1. Home
  2. Columnas
  3. Georgina y en medio, Truman Capote / Al Sur con Montalvo

Georgina y en medio, Truman Capote / Al Sur con Montalvo

Georgina y en medio, Truman Capote / Al Sur con Montalvo
0

Guillermo Ochoa-Montalvo

-Segunda parte-

Querida Ana Karen, 

Las palabras de Georgina hablando del periodismo literario me taladraban. “Esta combinación hace que cuando lees el momento del asesinato, realmente llegues a visualizar todo lo que sucedió en esa casa ubicada en un pequeño pueblo de Kansas en 1959. Capote a lo largo de sus investigaciones encontró detalles, tanto de la familia, como de los asesinos e incluso de la gente del pueblo muy afectada por lo acontecido, lo que le da mucho realismo a su obra. ¿Y no es eso periodismo literario?

—Sí, Georgina. Literatura periodística con mucho color, diría mi amigo José Luis Castillejos, -le comento como si conociera a José Luis, pero no me importa y agrego: —José Luis, también coincide en que el periodismo actual debe incursionar más en la crónica y el relato de color, que en la simple nota fría; eso comentábamos al coincidir en que el lector prefiere enterarse de los sucesos cuando se le describen y relatan porque le permite conocer los detalles y crearse una imagen más cercana de lo acontecido que cuando lee un simple boletín de prensa o una escandalosa nota policiaca. La recreación de los hechos siempre nos brindará el goce de combinar literatura y periodismo. Lo que no entiendo es cómo llegaste a la investigación privada, ¿no es bastante morboso?

—Lo es. Sin duda lo es, Guillermo. — Sonríe abiertamente dejando dibujar las huellas del tiempo en su sien. —Pero es morboso tanto en quienes investigamos como por parte de los clientes que nos contratan. Sin embargo, puedo asegurarte que cuando un hombre o una mujer te contratan para espiar a su pareja, ya existe la intención de la ruptura. La desconfianza en sí misma, fractura al amor. Tras una investigación minuciosa, no hay nadie que sea inocente por completo. Todos guardamos algún secreto.

— Pero, Georgina, si ya existe el deseo de romper con la pareja, a qué viene la necesidad de investigarlo.

—Pues muy sencillo: contribuye a descargar la culpa en el otro. Ya sea por salud emocional o por cuestiones jurídicas sobre la custodia de los hijos, pensiones, reparto de bienes y dinero. Derivar la culpa hacia el otro hace más sencilla la separación y los procesos judiciales de por medio.

— ¡Quizá sea así! Pero me parece malévolo y perverso de cualquier forma…, le digo.

—Lo es, Guillermo, lo es, y algún día me dedicaré a emplear el método en el periodismo y tal vez hasta me anime a escribir una novela con los asuntos que he investigado en estos 20 años. No tienes idea de la riqueza de detalles que rodean una historia de parejas antes, después y al momento de la separación. Son verdaderas telenovelas llenas de dramatismo y hasta algo de comedia. De hecho, así fue la experiencia de Truman Capote al enfrentar el homicidio de los Clutter.

—Ya lo creo, Georgina. Cuando leí en 1970 A sangre fría, la sangre se me heló. En verdad, ese trabajo de casi 6 años de investigación entrevistando a los familiares y amigos de las víctimas como a sus homicidas, te hacen sentir afecto por ambas partes; la ambivalencia te conduce al conflicto de conciencia porque en este mundo maniqueista, donde a la gente se le divide en buenos y malos, se hace difícil comprender las circunstancias y motivos que mueven a alguien hasta el extremo del crimen. Y como dijo Capote: “no murieron cuatro personas en aquel crimen; fueron seis”. Y por supuesto, porque las secuelas que deja un crimen, son imperceptibles.

—En realidad, ni el mismo Truman pudo superar ese conflicto. Primero, se involucró con las víctimas asesinadas, luego, intimó tanto con los criminales que terminó llorando el día que ejecutaron a Perry y a Dick. Él mismo, lo reconoce cuando declara que “escribir el libro no me resultó tan difícil como tener que vivir con él”.

—Y es que no es nada sencillo juzgar cuando comprendes las motivaciones de los propios homicidas como víctimas de un sistema injusto viviendo, como Perry, con una madre alcohólica, un padre ausente y la burla continua de los compañeros de escuela; Truman llegó a identificarse tanto con Perry que terminó siendo su amigo. Y no es que justificara el crimen sino que entendía el desorden mental del criminal por la vida que lo había conducido a vengarse del daño que le provocaron, con una familia inocente. Fueron muchos años de entrevistas y convivencia con los vecinos del pueblo y en ese proceso, es difícil no involucrarte emocionalmente con la familia como con los homicidas.

—Pues por eso busco de nuevo este libro, debo regalarlo a una amigo que inicia en el periodismo policiaco y le pedí que antes de sacar notas rojas denigrantes y morbosas, buscara la historia de ambas partes. No es fácil juzgar a la gente por sus actos evidentes, todos obedecemos a motivaciones internas que muchas veces ni siquiera nosotros podemos reconocer en nuestros actos que otros juzgan ligeramente y te sentencian sin conocerte.

—Pero imagínate que cada caso juzgado penal o civilmente, tomara en cuenta todas esas consideraciones, todos seríamos inocentes…

—O culpables… porque cuando investigas a fondo, como lo hizo Capote, te metes en el pensamiento de las personas, en sus emociones, en ese rincón tan íntimo al que no cualquiera puede ingresar; por eso Truman confesaba que conocía tanto a Perry y a Dick como a él mismo. ¡Bueno! Fue tanta su empatía con los homicidas que no quiso publicar nada hasta después de la ejecución. Truman llegó a desplegar tanta simpatía por Perry porque ambos habían sido creados sin amor y sin orientación. Y esas motivaciones profundas son las que me encuentro al investigar a las parejas infieles.

—Será por eso, Georgina, que Truman descarga en sus libros parte de ese yo interno que tanto conflicto le creaba; por ejemplo cuando escribe en su obra Desayuno en Tiffany’s: “No se enamore nunca de ninguna criatura salvaje, Mr. Bell. Esa fue la equivocación de Doc. Siempre se llevaba a su casa seres salvajes. Halcones con el ala rota. Otra vez trajo un lince rojo con una pata fracturada. Pero no hay que entregarles el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen. Hasta que se sienten lo suficientemente fuertes para huir al bosque. O subirse volando a un árbol. Y luego a otro árbol más alto. Y luego al cielo. Así terminará usted, Mr. Bell, si se entrega a alguna criatura salvaje. Terminará con la mirada fija en el cielo.

Georgina, visiblemente perturbada, toma el libro de donde he tomado el texto y lo lee en voz baja como quien se mira en el espejo.

—Pues en esto coincido, porque yo me quedé mirando hacia el cielo, pero esa es otra historia aparte de la cual no deseo hablar ahora, porque me recuerda mi vida solitaria desde los 23 años en que me divorcié de una bestia salvaje aunque ahora comprendo que en el fondo, todos llevamos algo de víctimas y victimarios. Nadie escapa a ello. Ahora mismo me es difícil reconocerme, mi vida se ha llenado de muchas vidas y cuando investigas a fondo puedes perder la frontera entre el yo y el otro porque lo único perenne en este mundo son las emociones, los sentimientos y las pasiones humanas. Eso no cambia.

La charla concluyó. Georgina se alejó desapareciendo entre la gente del parque como una sombra fugaz que apenas duró tres cafés y un hasta luego. Eso de echarse un clavado al interior de la gente termina siendo una cuestión de amor.

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *