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¡Fuera! / LA FERIA

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Sr. López

No sé en su casa pero en la que fue domesticado este menda, el Tribunal Supremo era la mamá y sus veredictos, inatacables. Se ponía uno listo y pedía los permisos al papá, pero él, sabedor de su rol de cabeza de la familia, siempre decía: -Pregúntele a su madre –y cuando hablaba de ‘usted’, la cosa era seria. La vida es dura.

Furioso, no enojado; colérico, no molesto; rabioso se puso el Presidente el 8 de mayo pasado, cuando la Suprema Corte anuló la primera parte de su Plan B para destruir al INE y trastocar el marco legal que rige nuestros comicios, que son parte de la esencia de la democracia (solo parte).

Ayer que la Suprema Corte terminó de liquidar ese Plan B (‘b’ de burro), el Presidente y sus coristas, nomás por cumplir, la emprendieron contra los ministros, tachándolos de invadir facultades y atribuciones del Poder Legislativo y de complicidad con los opositores a la 4T. Ya se la esperaban.

Como hacen de la terquedad virtud, no salieron a decir con sencillez que aceptaban el veredicto y que confiaban en que el Poder Legislativo tomaría nota para conducirse con estricta legalidad en lo futuro, no, ¡qué caray!, la Suprema Corte actuó de mala fe contra la virginal pureza política que caracteriza a Morena, asociados, cortesanos, trepadores, similares y conexos, que conforman esa gloria de nuestra historia: la 4T. 

A reserva de que algún día alguien le explique al Presidente qué es la división de poderes y cuál es el papel de la Suprema Corte.

Mientras aparece por Palacio el valiente que le diga al Presidente que no fue elegido en el 2018 como rey, autócrata, dictador, zar, césar, déspota, huey tlatoani ni Papá Nacional.

Entretanto, ojalá él se dijera a sí mismo, que jamás volverá a ordenar a los legisladores de su movimiento (que no partido), que le aprueben sus iniciativas como se las manda, sin cambiar ni un punto ni una coma, porque -la humildad es la verdad-, el Presidente debería estar consciente de que el intenso brillo de sus patrióticas virtudes, los deslumbra, los enceguece, lo obedecen y luego… bueno, ahí están las consecuencias. Y para el ridículo no hay antídoto.

De once ministros, nueve aprobaron echar a la trituradora de papel la totalidad del Plan B electoral del presidente López Obrador. Bastaba con ocho.

Reclaman algunos distinguibles cuatroteros, que la Corte no es nada para corregirle la plana al Legislativo. Ojalá sepan que mienten porque si no, entonces sí que tenemos un problema: los del partido en el gobierno no han leído la Constitución y si la leyeron, ratifican su condición de analfabetos prácticos, sí, imagínelos con un dedito sobre el texto, leyendo sílaba por sílaba, susurrándolas, hasta lograr juntar cada palabra pero no las palabras unas con otras para -enorme desafío-, desentrañar el sentido de cada frase, consiguiendo averiguar qué se predica de cada sujeto (¡idea!, que don Marx Arriaga, el irresponsable responsable de los Libros de Texto Gratuitos, les haga una Constitución con monitos y el menor número de palabras, ¡sí se puede!).

Igual, algunos del orfeón cuatrotero, aprovecharon ayer la ocasión para hacerla de solistas y cantar alabanzas a su líder (hay hartas candidaturas por definir), asqueados por las bajezas de la Corte que no entró a discutir el contenido, el fondo, de las reforma de ese Plan B, lo que le daría lógica a hacer obligatorio por ley, que los legisladores tenochcas, presenciaran los debates del Pleno de la Corte, para disminuir en lo posible la emisión de babas al hablar. Mala idea… no entenderían gran cosa. Bueno, algo habrá qué hacer.

Como sea, ayer el expresidente de la Corte, Arturo Zaldívar, tachado por muchos como culpable de no haberse batido en duelo con el Presidente de la república, conociendo los argumentos de la porra del Ejecutivo, en su intervención aclaró que efectivamente, al discutir la violación a procedimientos legislativos para invalidar una ley, se corre el riesgo de incurrir en una “invasión de poderes”, pero que se debe invalidar una ley si hubo “violaciones graves” a esos procedimientos. Y que en el caso concreto, votaría por la invalidez. Y así votó.

No estaba tan difícil el asunto. Los señores legisladores que aprobaron al vapor la iniciativa presidencial, el Plan B, ni la leyeron, aparte de que aunque usted no lo crea, de Ripley, lo que creían estar aprobando NO era lo que creían estar aprobando porque la iniciativa publicada en la Gaceta Parlamentaria fue sustituida por una versión modificada cuando el asunto ya se estaba discutiendo en el Pleno de la Cámara de Diputados.

Como se podrá usted imaginar no se necesita un doctorado en Derecho para entender que es inválida una ley aprobada, distinta a la que contiene la iniciativa; para distinguir que no es ley lo aprobado. Y eso dijo el ministro Alberto Pérez Dayán, que no es ley lo aprobado y por eso no se entró al fondo.

De verdad estiró de más la liga el tal Ignacio Mier, el expriista líder de los diputados federales de Morena, al pedir a sus legisladores que aprobaran rapidito y sin hacer gestos, reformas a más de 500 disposiciones que se presentaron en el momento de iniciar la sesión y que se aprobaron en cuatro horas. Si con alguien debe estar muino el Presidente es con el Nachito. Él ordenó que le aprobaran sus iniciativas de ley, que para eso tiene los votos necesarios, pero no ordenó que lo hicieran mal, a lo atascado.

Como algo ha de sospechar don Mier, sobre lo que está pensando de su señora mamacita el señor Presidente, ayer mismo salió con una brillante idea: “El día de hoy inicia el Plan C para convertir a México en un país verdaderamente democrático. Para que el soberano sea el pueblo y no las mafias electorales ni la partidocracia. ¡En sus marcas, listos, fuera!”

Y el Plan C es ganar la presidencia y el Congreso para aprobar todo lo que el Presidente le pida en septiembre del 2024, sin reparar en que le quedará un mes en el cargo y que habrá otra (o), ya listo para terciarse la banda presidencial. ¿Sabe qué don Mier?, sí, ¡Fuera!

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