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Hollywood, La raza y varios más

Hollywood, La raza y varios más
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José Francisco Domínguez Aguilar

Sean bienvenidos otra semana más a este espacio de convergencia, es un placer tenerlos de visita de nuevo.

Para los que en los setentas y ochentas vivimos en la Ciudad de México, es muy conocida la frase que da nombre a esta entrada, “Hollywood, la raza y varios más.”, y es que así rezaban los anuncios de radio, televisión o incluso periódicos en los que los estrenoscinematográficos de la semana eran publicitados.

Aquellos eran dos de los cines más grandes de la capital, y como han cambiado las cosas desde esos años que ya hasta la ciudad tiene otro nombre, aquellos no eran cinescomo los de ahora, sino mega salas, más parecidas a teatros o auditorios que a los multicinemas de cadenas a los que ahora, por desgracia, estamos tan acostumbrados.

Antes de la omnipotente presencia de organización Ramírez y sus Cinepolis, estabantambién el enorme Toreo de Cuatro Caminos, Diana, Chapultepec, Latino, Palacio Chino, Alameda, Insurgentes, Dorado 70 y el que recuerdo con más cariño el Continental.

El Continental, observándolo a detalle hubiera parecido un cine más de los de aquellaépoca, si no fuera porque en su fachada había una reproducción del castillo de la Bella Durmiente, por supuesto que para quien lo viera en la actualidad es probable que no fuera nada impresionante, sin embargo en la imaginación de un niño, aquel castillo era enorme y le daban un sabor muy especial a cada visita a sus butacas. Dicho cine además de su peculiar fachada tenía la particularidad de exhibir los clásicos de Disney, fue ahí donde pude ver por primera vez Pinocho, Bambi y el Libro de la Selva, con Tin Tan dándole voz a Baloo.

Cada uno de esos lugares mágicos, además de su imponente aforo, tenían al frente una especie de rampa que separaba las butacas de la zona de pantalla, en esa época eran usuales los intermedios, diseñados para abastecerse nuevamente de golosinas en una pausa de aproximadamente diez minutos en la proyección de la película, por supuesto esa interrupción ahora podrá parecer impertinente y meramente comercial, pero para mí -y se que para muchos de los que fueron niños en esa época- era uno de los momentos más esperados de las visitas al cine.

El intermedio, era un equivalente al recreo escolar; sin los índices de delincuencia que ahora hay y dentro de una sociedad más confiada e inocente, los padres no tenían empacho en dejar que nos separáramos de su lado para ir a jugar a esas tremenda rampas en las cuales corríamos o nos dejábamos caer como si se tratase de una resbaladilla gigantesca, para cuando las luces comenzaban a apagarse nuevamente todos los niños regresábamos a nuestros lugares a seguir con la diversión y magia del cine; además, otra maravilla de la época, era la permanencia voluntaria,  por la que podíamos quedarnos a ver la misma película cuantas veces quisiéramos o en su defecto ver el inicio, si es que habíamos llegado tarde.

De esos añorados tiempos recuerdo las películas de Herbie, conocido en México como Cupido motorizado y sobre todo las de, los que eran dos de mis ídolos cinematográficos, Bud Spencer y Terence Hill, ambos actores italianos, que vaya a saber por qué razón adoptaron nombres anglosajones para su carrera cinematográfica. Con nombres como “Un amigo es un tesoro”, “Banana Joe”, “Juntos son dinamita” y “Súper policías”, sus cintas me llenaron de momentos de diversión, en los que era posible creer que el par de amigos –quienes siempre iniciaban su amistad con una disputa a golpes- podían enfrentarse a la mafia, piratas, pistoleros y cualquier enemigo imaginable, únicamente con sus puños.

Desde la infancia no he vuelto a verlas, quizá ahora no me resultarían ni la mitad de divertidas de lo que se conservan en mi memoria, ya me pasó así con Flash Gordon, más recordada por la banda sonora a cargo de Queen que por sus virtudes técnicas, sin embargo a los seis años me pareció maravillosa, asistí en esa ocasión con mi padre, llegamos tarde por lo que debimos hacer uso de la fantástica permanencia voluntaria para ver el inicio, después había una secuencia que me había encantado en la que Flash Gordon vence a los robots del malvado Ming con una especie de sandía galáctica, emulando un juego de futbol americano, sé que ahora eso suena ridículo, pero deben entender y situarse en la mente de un niño para el que por primera vez se reunían dos de sus pasiones, la ciencia ficción y el futbol americano, de tal manera que con la esperanza de que mi padre no recordara que esa parte ya la habíamos visto me quedé pegado a la butaca, esperando a volver a ver la para mi mítica escena, papá ya se había puesto de pie, sin embargo, siempre antes que ser un padre fue un grandioso amigo, sin palabras entendió mi emoción y volvió a sentarse hasta que terminó la secuencia señalada, para posteriormente tomarme de la mano y salir juntos del cine.

Muchos años después quise revivir esa emoción al lado de quien en esos años era mi esposa, rentamos la película en cuestión, la cual durante todo el trayecto a casa alabé como una de las más grandes joyas de la cinematografía universal; sus burlas respecto a lo ridícula y mal hecha que es la cinta, no hicieron más que ayudarme a darme cuenta de que hay cosas que deben permanecer mejor solo en nuestra memoria respaldadas por unbenévolo filtro de nostalgia. 

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