Héctor Estrada
Su mayor delito fue ser una mujer afrodescendiente e intentar auxiliar a una persona en las calles San Cristóbal de las Casas, Chiapas… La pesadilla de Rosy (nombre que ha decidido usar para guardar su identidad) ocurrió el pasado viernes cuando se dirigía junto a un amigo para tomar algo. Es estudiante de la Facultad de Derecho en la UNACH y había tenido un duro día de exámenes, por lo que decidió salir a distraerse.
En el camino se encontraron a una mujer que cayó de pronto al suelo. Juntos intentaron auxiliarla, pero al acercarse se dieron cuenta que se encontraba en estado de ebriedad y se había golpeado la cabeza. Después se acercaron unos policías y cuando los jóvenes se percataron que los elementos ya estaban a cargo de la situación siguieron su trayecto.
Habían trascurrido sólo uno minutos en un establecimiento cuando el amigo de Rosy se acercó a ella para informarle que un hombre había ingresado al lugar acusándolos de haberle robado a la mujer que minutos antes habían tratado de auxiliar. Afuera había ocho elementos de la policía municipal esperando. Junto a ellos estaba la supuesta víctima.
Cuando Rosy y su amigo se dieron cuenta que la mujer y el hombre que los acusaban estaban ebrios, decidieron salir a hablar con los elementos policiacos e intentar aclarar lo sucedido. Ambos decidieron cooperar y ser sujetos de una revisión policiaca en la que no se encontró ninguna prueba que los inculpara. Pero la situación tomó un giro inesperado.
De pronto los elementos de la policía municipal les informaron que se llevarían solamente a Rosy a la comandancia para “terminar la revisión”. Por más que la joven estudiante de derecho intentó pedir una explicación de que estaba ocurriendo terminó siendo esposada violentamente y llevada por la fuerza. A su amigo tampoco se le permitió hacer nada al respecto por más que intentó evitar la detención arbitraria.
Rosy confiaba que llegando a la comandancia todo mejoraría, pero fue peor. La bajaron de la patrulla a empujones. Jamás le quitaron las esposas. Le revisaron su bolsa, donde solo traía libretas, lapiceros, su cartera con alrededor de 100 pesos, una tarjeta de banco, y su inhalador porque sufre de asma severa. Pensó que la dejarían ir, pero no fue así. El argumento de la detención había cambiado. Los policías le notificaron entonces que la habían detenido por escándalo en la vía pública, aun cuando ella fue sacada de un establecimiento y en un contexto diferente al que contaban los uniformados.
En todo momento la joven siguió alegando con los policías, se negó a ser fotografiada y a dar sus datos personales porque tenía la certeza que todo era una arbitrariedad. Le quitaron todas sus pertenencias y no le permitieron comunicarse con nadie. Una policía la llevó a su celda y al quitarle las esposas se dio cuenta que Rosy tenía una pulsera de ámbar en una mano; le dijo que se la entregara; pero la estudiante le respondió que no podía quitársela porque tenía un nudo muy fuerte y le quedaba apretada.
“La policía me dijo que claro que se podía quitar y pidió que le llevaran unas tijeras y con ellas cortó la pulsera. Le reclamé que la haya cortado porque tiene un valor sentimental para mí, y en ese momento metió las tijeras en mi pelo y empezó a darme tijeretazos, vi cómo iban cayendo mis colochos, y no entendía qué pasaba. Me quedé en la celda sola, y ya ahí me puse a llorar, no había llorado, pero después que me cortó mi pelo y me quedé ahí empecé a llorar y llorar. Nunca había sentido tanto frío, solo llevaba un saco y por más que pedí que me dejaran mi inhalador no lo hicieron”, relató Rosy a la periodista Sandra de los Santos.
El caso, hecho público este lunes, ha llegado ya a la propia rectoría de la Universidad Autónoma de Chiapas que, mediante un comunicado, denunció lo ocurrido y anunció que dará acompañamiento legal a la estudiante contra el evidente abuso policiaco. Rosy fue liberada hasta las 12:30 del otro día gracias a la intervención de mujeres activistas y el propio director de la Facultad de Derecho quienes fueron alertados de lo sucedido.
Las primeras indagaciones de lo ocurrido apuntan a un evidente caso racismo y misoginia. Y es que, ¿Por qué Rosy fue la única detenida en torno a lo ocurrido? ¿Por qué no se procedió de igual forma contra las personas alcoholizadas que irrumpieron dentro del establecimiento y la vía pública para acusar a los jóvenes? Pero, sobre todo ¿Cuál es la justificación para haberle cortado parte de su cabello afro a Rosy durante su detención por una supuesta falta administrativa?
La respuesta tal vez tenga que ver con que ella era la única mujer de rasgos afrodescendientes dentro del caso, y que quienes la acusaban en estado de ebriedad eran personas blancas. “Para mí es muy obvio que fue un ataque racista desde el principio, porque a la mujer blanca que estaba gritando la dejaron ahí, y la policía siempre me vio a mí, siendo una mujer negra, como ratera y así me trataron. Me quitaron el pelo para callarme, eso quería la policía que me callara y me demuestran que pueden hacer lo que quieran conmigo quitándome el pelo”, dijo la joven estudiante.
El asunto es grave por donde se vea, por lo que organizaciones civiles se han involucrado en la defensa del caso hasta obtener respuestas y vincular responsabilidades. Y es que, no cabe dudas de que Rosy fue detenida de forma arbitraria, esposada, vejada y torturada en condiciones que no tienen justificación, aunque la falta administrativa de escándalo en vía pública se hubiese cometido. Lo ocurrido a la estudiante chiapaneca debe tener consecuencias y castigo ejemplar para que quienes intenten repetir semejante abuso sepan que su racismo y misoginia no tiene impunidad garantizada… así las cosas.