebela como una mancha de aceite. Yo balo una larga canción de nombres y de ausencias que se mecen en el mar”.

El público de la 12ª. Feria Internacional de la UNACH 2025, se deja cautivar con el autor y su intérprete; la mayoría son jóvenes y quizá, entre ellos, surjan lectores ávidos y escritores sensibles como Ismael.  

Rosy agrega: “El pastoreo, campo semántico del que parte el libro, remite al lector a su concepción esencial: el traslado, cuidado, guía de las ovejas hacia su objetivo de existencia, hecho que no podría suceder sin la figura del pastor como viento oportuno que se sabe formador y aprendiz en el acto del lenguaje. El pastoreo, también puede ser una acción política de quien guía, profesa y acude al llamado de la comunidad perdida; así también el regreso a casa, a la familia, a lo elemental del canto vuelto carne. ¿Es el pastor un relator de los sueños, de la realidad, del ingenio?”, la pregunta flota en el ambiente del Campus VIII de la UNACH.

Ella misma lo responde: “No es coincidencia que el libro abra con un epígrafe de Fernando Pessoa, proveniente del libro El guardador de rebaños, que esencialmente se erige a través de la observación y la contemplación de la realidad, dictando en cada poema una premisa vital, lo mismo en que apuesta Pastorear es atajar el océano, que muestra el mundo a través de su experiencia entre el hallazgo y la faena”.

Los jóvenes se preguntan ¿quién será ese Pessoa? La curiosidad queda clavada para quienes de inmediato lo googlean, mientras Rosy les dice: “Octavio Paz postula que la poesía es el arte de ver a través de las palabras la otra cara de la realidad, pero, ¿de qué realidad se habla cuando, en palabras de Ismael Vázquez, ¿pastorear es abrir los brazos para que no huya el oleaje”?, una interrogante más en el aire sacude la atención del público mucho más que cuando Ismael Vázquez les pide que se aplaudan a sí mismos y el auditorio estalla en un estruendo como tormenta marina.

Entonces, la amiga del poeta, la escritora y Máster en Estudios Culturales, explica: “La presencia de las figuras retóricas son el eje fundamental de esta obra. Hay un juego de lo opuesto, como antítesis que genera el misterio para entender la relación pastoreo-océano, pero, esta provocación es juego que no necesita explicarse por la razón, sino sentirse desde la imaginación, ese inacabado puente, uno de tantos, que lleva a la poesía”.

El público parece preguntarse por qué ese titulo para este poemario. Ismael, a sus 58 años parece escrutar respuestas en la mirada atenta de los jóvenes y en su propio recuerdo del por qué las cabras y los borregos se convirtieron en lago tan significativo en su vida. Es posible que en ese momento evoque aquellos días de infancia cuando la leche de cabra alivió su enfermedad.

La respuesta nos la entrega Rosy: “El título resuelve sin atajos la propuesta simbólica de la obra: las ovejas como espuma, el pastor en la marea, las nubes andariegas en el vaivén del agua. Metonimia atrevida, como el lenguaje mismo. Ismael desmenuza la idea plástica-estética del campo: entre ovejas, silbidos, olas, cabras, la luna, los corrales, narra el andar del campo y sus vicisitudes, que es el oficio de la vida: arar, cuidar, sembrar, atestiguar la iracunda tormenta y seguir para ver clarear y cosechar la palabra”.

El libro de sólo 35 páginas es suficiente para comprender el cosmos de Ismael; después de su estancia en la CDMX decide internarse en los paisajes bucólicos de Yalixhao Allende en Trinitaria donde nació. En este contexto, Rosy comenta, “La brisa de este poemario deja respirar un aire que intersecta tanto la mitología griega como algunos ideales del cristianismo, siendo de lejos un adoctrinamiento, por el contrario, mezcla a través de lo simbólico las culturas que le trastocan al contemplar la tierra, las nubes, el mar, pero también el aterrizaje lírico de las cosas cotidianas como el nacer, el morir, el parir, el aparear”.Porque como dice Ismael: “Las cabras en celo son manecillas que en el reloj las monta el tiempo”.

Rosy Vázquez regresa a las preguntas, ahora en la voz de la filósofa Mariana Bernárdez quien cuestiona si ¿quizá toda poesía sea un albor o una arboleda cuya corola entona las cuerdas del viento?; y ella misma se responde: “pienso que tal planteamiento va de la mano con el acto fundamental de este libro: la observación y la capacidad de pensarse a sí mismo a través del lenguaje. Observar la poesía o que ella te observe y elija, implica extender los sentidos a disposición del mundo, y que ésta a través del ensamble lingüístico se funda en la espuma que lleva al rebaño. Y es que el poeta crea su propio universo de palabras donde se postula su preocupación: la del hombre y su origen, la de su nacimiento a la muerte y su búsqueda de ser. 

Nadie parece respirar mientras Rosy habla e Ismael la escucha atento. Volvemos a lo fundamental. El poemario es reiterativo, como quien pastorea y no pierde su cauce: llegar al encuentro con la carne hecha poesía. Así como maestro del andar, Ismael Vázquez dicta enseñanza a través de la contemplación. Es así un caminante que en su alumbramiento de proyección marina nos regresa a la tierra, tal como la poesía nos devuelve a lo esencial. ¿Qué hay, entonces de salino en las hebras de las nubes que forman el mar sobre el andar de las ovejas?

Esta última pregunta, Rosy la deja en el aire sin respuesta. Después de leer y disfrutar el libro, cada quien tendrá su propia respuesta y sabrá que el autor escribió como una profunda cuestión de amor.

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