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Imbecilidad

Imbecilidad
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José Antonio Molina Farro

“La prueba de una inteligencia superior es saber que las cosas no tienen remedio, y sin embargo mantenerse decidido a cambiarlas”. Scott Fitzgerald

Abordo el tema por su peso específico en la sociedad, y porque son muchos los casos de políticos con síntomas evidentes. Es un adjetivo hiriente, que si bien admite sinónimos y eufemismos, éstos carecen de la misma precisión y fuerza expresiva. La palabra imbécil es uno de ellos. Savater dice: “La única obligación en la vida es no ser imbéciles”,

del latín imbecillis, que significa bastón. “El imbécil cogea del ánimo, es una flaqueza del espíritu. En cuestiones del poder, el que se apoya en cosas ajenas a la entereza de su propio carácter”. Cuando llega a posiciones de poder, el imbécil atribuye sus propias deficiencias a otros. Está bien consciente de sus actos, planea y desarrolla estrategias, de ahí su peligrosidad. El filósofo español lo describe: “Al imbécil todo le da igual; cree que lo quiere todo y luego paradójicamente no hace nada para

obtener algo…cuando sabe lo que quiere, no se molesta en conseguirlo ya que no le apetece esforzarse; cuando tiene mucho ímpetu, no puede diferenciar lo bueno de lo malo”. Por su parte, Maurizio Ferraris, en su ensayo, “La imbecilidad es cosa seria”, escribe que la imbecilidad abunda, ´hay más tontos que perros descalzos…Por eso sentimos admiración por los lúcidos y los inteligentes´. No siempre es fácil detectar a los imbéciles. “Por supuesto, hay muchos casos tan obvios que saltan a la vista. Hay gentes

que parecen gilipollas, actúan como gilipollas y hablan como gilipollas… simplemente porque son gilipollas…”. La otra cara la dibuja Bilbeny, una sociedad regida o sustentada por idiotas se convierte en una pesadilla protagonizada por monstruos, el peor de los infiernos posibles. Ya lo dice la sabiduría popular: “es preferible un listo malo que un tonto bueno”. México y el mundo abundan en ejemplos. Pareciera un padecimiento genético que se da históricamente tanto en las democracias avanzadas como

también en los regímenes autoritarios, imperfectos o híbridos. En una república de impostores y nuevos surrealistas, los imbéciles en el ejercicio del poder, son pusilánimes y cobardes que delegan responsabilidades inherentes a su cargo, para no enfrentar los retos y desafíos de sociedades harto complejas y agudizan, muchas veces sin quererlo, las contradicciones sociales, las desigualdades y la exclusión, particularmente en regiones subdesarrolladas. Temen ir al fondo de los problemas y enfrentarlos con

decisión, aun conociendo el diagnóstico y las formas de solución. Son timoratos sin sentido de la trascendencia. La pobreza, de consuno con una débil cultura política y bajos niveles educativos de la población, hace a ésta presa fácil de la manipulación y el engaño. Estos imbéciles son figuras icónicas del embuste y la mentira. El imbécil moral no distingue entre el bien y el mal, y produce resultados socialmente negativos o simplemente irrelevantes ante la magnitud de los desafíos. Efecto Dunning Kruger. Parte de una

premisa, el incapaz que no reconoce que lo es, y esto lo lleva a autoevaluaciones infladas sobre sus propias competencias. Sobreestiman sus conocimientos y habilidades. Es un sesgo cognitivo, “cuanto menos sabemos, más creemos saber”. Se diferencian de la perversidad de gobernantes que con plena consciencia reprimen, avasallan, roban sin pudor, y disfrutan con sadismo su patología y canalladas. Todo bajo la indignación y la impotencia de los ciudadanos. Permítaseme algunas referencias y analogías que, en su

imbricación, pudiesen arrojar algunas luces que permitan ilustrar comportamientos de diferentes tipos de gobernantes. Karl Popper, un optimista de la naturaleza humana y “paladín del sentido común”, nos enseña en “La sociedad abierta y sus enemigos” que “Aún en un Estado totalitario y la destrucción que conlleva, hay en quienes lo ejercen, un deseo sincero por mejorar las condiciones de sus semejantes, aun cuando esa buena voluntad descarrile por filosofías utópicas y metodológicamente equivocadas”. Por su

parte, para los antinomianos, todo lo que hacen es puro, hicieren lo que hicieren, creen, están convencidos de que no pueden mentir, no pueden pecar, en tanto que el Espíritu está en ellos; su programa es misión y dogma, es una causa religiosa que defienden con pasión flamígera. George W. Bush y otros gobernantes de hoy, encajaban bien en esta categoría. Si vemos más atrás, hay ejemplos horrorosos, Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, quienes en aras de un imposible igualitarismo, torturaron y asesinaron a

millones de sus compatriotas. Masacraron y reprimieron en nombre de “su” pueblo, y siempre enarbolando un bien mayor.

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