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Hilos y babas / La Feria

Hilos y babas / La Feria
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Sr. López

Tía Maruca era de las de Autlán y era vivísima; su marido, tío Juancho, era un señor de rancho, de esos tiempos venturosamente ya lejanos, en los que lapalabra del macho era primera y última… y tío Juancho era muy macho. Tuvieron catorce hijos (tiempos ya lejanos), educados a decir siempre “sí papá”, pero la que mandaba era su mamá. Cómo hacía la tía no lo contaba, pero tío Juancho ni chistaba al oírlos decir “sí papá” y verlos hacer lo que ella dijera. No es tan raro.

Sin andar con exigencias, el tenochca simplex puede preguntarse a qué horas se van a ver resultados -buenos-, del gobierno de doña Sheinbaum, que tieneel poder desde hace un año, un mes y siete días, sin contar el sexenio de su antecesor del que se supone, es su continuidad, su “segundo piso” (¡ay!, cuánto ingenio).

Lo oficial es que su gobierno es un desfile de éxitos y aciertos (“vamos bien y vamos a ir mejor”), pero la evidencia de pifias, metidas de pata, declaraciones trompicadas, yerros, junto con malos indicadores en todos los rubros y sectores, hace pensar que, una de dos, o mienten sin recato o no mienten sino que no se dan cuenta de la realidad. Y la realidad es que el paísse les está yendo de las manos.

Gobernar es palabra que viene de la marinería, gobernar es conducir -pilotar- un barco; en política se usa para señalar que se rige, se conduce una comunidad o país. Un gobernante deja de serlo si no garantiza la gobernabilidad, entendida como la capacidad de ejercer legítimamente el poder de manera eficaz.

Cuando se dice que a un gobernante se le va el país de las manos, es que no da garantía de gobernabilidad. Suena fuerte pero no son posibles los países, no son viables, sin gobernabilidad.

Para no manipular, veamos resumidamente que dicensobre esto, instituciones que no son enemigas de la cuatroté, del Pejehová ni su sucesora, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Brookings Institution, fundada hace 109 años:

Hay gobernabilidad cuando hay estado de derecho, cumplimiento de la ley por parte de la autoridad que la respeta y la hace respetar; cuando el poder público no se ejerce en beneficio de funcionarios ni particulares; cuando el gobierno rinde cuentas (‘accountability’); cuando hay ausencia de violencia política y social; ycuando los servicios públicos son de calidad.

Por el otro lado, no hay gobernabilidad cuando el gobierno no asegura la aplicación de la ley; cuando no impide la corrupción de funcionarios y estructuras del gobierno; cuando no mantiene el monopolio de la violencia legítima y no garantiza la seguridad pública; cuando prolifera el crimen organizado; cuando el sistema judicial es ineficaz. 

Dicen más pero falta espacio y ya con esto cualquiera no va a buscar su rosario: en todo andamos mal.

Con brevedad y contundencia Ricardo Cisneros Hernández (no anda uno pirateando ideas), dice que la gobernabilidad es el conjunto de elementos legales y materiales que hacen funcionar un país en beneficio general: la falta de gobernabilidad propicia el desorden de sectores sociales y regiones, que caen en la ingobernabilidad, propiciando incivilidad y barbarie (no es cita pero lo dice).

Ahora usted contéstese si el anterior arrimado en Palacio, el Pejecutivo, tuvo gobernabilidad. Loco se quiso volver al llegar a donde ya no tenía esperanza de llegar. Se montó en su macho para imponer decisiones arbitrarias trampeando la ley; se acomodó con los grandes capitales nacionales para dejarlos ganar más dinero que nunca en sus vidas, a cambio de que no le menearan las aguas financiando opositores o medios de comunicación (Salinas Pliego se le salió del huacal porque no le cumplió sus acuerdos, por cierto, inconfesados); por miedo a las fuerzas armadas, las bañó en dinero y les otorgó facultades del orden civil del todo contrarias a lo que la Constitución manda; impidió que su movimiento, Morena, se hiciera partido político real, por su desconfianza enfermiza, tan propia de tramposos; toleró la más increíble corrupción en su gobierno; y asumió una actitud permisiva ante el crimen organizado, cediendo el control de regiones completas del país.

El gobierno del Señor de Badiraguato, no fue gobierno, fue una apariencia de gobierno, un ejercicio engañoso del servicio público, que a fuerza de un discurso muy ensayado a lo largo de muchos años de oposicionismo, supo aparentar valores democráticos, dañando la justicia y el estado de derecho por la dicha inicua de imponer su voluntad en todo y a todos. No hay otro que haya hecho tanto mal al país y mire que hemos tenido algunos de pena ajena, pero como este, ninguno (Huerta no cuenta, fue ilegítimo e ilegal, no es lo mismo).

Ahora está en Palacio doña Sheinbaum. Por el bien del país (y de ella), ojalá asuma la realidad, su realidad: recibió un país polarizado en el que los acuerdos políticos son casi imposibles; recibió un gobierno carcomido por una corrupción estructural nunca antes vista; recibió una alta burocracia ineficaz que socava la legitimidad de su gobierno y la confianza de la ciudadanía en las instituciones; recibió un país cundido de protestas y confrontación social; recibió la economía al borde de una crisis que no se ha conjurado ni mucho menos; no recibió el control político del Congreso, de su partido ni su gabinete.

Sobre todo, su amado antecesor le entregó un país sumido en una abrumadora ruina de la seguridad pública, con bandas del crimen organizado que retan al Estado, y no ceden el control en las amplias regiones en que son quienes gobiernan. Presidenta: en más de un año no logra imponer la paz en la ciudad de Sinaloa, porque sus subordinados aparentan cumplir sus órdenes, los que mandan son otros.

La apuesta de la señora de Palacio, la única apuesta, es conservar el poder, ganar las elecciones intermedias y las del 2030; dispone de cantidades inimaginables de dinero para eso, a menos, claro, que se imponga la realidad y termine en un derrumbe general que no es imposible, con todo sostenido con hilos y babas.

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