1. Home
  2. Columnas
  3. Informe presidencial, lo que no ocurrió, pero podría haber pasado / Sarcasmo y café

Informe presidencial, lo que no ocurrió, pero podría haber pasado / Sarcasmo y café

Informe presidencial, lo que no ocurrió, pero podría haber pasado / Sarcasmo y café
0

Corina Gutiérrez Wood

Se recomienda discreción y sentido del humor porque si al leer esto dudas entre reír o llorar, probablemente entendiste bien el punto.

Ah, el informe de gobierno: ese glorioso ritual donde los aplausos duran más que los logros y las cifras se inflan más que los precios en la tiendita de la esquina. Este año, la tía de todos ustedes, flamante presidenta, ex jefa de gobierno y actual heredera oficial del bastón de mando mágico, presentó su informe con todo el entusiasmo de quien ya se sabe ganadora en su propio PowerPoint.

 Fue un desfile de datos positivos, promesas cumplidas y discursos perfectamente diseñados para aplaudirse a sí mismos, todo adornado con una producción tan pulida que uno pensaría que lo dirigió Guillermo del Toro (pero sin monstruos, porque esos ya están en el Senado).

En cuanto al look presidencial, fue una combinación curiosa entre tía abuela que da misa en comunidad, directora de secundaria pública con doctorado en Física y personaje principal de un manual de buenas costumbres de 1954.

El conjunto, de tonos sobrios y telas recatadas, parecía sacado directamente de un colegio de monjas, estrictas, claro, no las que cantan, proyectando una imagen de autoridad sin alegría, como si hubiera sido seleccionado por un algoritmo programado para evitar cualquier emoción estética.

El peinado, inalterable desde tiempos del temblor de 1985, desafía la humedad, el viento y cualquier intento de cambio.

El maquillaje, si existía, era tan discreto que ni la cámara HD lo detectó: una apuesta al natural que raya en el “recién salí del laboratorio sin pasar por el espejo”.

 Y está bien que la presidenta no viva pendiente del delineador, pero alguien debería recordarle a su asesor de imagen que la investidura también puede llevar un poco de color sin sacrificar la seriedad. Porque una cosa es proyectar autoridad, y otra parecer lista para impartir una clase de álgebra en una cápsula del tiempo.

Pero mientras el país entero miraba la transmisión oficial, con su coreografía de aplausos y gráficos que solo suben, había muchas cosas que no se vieron en cámara.

Por ejemplo, nadie notó al supuesto equipo de expertos en inteligencia artificial que habría programado los aplausos automáticos: “aplauso espontáneo número 7”, “risa natural número 3” y el ocasional “¡es un honor estar con Obrador!” en un loop sin fin. Obviamente, esto es una invención sarcástica, pero admitámoslo, no suena tan improbable.

Otro detalle imperceptible fue la presencia de Marcelo Ebrard, cuya participación fue tan sutil como la de un alma en pena que algunos juran haberlo visto flotar entre los pasillos, en calidad de espíritu político, repartiendo sonrisas forzadas y preguntas como “¿aún hay chance para 2030?” Aunque esto es claramente ficticio, sí refleja su papel cada vez más difuso dentro del movimiento oficialista.

Y como suele ocurrir, la sección de autocrítica duró exactamente cero minutos. En su lugar, tuvimos una montaña rusa de logros: seguridad en su mejor momento, salud con cobertura universal, economía en auge y el Tren Maya funcionando como si fuera el mismísimo Hogwarts Express. Esta parte no es inventada: sí se presentaron así los resultados. Las cifras fueron tan optimistas que uno se preguntaba si la tía vive en una realidad alterna patrocinada por la 4T, escrita por J.K. Rowling y narrada por Lord Voldemort (versión progre).

Por supuesto, si algo no funciona, la culpa sigue siendo del mismo de siempre: el tío de algunos sexenios anteriores, aunque ya hayan pasado algunos, sus nombres siguen apareciendo en el discurso como el Joker político favorito. ¿Inseguridad? El otro tío. ¿Tráfico en CDMX? Aquel tío. ¿Inflación? El mismo tío. ¿Tu ex te dejó por alguien que hace crossfit? Probablemente también algún tío. Esta parte sí está inspirada en la realidad: el discurso oficial sigue recurriendo a gobiernos anteriores como explicación para los males actuales.

A mitad del evento, hubo un momento extraño en el que la voz de la tía se volvió más pausada, con un leve acento tabasqueño. Algunos aseguran que empezó a sonar como el tío de todos ustedes en modo ventrílocuo: frases como “fuchi caca” y “los fifís están nerviosos” flotaron en el ambiente. Esta transformación es, por supuesto, una exageración humorística, pero refleja la continuidad retórica entre ambos liderazgos. Para completar el ritual, al final del evento se ofrecieron tamales de chipilín, lo cual sí ocurrió, al menos en eventos anteriores, como guiño a la tradición del líder fundador.

Y si te lo perdiste en vivo, no te preocupes. Siempre queda TikTok. Allí circulan resúmenes de 30 segundos con música épica, emojis patrióticos, efectos de fuego y subtítulos como “Claudia callando bocas” o “Así se gobierna, perras”. Esto no es ficción: estos videos existen, producidos por cuentas afines, y son lo más parecido a propaganda de campaña con ritmo de reguetón. Las estadísticas reales no importan; lo esencial es que el algoritmo te diga que todo está bien.

Al final, uno no sabe si acaba de ver un informe de gobierno o un episodio nuevo de Black Mirror. Todo tan perfecto, tan cuidadosamente editado, tan desconectado de lo que se vive en la calle, que Salvador Dalí se levantaría de su tumba para decir “¡esto ya es demasiado surrealismo, carajo!”. Pero mientras tanto, ahí estamos todos, viendo el informe como quien ve una telenovela, esperando el próximo giro de la trama. Ya solo falta que anuncien el spin-off: “La Venganza del INE”. Disponible próximamente en todas las plataformas, de streaming populista.

Y claro, si el guion no gusta, siempre se puede culpar a algún antepasado, reescribir la narrativa con otra mañanera y subir el capítulo a YouTube en resolución 4T. Total, en este país ya ni la ficción necesita presupuesto: con voluntad política alcanza.

Porque en México, el informe no informa. Tranquiliza, entretiene, aplaude y anestesia. Nos deja justo donde nos quiere: entre el aplauso automático y la pantalla encendida. Callados, confundidos, pero eso sí: con gráficos en forma de flecha ascendente.

Al final, queda la duda de si lo que vimos fue un informe de gobierno, una obra de teatro bien ensayada o un capítulo perdido de La Rosa de Guadalupe, edición política. Todo tan perfecto, tan cuidadosamente editado, tan lejano a lo que se vive en la calle, que uno ya no sabe si reír, llorar o pedirle a Netflix que lo suba como serie de ficción.

Pero no se preocupen. No todo fue real. No todo fue inventado. Lo suficiente para incomodar, lo justo para entretener. Porque, como siempre, cualquier parecido con la realidad… es mera coincidencia.

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *