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Friégate en casa / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor
A estas alturas resulta inoficioso escuchar las recomendaciones del Doctor López Gatell. Particularmente la de “Quédate en Casa”. La mayoría de la población económicamente activa que no depende del salario gubernamental ha decidido arriesgar su salud para salir a trabajar con todas las previsiones necesarias. Es hilarante y obcecado mantener la discusión acerca de la importancia del uso de cubrebocas o escuchar que la mortalidad de los mexicanos se debe a sus hábitos de consumo altamente calóricos y no a la insuficiencia de las medidas adoptadas por el gobierno federal.
Muchos mexicanos, entre los cuales me incluyo, tomamos la determinación de atender el llamado de las autoridades sanitarias y quedarnos en casa. Salir a lo estrictamente necesario y atender nuestros compromisos laborales utilizando las herramientas tecnológicas al alcance. No todos atendieron la recomendación. Algunos porque viven al día o tenían actividades esenciales. Se entiende y justifica claramente. En otros obviamente no. Por ignorancia, incredulidad, se fiaron a la suerte, dejaron su destino a la divina providencia.
Es parte del drama que hemos visto con personas que sucumbieron dramáticamente a la enfermedad. Conozco a personas que a pesar de seguir todas las recomendaciones resultaron contagiadas por el Covid. Amigos, conocidos, colegas, algunos que sobrevivieron, otros que triste y desafortunadamente no. No hay una sola familia que no conozca de un caso cercano o conocido.
La pandemia ha tomado desprevenidos a muchos países que no han logrado superarla. Hace unos meses nos hubiera resultado terrorífico, impensable, escuchar el número de muertes que hoy conocemos y sigue en aumento. Por eso duele pensar en el error de las proyecciones que hizo el “epidemiólogo” López Gatell. Nos dijeron tres meses, luego que cuatro. Nos hablaban de un pico, luego una curva y ahora ni eso. Tampoco se puede aducir que era inevitable y que no valen las comparaciones. Hay varios casos exitosos en el manejo de la pandemia como el de la propia China, el origen del virus. Las medidas restrictivas y el aislamiento forzado en el país más poblado del mundo (1,300 millones), redujeron el número de contagios a menos de 85 mil y el de muertes a menos de 5 mil. Están en plena recuperación económica.
Ya no sirve de nada hablar de cómo el presidente pretendió minimizar, desde el inicio, la enorme crisis sanitaria que se avecinaba. Sus amuletos, sus frases repletas de indolencia, sus dictados morales, quedarán para la historia. También la manera en que dejó en el abandono y a su suerte a los pequeños y medianos comercios -para no decir empresas- del país. “Que quiebre quien tenga que quebrar, no vamos andar rescatando a nadie. No va haber otro Fobaproa”. Lo importante es la feligresía, los adeptos a su credo, los creyentes del nuevo testamento cuatrotransformador, la cruzada contra los infieles.
En su dicotomía imaginaria, el presidente solo ve ricos y pobres, empresarios y pueblo, explotadores y explotados, pero la realidad es otra. Los convidados a la Casa Blanca, la mafia del poder, son ahora sus aliados. Los beneficiarios del dispendio populista para echar andar sus planes. La tele-educación. Es la novela orwelliana. Los Ministerios del Amor, de la Paz, de la Abundancia y de la Verdad, transmutados en la Secretaría del bienestar y el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado. El PIB es una invención neoliberal. Lo que importa es la felicidad y el pueblo está feliz, feliz, feliz.
Con cuatro meses guardados en sus casas muchos mexicanos contribuyeron a no saturar los hospitales. Gracias. Evita despidos, paga tus impuestos. Aguanta porque esto va para largo. El tiempo suficiente para terminar un aeropuerto en marzo del 21 que tardará tres años en recuperar una industria en quiebra. Un tren incosteable, subsidiado, con beneficios a muy largo plazo. Una refinería para presumir nuestra soberanía energética con Pemex en la quiebra.
Rásquense con las uñas. Ya no hay dinero. Se cayó la recaudación, los negocios quebraron y era de esperarse. Dejaron sin alimento a las gallinas de los huevos de oro. Fallaron los cálculos. Quédate en casa otra vez. ¿Cuánto más? ¿Quién sabe? Pues no. Fíjense que no. Ya nadie está dispuesto a quedar en la inanición. Nos la vamos a jugar. El gobierno no es un apoyo, es una carga. No le importan nuestros muertos, le importa el avión, los videos de Lozoya, los votos. Sálvese quien pueda. Nosotros cumplimos, atendimos las recomendaciones. No era “quédate en casa”. Era “friégate en casa”. Ya no gracias…

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