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Explicaderas / La Feria

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Sr. López

 

Ayer pronunció su último mensaje respecto de su sexto informe de gobierno, el presidente Peña Nieto.

 

En diciembre de 2012, tenía un 54% de aprobación (acabandito de asumir la presidencia); en agosto de este 2018 (antecito de su mensaje con motivo del Sexto Informe de Gobierno): 18% aprueban su gestión. Son datos de Consulta Mitofsky.

 

Peor está la cosa si es cierto lo que consignó Proceso en su edición del 18 de octubre de 2017 (nota de la Redacción): según el Pew Research Center, el prestigiado laboratorio de ideas -“think tank”-, con sede en Washington, Peña Nieto en esos días, era más impopular que Nicolás Maduro, que era reprobado (entonces) por el 73% de sus conciudadanos, mientras acá, don Peña merecía la desconfianza del 93% de nuestros compañeros mártires de nacionalidad. Y peor: de las 38 naciones que incluyó la Pew en su sondeo, México quedó en el sótano, al final, al último. Grave.

 

¿Cómo se le hace para caer tan bajo?… bueno, en primer lugar, gobernando con la certeza gratuita de que todo saldrá de rechupete, actitud propia de quienes no han sudado la gota gorda por nada en la vida, que es el caso de don Peña Nieto:

 

En 1993, Tesorero del Comité de Financiamiento del Comité Directivo Estatal del PRI, en la campaña para gobernador del Estado de México de Chuayffet Chemor (o sea: nada, una chamba por ser de apellido de Atlacomulco). En 1999,  subcoordinador financiero de la campaña para gobernador de su pariente (lejano)  Arturo Montiel Rojas (o sea: tampoco nada). De 1999 a 2000 Subsecretario de Gobierno del Estado de México de su pariente (lejano), Montiel Rojas (o sea: otra vez nada: un sueldo puntualito, nada más). De  2000 a 2002, Secretario de Administración del Gobierno del Estado de México, de Montiel Rojas (ya es algo, por más que sea puesto adjetivo, o sea, no sustantivo, de segunda línea, pues).

 

Su carrera política comenzó realmente en 2003, cuando ya fue diputado local (en su estado, de parte de su pariente lejano). En 2005 fue candidato a Gobernador y en 2012 a Presidente de la república. ¿Así o más rápido?

 

En resumen: de puestos administrativos a diputado local, a Gobernador y de ahí a Los Pinos a despachar de Presidente. ¡Padre!

 

¿A qué hora adquirió la experiencia y habilidades para gobernar el país? Llegó a la presidencia a los 46 años (Lázaro Cárdenas llegó a los 39; Miguel Miramón a los 28; no es cosa de edad), con apenas seis de experiencia en política y eso, concediendo que gobernar el Estado de México, perteneciendo a la casta dorada de la entidad, Grupo Atlacomulco para más señas, le haya permitido aprender algo. Parece que poco.

 

De la mano de los personeros del poder grandote del capital doméstico y extranjero, delineó las reformas que se le atoraron 12 años al PAN. La más audaz, la energética se estaba redactando en Nueva York, con él en plena campaña presidencial. Pero nada parece difícil para quien todo tuvo fácil. ¡Y lo logró!  Sin embargo la educativa, que le platicaron facilita si encarcelaba a la líder del sindicato de maestros, fue la que se le atoró en el gaznate. ¡Pelillos a la mar!

 

Lo malo de ser Presidente es que se enfrenta al México real. ¿Qué lo de Ayotzinapa no era -no es-, responsabilidad de él?… pues, como si lo fuera y se debió atender de manera muy diferente. ¿Qué la casa de su esposa no era -no es-, un acto de corrupción?… pues como si lo fuera y lo debió enfrentar él, no su esposa, faltaba más (y sin dar explicaciones, que esa bola se la pusieron frente al marco y sin portero y la desperdició). Y tantas cosas más.

 

Ahora bien: ¿quién lo hizo Presidente de la república? Nosotros. No se vale que ahora digamos que compró el voto (si así fue, se lo vendimos). ¿Quiénes le aplaudían a rabiar todo su primer año? Nosotros (plural caritativo, a este menda bórrenlo de esa lista). La prensa, cierta prensa, se ampolló las manos cobrando para alabarlo y ya ve, esa misma, hoy, lo destaza.

 

En cuanto firmó las leyes secundarias que pusieron en acción la reforma energética, la prensa extranjera lo pasó de Salvador de México a su sabandija favorita. Así son. Conseguido lo que a los intereses inmensos que mueven el aparato de propaganda del gran capital, deshacen a los que usaron; se la hicieron a Salinas (al iniciar su sexto año de gobierno), se la hicieron a Peña Nieto… nada más que a él le faltaban cinco años de gobierno (firmó en agosto de 2014, le quedaban cuatro largos años de gobierno, largos y escabrosos, porque el imperio no iba a permitir la creación de un “peñanietismo”, como no permitió la del “salinismo”).

 

Las dos principales fallas de este sexenio que urge termine (¡ya!), fueron la inseguridad pública y la corrupción. En lo primero, en lo de la inseguridad, el Presidente enfrentó un galimatías que enredan algunos no tantos pero no pocos, gobiernos municipales y estatales, junto con el de los EUA, que de ninguna manera va a permitir medidas que los hagan sacar las manos de México. En lo de la corrupción, no hay excusa que valga: se ha pasado por encima del sentido común sin rastro de pudor; solo el caso Odebrecht bastaría para reventar el hilo… y ya ve; México es el púnico país de América Latina en el que no ha habido consecuencias. La amistad tiene límites.

 

Ahora, ya con este marcador y quedando minutos de partido, la pregunta es si de veras el próximo gobierno tiene la fórmula secreta para resolver estas cosas. Nada podrán discutir, se les ha dado todo, presidencia y Congreso, y si no van archivando el “amor y paz”, junto con las “amnistías”, lo de ayer será lo de dentro de seis años y poco más.

 

Curiosamente en economía macro, creación de empleo (del que sea), atracción e inversión extranjera directa y hasta una deuda externa más que manejable, este gobierno no lo hizo mal, nada mal.

 

Ahora, AMLO y su equipo, en esos rubros no la tienen tan fácil y en inseguridad y corrupción está todo por ver. Lo malo es que el país ya no está para explicaderas.

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