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Fantasía / La Feria

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Sr. López

 

Rita y Lalo se casaron allá por los años 50 del siglo pasado. Ella es una prima del lado materno-toluqueño, católica de hacer sonrojar a Isabel de Castilla (‘la Católica’, le puso el papa Alejandro VI, imagínese). El matrimonio parecía bien avenido y un niño anual daba fe de ello. Cuando llegaron al sexto, Rita quiso plantarse pero sin caer en pecado, para lo cual consultó al padre Rafael (jesuita confesor de la rama femenina de la familia), quien le aclaró que solo el ‘ritmo’ le aseguraba la salud de su alma. Y su esposo y ella, el ritmo aprendieron con un médico recomendado por el sacerdote. Séptimo nene, octavo y noveno. Nueva consulta al padre Rafael; nuevas explicaciones del médico. Calendario y crayola  sobre la cabecera del lecho. Décimo crío, décimo primero y décimo segundo. El ritmo no parecía atenuar su capacidad reproductiva. Ambos platicaron largo con el beatífico presbítero. Décimo tercer hijo. Conversación con doctor laico en la Ciudad de México. Cirugía. Clausura absoluta de la ventanilla de multiplicación de la especie, paz… volvieron a comulgar ya grandecitos.

 

Algo nos pasa o, mejor dicho, algo les pasa a nuestras autoridades que confían en que haciendo lo mismo el resultado será diferente.

 

El domingo pasado inundó a México la noticia de la aprehensión del tal Yepes (a) ‘el Marro’, líder del Cartel de Santa Rosa de Lima. Muy bien. Campanas al vuelo, el Presidente de la república no podía dejar pasar el hecho y no lo dejó ir: salió con un video señalando que ‘el Marro’ fue posible gracias a los contubernios de la autoridad en su momento (a ver si detienen a alguno, digo, sería un detallazo).

 

Así, sin intermedios, regresamos del ‘abrazos no balazos’ a la estrategia seguida por G y Peña Nieto (letra y música del tío Sam).

 

No se puede sostener que este sea el camino para terminar con la inseguridad pública. Pongamos por fecha de inicio del combate frontal a la delincuencia organizada, el 11 de diciembre de 2006, cuando empezó el operativo Michoacán:

 

Ya desaparecieron varios cárteles (los Rojos; los del Milenio; los Beltrán Leyva; los Negros; la Mano con Ojos; el  cártel de Colima; cártel Independiente de Acapulco)… la inseguridad sigue. Ha muerto uno de los líderes de delincuentes, Amado Carrillo; y de otros se dice que fallecieron sin tener pruebas (Arturo Beltrán Leyva; Juan José Esparragoza; Homero Cárdenas Guillén); han sido detenidos: Alfredo Beltrán Leyva; Ignacio Rentería; Cleotilde Rentería; Osiel Cárdenas Guillén; José María Guízar; Omar Treviño; Vicente Carrillo; Luis Fernando Sánchez; Servando Gómez; Édgar Valdez Villarreal; Juan Francisco Treviño; Joaquín (a) el ‘Chapo’ Guzmán; y el domingo pasado, José Antonio Yepes Ortiz, (a) el ‘Marro”.

 

¿Qué tenemos como resultado visible?… ¿la disminución de la delincuencia organizada?, no, continúa el trasiego de drogas y se amplió el crimen hasta alcanzar a todos los estratos sociales, sin distingo de capacidad económica: secuestros, trata de personas, ‘cobro de piso’ (extorsión), hasta sofocar regiones del país. Y como señalización del fracaso la cuenta de defunciones: 486 delincuentes muertos en 2006; en 2007, 2,477 muertos; 6,290 en 2008;  9,724 muertos en 2009; 15,273 en 2010; 24,068 muertos en 2011;18,061 fiambres hasta octubre de 2012… luego, en el sexenio 2012-2018, murieron 156 mil 437 personas; el revuelo de cifras parciales marea, la suma oficial en esta peculiar guerra de las administraciones de Calderón y Peña Nieto, arroja un total de 250,547 homicidios (lo que parece poco, a la luz de los fiambres del periodo de Peña & Cía.), entre ellos 2,887 policías, soldados y marinos (con ocho suicidios y aparte 197 desaparecidos); como sea, son más muertos que los de algunas guerras formales con bombardeos y cañoneos. Y para ratificar nuestra angustia el primer año de la ‘Cuarta Transformación’, es el más violento en la historia reciente, con más de 30 mil asesinatos. Y falta ver cuántos caen en 2020.

 

Celebrar el descabezamiento de las bandas de delincuentes se justificó en el pasado, pero a trece años y medio, no se entiende que se considere avance detener a un  cabecilla, cuando los hechos prueban que los grupos delincuenciales descabezados, se dividen en fracciones manejadas por tipos más violentos, más brutales.

 

En los sexenios de Calderón y Peña Nieto no se utilizó políticamente ni con pretensiones electorales, la guerra contra la delincuencia organizada. Ahora sí.

 

Este gobierno, este Presidente, lejos de reconocer yerros, muy lejano a informar de cambios de ruta, utiliza errores y contradicciones como ratificación de lo mal que estábamos, de lo pérfidos que fueron los gobiernos de hace dos años y de hace ocho (!), buscando que todos los que integramos el gallardo peladaje nacional, confirmemos el acierto que fue alojarlo en Palacio. Ojalá alguno de sus cercanos le explique que sí ganó, que sí es Presidente, que nadie lo duda y que todos esperan resultados. El tiempo de promesas y señalamientos de la maldad de la mafia del poder, ya pasó. Ahora está frente a la orquesta y 20 meses después de alzado el telón, siguen afinando instrumentos, no empiezan la función y él nos sigue repitiendo lo malos músicos que eran los que estaban antes. ¡Ya chole!

 

La detención del criminal ese, el Marro, no es sino la repetición de lo mismo que antes ha pasado, nada más que antes pasó con verdaderos capos, no con delincuentes segundones que se encumbraron gracias a la estrategia rara de esta guerra rara que no cesa, crece y puede ser en algunos municipios y regiones, un actor inesperado en las elecciones de 2021. Mala cosa.

 

Y a todo esto… ¿esos son los temas de la nación?… ¿Lozoya y el Marro?… uno hubiera pensado que casi 440 mil contagiados de Covid-19 y casi 50 mil muertes, muchas de ellas evitables, junto con el hundimiento de la economía (evitable al menos por la mitad), deberían ser los asuntos que ocuparan la mente del presidente pero según se ve, solo importa su realidad, su irreal mundo de fantasía.

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