Sr. López
Hace mucho le conté del médico que llegó a Autlán, a principios del siglo pasado, que todo curaba con cebolla, en emplasto, cocida, cruda y en todas sus presentaciones. Lo malo fue que se enfermó la mamá de la abuela Elena y después de dos semanas a cebolla, se puso grave. Su señor padre se la llevó a Guadalajara, en ancas, a galope tendido. A las semanas, regresó con ella sana y al médico del pueblo lo sacó a tiro limpio. Decía la abuela que salió dando brincos y con lo puesto. Bien hecho.
Inseguridad, pobreza, desigualdad… palabras que acomodan en cualquier discurso político de campaña electoral. El opositor al gobierno de turno, para señalar lo mal que están las cosas y la urgencia de que se le entregue el poder para que las resuelva. El que pertenece al partido en el gobierno, para señalar lo que se ha avanzado y la importancia de que se les mantenga en el poder.
De inseguridad pública es difícil ni opinar sobre su remedio. Se intuye qué se ha hecho mal, eso sí, pero resulta una irresponsable, siquiera proponer soluciones, por la complejidad del asunto. Lo cierto es que en México hay quienes de esto saben qué hacer y cómo.
Ante el avance de la criminalidad y las cada vez más extensas regiones que dominan los delincuentes, parece que ya va siendo hora de que llamen a esos que sí saben y se haga lo que indiquen.
También es cierto que al ciudadano común lo que lo angustia es el crimen doméstico, el homicidio el secuestro, la extorsión en todas sus variantes y tantas cosas más que exigen ya una severa reacción de las autoridades. En lo que se ve cómo atajar la delincuencia organizada de alta escuela, hay que impedir al precio que sea, el dominio de los criminales en la vida cotidiana de cada vez más gente, Ya se rebasó el límite de lo inaceptable.
No se sorprenda si el combate a la intolerable criminalidad que padecemos, incluye un acuerdo multilateral (muy robusto y que redefina el concepto de soberanía nacional respecto de esta materia), para enfrentar coordinadamente esta Hidra, porque eso sí es dato fijo en la ecuación: México en solitario, no puede acabar con la delincuencia organizada relacionada con las drogas, el tráfico de personas, el de armas y el lavado de dinero; en todo eso participan bandas criminales que no reconocen fronteras y alcanzan países de casi todo nuestro continente, no pocos de Europa y algunos de Asia. Una parte medular de ese posible acuerdo multilateral, debe ser la vigilancia cibernética global del flujo de capitales en la banca y en transferencias, con bloqueo y hasta incautación automáticos de activos financieros: sin dinero la delincuencia organizada revienta, sin tanto sombrerazo. Y ya está uno opinando de lo que no sabe. Disculpe.
Lo que sí, es que está muy cuesta arriba para doña Sheinbaum, candidata del Presidente a sucederlo, ofrecer seguir obedeciendo al señor de Palacio y convencernos de que con pinceladas de retoque, hay que seguir haciendo lo mismo para conseguir otro resultado. Repite su texto servidor que en esto de recuperar la seguridad pública, no sabe qué se debe hacer, pero sí sabe que eso, NO, eso agravó mucho todo.
Y que doña Sheinbaum no diga tanto que ella disminuyó el problema en la capital del país, pues sus estadísticas están en la polémica, por lo pronto en homicidios, clasificando muertes violentas como “evento de intención indeterminada”. Y si se pone uno a rascarle, se encuentra que no coinciden las cifras de homicidios que informa el Inegi con las del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que reporta cifras menores. Por lo mismo, los que saben, afirman que “existen deficiencias en la forma en que se recopilan y procesan los datos, lo que podría afectar la fiabilidad de las cifras presentadas” (no anda uno inventando, vea: https://cnnnews.co/la-polemica-envuelve-la-estadistica-de-asesinatos-en-ciudad-de-mexico; y varias notas más de prensa, todo está en san Google).
Como sea y llegue quien llegue a la presidencia de la república, el asunto es de la mayor gravedad y México no se puede echar otro sexenio, contemplando como se nos desbarata el país en las narices. Dejemos tan enojoso asunto en remojo.
Pasemos ahora a lo de la pobreza y la desigualdad. Ambos temas se suelen relacionar sin que tengan relación. Imagine un país en que todos sean ricos, muy ricos… aun así, habrá desigualdad porque unos tendrán más que otros; y otro de pobres muy pobres: también habrá desigualdad, siempre hay alguien más fregado. Enfoquemos mejor lo de la pobreza.
La pobreza es difícil de definir. En México se encarga el Coneval, que considera que una persona se encuentra en pobreza si no tiene ingreso suficiente para afrontar los gastos necesarios en salud, vestido, vivienda, transporte y educación, o si presenta al menos una de las seis carencias sociales: rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a seguridad social, calidad y espacios de vivienda, servicios básicos de vivienda, así como el acceso a la alimentación nutritiva y de calidad (nutritiva, parece burla).
Así, resulta mentira que este gobierno ha disminuido la pobreza: en 2018, el 16.2% de la población no tenía servicios de salud y ahora es el 39.1%: 50.4 millones de personas no tienen acceso a la salud, están en pobreza y lo demás es música de viento. Mentiras cuatroteras.
Es interesante que se hable de combatir la pobreza en vez de fomentar la riqueza. México necesita más ricos y así habrá menos pobres. Ojalá todos fuéramos ricos. La pobreza no se combate repartiendo dinero. No es así. Repartiendo todo el presupuesto nacional, $9’’066,045’800,000.00 (9 billones, 66 mil 45 millones 800 mil pesos), entre toda la población mayor de 18 años (unos cien millones de tenochcas), alcanzaría para entregar mensualmente $7,555.04… y seguir siendo pobres los pobres.
Ahora se habla de disminuir las horas de trabajo, el exacto opuesto de lo que debemos hacer: trabajar, trabajar mucho, producir y que el gobierno nomás deje de ser lo que es: un estorbo.
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