Juan Carlos Cal y Mayor
La convicción del nuevo Zar y dictador ruso Vladimir Putin, de “liberar” a Ucrania con una invasión sangrienta que solo es equiparable a los acontecimientos previos a las 2da guerra mundial, se debe en buena medida a la idea de recuperar el “esplendor” de la antigua ex unión soviética. Para Putin la caída del muro de Berlin fue el principio del fin de la hegemonía rusa que fue mas bien producto de los cambios introducidos desde el poder por Mijail Gorvachov. Una reforma política (Glasnost) y económica (Pereztroika).
Entre las medidas económicas que anunció Gorbachov destacaron la normalización del mercado de consumo, la descentralización del sistema, la lucha contra la corrupción, la modernización industrial y la liberalización económica. Estas se tradujeron en una liberalización de los precios, el fin de la estricta regulación de los salarios y la desestatización y privatización de las empresas.
Esas transformaciones trajeron como consecuencia la desintegración del bloque socialista que culminó con la independencia de las quince Repúblicas de la Unión Soviética entre el 11 de marzo de 1990 y el 25 de diciembre de 1991 y con ello el fin de la guerra fría. Para Putin, el ex agente de la KGB, “la caída de la Unión Soviética ha sido la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX.”
Como resultado de la apertura comercial y la liberación económica todos los países de Europa del Este tuvieron un rápido crecimiento democrático, económico e industrial. Incluso Rusia a pesar de mantener un modelo autoritario de gobierno que ha permitido la permanencia en el poder del líder ruso por más de 20 años.
Hoy Putin se victimiza argumentando que Ucrania representa una amenaza a su seguridad nacional cuando es bien sabido que su capacidad militar es infinitamente superior. La idea de Zelensky, el presidente de Ucrania, para incorporarse a la OTAN era precisamente garantizar la independencia de de su país de cara a la amenaza soviética que hoy se ha traducido en una cruenta invasión con un despliegue militar sin precedentes en la historia moderna.
EL HOLOCAUSTO UCRANIANO
Joseph Stalin ha sido uno de los más crueles dictadores de la historia. En 1932 decidió “colectivizar” la tierra y despojar de sus tierras a los campesinos ucranianos. Eso trajo como consecuencia una hambruna generalizada que provocó la muertes por hambre de casi tres millones de ucranianos. La mortandad fue dantesca. Se llegó al extremo de canibalizar cadáveres y se cuenta por hambre se llegó al extremo de matar a personas para saciar el hambre y sobrevivir.
Hoy existe un memorial que recuerda a los caídos en esta fatídica historia. En la entrada del parque conmemorativo de Kiev, hay una escultura de una niña muy delgada con una mirada extremadamente triste, que sostiene varias espigas en sus manos. Los ucranianos no olvidan los crímenes de que fueron objeto. Decenas de millones murieron de hambre o fueron enviados al Gulag para morir también en la locura de Stalin. Lo mismo pasó con Mao Zedong quien provocó con la implantación del comunismo decenas de millones de muertos. Ambas historias son pruebas del fracaso de una ideología que muchos quieren revivir como sucede ahora con Venezuela y Cuba.
El socialismo y el comunismo que para el caso son lo mismo, siguen siendo el anhelo de muchas izquierdas en America Latina, incluyendo a México, que hoy soslayan ese pasado reciente de historias de terror. Un igualitarismo que termina empobreciendo a las masas y enquistándose por la vía democrática en el poder, que luego torna en autoritaria, a pandillas de nuevos oligarcas que gozan de todos los privilegios que prometieron eliminar. Ellos disfrutan de la mieles mientras el pueblo sobrevive con sus migajas.
Por eso los ucranianos defenderán con su vida hasta el úLtimo palmo de su territorio. El mundo libre debe dejarse de rodeos y defender con todo lo que sea necesario la amenaza del neofascismo que encarna en Vladimir Putin al nuevo Hitler de la historia contemporánea.