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Hambruna, crimen de lesa humanidad / Al Sur con Montalvo

Hambruna, crimen de lesa humanidad / Al Sur con Montalvo
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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, 

El joven mesero quedó atónito al revisar la cuenta de la cena de 4 jóvenes la cual, equivalía a cuatro meses de su salario. Agustín, siendo economista, se ocupó de mesero a falta de oportunidades de empleo. Con una evidente expresión de frustración, me comenta, “no es posible que habiendo tanta hambre en el mundo, se desperdicien toneladas de comida, ni siquiera se la acabaron”. Y remata diciéndome: “LA HAMBRUNA ES UN CRIMEN DE LESA HUMANIDAD”. Me quedé pensando en sus palabras el resto de la noche y en la diferencia entre el apetito, el hambre y la hambruna.

El 20% de la humanidad en 59 países padecen de hambruna, y no se trata de estadísticas sino de tratar de comprender la experiencia de esas madres quienes ven morir a sus hijos por inanición; de esos indigentes buscando residuos en los contenedores de basura; de esos 600 millones de personas hambrientas que le generan grandes ingresos a los analistas del Banco Mundial ocupados en escribir sobre  la situación para sacar provecho de los préstamos que realizan a la naciones, en vez de brindar soluciones efectivas.

Se estima que alrededor de 9 millones de personas mueren cada año a causa del hambre o por causas relacionadas con la desnutrición. Esta cifra representa una proporción significativa de muertes infantiles, ya que aproximadamente la mitad de las muertes infantiles están relacionadas con la desnutrición. Lo inconcebible es que produciendo en el mundo suficiente comida para alimentar a toda la población, existan barreras que impiden que esta llegue a quienes la necesitan.

El Banco Mundial apunta su dedo al publicar su reporte de junio del 2025, diciendo: “en términos reales, la inflación de los precios de los alimentos superó la inflación general en el 60 % de los países”; sin querer darse cuenta que tres dedos apuntan hacia ellos quienes son parte fundamental del empobrecimiento de las naciones. Y ellos dirán que cuentan con programas de ayuda a las poblaciones en situación de hambre. Esa es una verdad a medias. Por ejemplo, el Banco Mundial reconoce que una causa persistente de hambruna en África es la ineficiencia del transporte que recorren 4000 kilómetros en un período de 23 días, es decir, cuatro veces más que en Europa y de esos alimentos, se pierde más de un tercio de los alimentos perecibles. ¿De qué sirve ese informe si sus programas se orientan al endeudamiento impagable de las naciones como una herramienta de control social, político y económico?

En México, cada hora muere una persona de hambre. En Chiapas, México, para no hablar de África y otras regiones con hambruna, la violencia, los desplazamientos y los fenómenos naturales contribuyen a la inseguridad alimentaria y al hambre en este estado donde el 67.4% de la población vive en situación de pobreza y el 32.2% en miseria extrema, una cifra tres veces superior al promedio nacional, según cifras oficiales del CONEVAL. 

La carencia y la falta de seguridad alimentaria es un problema grave, especialmente en zonas rurales y entre la población indígena, donde la pobreza es endémica y la inseguridad alimentaria es alta. Aunque no hay una hambruna generalizada, la falta de acceso a alimentos suficientes y nutritivos afecta a una parte significativa de la población. La falta de planeación; de impulso al campo en términos de productividad y rentabilidad; las débiles cadenas productivas enfrentan problemas en el acopio, almacenamiento transportación, comercialización y no se diga, en la falta de equidad entre los precios del mercado y la remuneración a los productores, campesinos y jornaleros. 

Además, el hambre no solo causa muertes, sino que también tiene graves consecuencias para la salud y el desarrollo de las personas, especialmente de los niños. La desnutrición puede provocar retraso en el crecimiento, problemas de aprendizaje y un mayor riesgo de enfermedades creando un círculo vicioso entre pobreza, desnutrición, bajo aprovechamiento escolar, ignorancia y manipulación; un círculo difícil de convertir en virtuoso dando por resultado, una población donde el hambre y la desnutrición van de la mano principalmente entre recién nacidos, niños y mujeres embarazadas como lactantes

Aunque existen múltiples organismos que tratan de combatir el hambre, la falta de coordinación entre ellas, impide tener avances significativos; eso, sin cuestionar sus verdaderos propósitos al abordar a las comunidades; a ello, se suma la falta de voluntad de los gobiernos quienes establecen programas como paliativos poco eficaces. Los famosos comedores comunitarios atendidos por mujeres voluntarias de cada comunidad, se inauguran festivamente con gran escándalo; pero a la vuelta de los días, enfrentan el retraso o ausencia de las materias primas; la necesidad de los tanques de gas; y eso, si es que cuentan con las cocinas y comedores completos. A todo ello, se suma también la poca organización y los conflictos internos de los habitantes quienes carecen de sistemas de supervisión.

En fin, concuerdo con Agustín porque la ambición de unos pocos; las prácticas amañadas del FMI, el Banco Mundial y todos los demás bancos llamados de desarrollo, solamente contribuyen a la concentración de la riqueza en las cuantas manos dejando en situación de hambruna a millones de personas. Para entender este trágico drama de la hambruna, bastaría con dejar de comer una semana para saber de que se trata, porque esta hambre le pertenece al estómago como una necesidad vital. No se trata de otros tiempo de sensación de hambre.

Hambre del estómago, se percibe cuando el estómago está vacío, la sensación es física la necesidad de satisfacer el hambre es vital. También existen otros tipos como el Hambre mental: cuando la mente no deja de pensar en comidaHambre visual: cuando la comida entra por los ojos; Hambre olfativa: cuando un aroma despierta el deseo de comer; Hambre gustativa: el placer del sabor y su impacto en la sobrealimentación; Hambre celular: cuando tu cuerpo pide nutrientes específicos; Hambre del corazón: cuando las emociones controlan tu alimentación; Hambre social: comer por costumbre o por presión del entorno; Hambre subconsciente: cuando los hábitos y creencias dirigen tu alimentación.

Como sea, Ana Karen, el tema del hambre y la hambruna es inagotable, complejo y con cientos de aristas por donde abordarlo. Y como lo he dicho en varias ocasiones: podemos prescindir de todo en esta vida, menos de comer, beber y respirar porque estas tres cosas además de ser vitales son una cuestión de amor.

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