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Ideas

Ideas
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José Antonio Molina Farro

El bien, quisimos el bien: enderezar el mundo. No nos faltó entereza: nos faltó humildad. Lo que quisimos no lo quisimos con inocencia. Preceptos y conceptos, soberbia de teólogos: golpear con la cruz, fundar con sangre.

O. Paz

Maquiavelo, pobre y olvidado, disfrutando de precaria amnistía después de haber probado las amarguras del ostracismo, escribe a su amigo Vettorio: “Por la tarde vuelvo a mi casa, penetro en mi gabinete de estudio, me quito mi traje de campo lleno de polvo y lodo, y me pongo vestidos regios y de magistrado, y entonces me presento decentemente vestido en las cortes de los antiguos donde, afectuosamente recibido, me harto de aquelmanjar que me es propio y para el cual he nacido. Allí no me avergüenzo de hablar con ellos y preguntarles por los motivos de sus acciones, a lo cual me contestan con amabilidad, y durante cuatro horas no siento fastidio, no temo a la pobreza ni a la muerte, viviendo enteramente entre ellos”.

  Las máximas contenidas en El Príncipe suscitaron desde su aparición enconados debates. Para unos, flor excelsa de la sabiduría política; otros la condenan como fruto emponzoñado de la más refinada crueldad. La polémica perdura todavía. Hay quienes creen que no se puede gobernar sino con la perfidia, el soborno, la crueldad y el engaño. A mayor abundamiento, para Maquiavelo al gobernante se le mide no por los objetivos sino por las consecuencias de su actuación. Es la política realista basada en un hondo pesimismo. Para él, si se pudiera elegir entre leyes y violencia preferiría siempre las primeras, no por razones morales sino porque es lo más inteligente para un virtuoso del engaño. Se cuenta que en su lecho de muerte defendió la política realista. Se le exhortó de que había llegado el momento de renegar de Satanás: “Este no es momento para hacerse de enemigos”.

  Las ideas, de inmediato o a la larga,gobiernan y determinan el curso de los acontecimientos. Una palabra, una frase externada en una reunión, en un periódico, en una conferencia, en una conversación, en redes sociales puede caer en el abismo de la indiferencia y el olvido. Es posible también que caiga en tierra fértil, y llegue a turbar un alma,a trabajarla en sus más recónditas interioridades, hasta lograr que la voluntad se determine a la acción. De ahí la responsabilidad del pensamiento.

  Cito a Xifra Heras: “El papel que desempeñan las ideas en la historia de la humanidad,aunque no sea exclusivo, es innegable y fabuloso. El pensamiento opera sobre la realidad y ejerce una actividad creadora cuando reflexiona sobre ella y la transforma, dirigiéndola hacia una finalidad racional, produciendo a su vez nuevas realidades que conducen a un nuevo pensar en el decurso de la historia humana”. A decir de Mainecke: “Las ideas son sangre vital de las cosas convertidas en sangre vital de los hombres llamados a representar el papel esencial de su tiempo”.

Libertad. ¿Qué persiguen las sociedades al ensayar formas de gobierno, de representación, doctrinas y teorías a cuál más diversas y contradictorias? A mi juicio, la más hermosa y misteriosa de las creaciones humanas: la cultura de la libertad. Como Goethe moribundo pedía más luz en sus últimos instantes hay que clamar, exigir, más robustas libertades civiles y políticas, ya que jamás en ningún tiempo y latitudes, pueden pecar de excesivas porque forman el ambiente que para su desarrollo necesita el espíritu humano. Ya lo decía el más elocuente de los tribunos españoles: “No importa. Absolutamente no importa que nieguen la libertad nuestros enemigos; negad el aire y el continuará alimentando la combustión de vuestra sangre; negad la luz y la luz seguirá extendiendo su calor por el universo. La libertad es como la luz y como el aire; sostiene a los vivos y pudre y descompone a los muertos”. Lejos de mí el no considerar la importancia del bienestar para las familias, a quienes poco importan la democracia, la libertad de expresión y otras libertades, si hay suficiente pan en la mesa. Se recicla el pasado, se vuelve presente. Del viejo autoritarismo pasamos sucesivamente a otros de nuevo cuño, incluso constitucionalizados.

No resisto la tentación de transcribir una página de Jacques Maritain, rebosante de sabiduría: “En lo referente a la civilización, el hombre del humanismo cristiano sabe que la vida política aspira a un bien común, superior a una nueva colección de bienes individuales… sabe que la obra común debe tender, sobre todo, a mejorar la vida humana misma, a hacer posible que todos vivan en la tierra como hombres libres y gocen de los frutos de la cultura y del espíritu… El hombre del humanismo cristiano aprecia la libertad como algo de que hay que ser merecedor; comprende la igualdad esencial que hay entre él y los otros hombres y la manifiesta en el respeto y la fraternidad; y ve en la justicia la fuerza de conservación de la comunidad política y el requisito previo que, ´llevando a los no iguales a la igualdad´, hace posible que nazca la fraternidad cívica…”.

Indiferencia. Hay que destruir viejos prejuicios de indiferencia y abstención, es criminal abandonarla al dinamismo de los más audaces. Un alejamiento prolongado de las prácticas cívicas ha sido siempre el origen de las dictaduras. Nos movemos en la política como en la atmósfera, sin darnos cuenta exacta de que todo lo penetra y envuelve. No determina únicamente los hechos de relievesino aquellos que por su lejanía parecen serle completamente extraños. Es necesario intervenir en la cosa pública. Para ello se precisa de una cultura política de la que, por desgracia carecemos, y los que pueden piensan más en sus cuentas bancarias que en el bien común… Así, al distribuirse la responsabilidad, la gestión administrativa será más robusta y de beneficio para todos.

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