Juan Carlos Cal y Mayor
El año nuevo comenzó con muy malas noticias para Occidente. En Berlín, miles de migrantes musulmanes, ahora ya radicados en Alemania, realizaron una serie de disturbios que derivaron en la detención de unos 300 manifestantes, así como en un ataque que resultó en dos personas fallecidas. En Ámsterdam se presentaron manifestaciones en apoyo a Palestina. En ambos casos, se recomendó a la comunidad judía abstenerse de salir a las calles para evitar agresiones. El antisemitismo que tanto daño causó durante el régimen nazi y que fue catalogado como genocidio está tomando forma de nuevo. Se hacen de la vista gorda ante el ataque masivo (700 misiles) que lanzó Hamás sobre Israel, el cual hubiera sido una tragedia si no contaran con un sistema de protección antimisiles como la “Cúpula de Hierro”.
Atentados
Lo más grave sucedió en Estados Unidos, donde un vehículo tripulado por un fanático de ISIS (Estado Islámico, una organización terrorista yihadista de carácter extremista) arrolló con su vehículo a un sinnúmero de personas, de las cuales 15 resultaron muertas y decenas quedaron heridas. En Nueva York, miles de personas, la gran mayoría de origen musulmán, se manifestaron en las calles en apoyo a Palestina, mientras sucedía un tiroteo en el centro nocturno Amazura, en el barrio de Queens, que provocó más de una decena de muertos. También, el mismo primero de enero, una persona hizo estallar una Cybertruck (el vehículo blindado de la empresa Tesla de Elon Musk) justo enfrente de la Torre Trump en Las Vegas. En otras ciudades de Europa como Reino Unido, Italia, Irlanda, Francia, Sudáfrica y Suiza, los migrantes, ahora europeos, celebraron el ataque del grupo terrorista Hamás sobre Tel Aviv.
Invasión
Millones de migrantes a los que Europa y los Estados Unidos acogieron en los últimos años bajo un supuesto humanismo ahora se han convertido en los principales enemigos de sus gobiernos. Pero no solo eso: se han constituido en guetos dentro de las principales ciudades, en los que los ciudadanos nativos y originarios de los países que los han acogido son insultados, maltratados y literalmente expulsados. Hoy Europa vive bajo asedio, y existen campañas mediáticas que califican como “ultraderechistas” a todos aquellos que se oponen a una invasión cultural que está destruyendo su identidad, atentando contra sus creencias, usos, costumbres y tradiciones.
Crisis demográfica
A ello hay que sumar la crisis demográfica derivada de las tasas de fertilidad que están por debajo del nivel de reemplazo (aproximadamente 2 o 1 hijos por mujer). Se está presentando el envejecimiento poblacional dada la proporción de personas mayores en la población total, que está creciendo debido a una mayor esperanza de vida y a las tasas de natalidad históricamente bajas.
Por eso no debe sorprendernos la postura de Donald Trump respecto a la migración. Si bien es cierto que los Estados Unidos son un país de migrantes, esa migración, principalmente europea y protestante de hace dos siglos, tenía valores muy distintos a los de otras naciones que ahora expulsan a millones de personas producto del fracaso económico de sus políticas públicas y gobiernos antidemocráticos. Todos quieren vivir el sueño americano y la prosperidad de los países europeos, solo que, en vez de adaptarse a su modo de vida, pretenden ahora imponer los suyos.
Aunque duela
Aunque nos duela, tenemos que aceptar que esos países a los que tanto criticamos, pero a donde todos se quieren ir a vivir, están en su derecho. Si bien es cierto que la migración es un fenómeno histórico, también lo es que existen leyes migratorias que deben ser respetadas y que ellos han abusado de ellas. Así es que ya va siendo hora de que aceptemos esa realidad. No está de más decir que todos esos países tienen economías de mercado, mientras que en los países en desarrollo el estatismo ha representado un retroceso. Votamos por gobiernos que dilapidan los recursos en programas sociales sin que ello se vea necesariamente reflejado en mejores niveles de vida. Votamos por gobiernos que acaparan actividades económicas por un nacionalismo mal entendido y que terminan encareciéndonos la vida. Votamos por promesas y no por resultados, y las consecuencias están a la vista.
Los empresarios
En México y Latinoamérica, los empresarios son vistos como explotadores del pueblo, mientras que en Estados Unidos personajes como Elon Musk, Bill Gates, Steve Jobs o Jeff Bezos son ejemplos a seguir. Ninguno de todos los antes mencionados es multimillonario por ser heredero de fortunas ni han hecho sus fortunas al amparo del poder. Por el contrario, su éxito es fruto de su talento, su disciplina, su dedicación, su esfuerzo y sus méritos. Visto así, el empresario es un triple benefactor social. Paga impuestos con los cuales se sostienen el gobierno, las universidades públicas, los servicios de salud, la infraestructura y los programas sociales. Genera empleos verdaderos y, entre más éxito tiene, más empleos genera. Finalmente, en un sistema de competencia y libre mercado, pone a disposición del pueblo mejores productos, a mejores precios y en su propio beneficio.
Urge desparasitarnos
El día que desterremos la idea parasitaria de vivir del famoso estado del bienestar y creemos condiciones para que cualquier persona pueda ascender económicamente con base en su propio esfuerzo, seremos un país distinto. Pretender acabar con la desigualdad, lo cual es connatural a los seres humanos, solo nos ha hecho cada vez más iguales en la pobreza. Si bien es cierto que el capitalismo genera acumulación de capitales en unas cuantas manos, también crea una clase media mayoritaria y poderosa que vive mucho mejor que en el resto del mundo. La evidencia empírica no miente y sobran ejemplos. Entre más libertades económicas, mayor desarrollo; entre más Estado, más pobreza, misma que, por cierto, solo afecta a las mayorías, mientras que las élites del poder gozan de riquezas y se e