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Espacio público y cuarentena: lecciones de Arendt y nuevos escenarios

Espacio público y cuarentena: lecciones de Arendt y nuevos escenarios
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Oswaldo Chacón R.

La cuarentena, el aislamiento y la inmovilidad producto de un fenómeno sin precedentes como la pandemia del coronavirus está impactando todos los ámbitos de nuestra vida. Por obvias razones, sus efectos no escapan a la esfera pública, ese lugar que la maestra Hannah Arendt identificaba como el “espacio de aparición” de lo humano, en la medida que se trata de escenarios en los que las personas deliberan y actúan en conjunto, en el que se confrontan ideas, se busca el entendimiento y la comprensión de las normas, y sobre el que se asienta la posibilidad de una racionalización democrática de la política. Ese espacio necesario para la Acción (política), que permite la intervención de la ciudadanía no solo en la integración de los espacios de poder, sino tambien en el diseño, crítica o transformación de las políticas públicas y las acciones de gobierno.

No estamos hablando de un bien prescindible aún en emergencias tan amenazadoras como la que vivimos. Baste señalar que Arendt pensaba que el ser humano solo se puede desarrollar como tal en el espacio público y que la participación en él es fundamento de su libertad. Es decir, que solo somos libres en la medida en la que contamos con un espacio en el cual participar, por lo que la amenaza al mantenimiento del espacio público en esta coyuntura de confinamiento, podría poner en riesgo nuestra libertad y abrir la puerta al autoritarismo.

La dimensión del riesgo es aún más evidente, si recordamos que para Arendt lo político sólo se pone de manifiesto y se lleva a cabo en el espacio público, es decir, cuando un hombre o una mujer sale a la palestra y se muestra, cuando actúa frente a los demás y se expone. La democracia siempre ha necesitado de este espacio de visibilización, mi querido maestro Fernando Vallespín solía recordarnos en clase que para el historiador helenista Moses Finley, ésta necesidad de contar con un espacio para visibilizarse, de contar con audiencia para sus habilidades retóricas, fue lo que motivó a los aristócratas a transitar pacíficamente hacia una democracia en la Atenas clásica. Esta necesaria visibilidad, que nos convierte en iguales en un entorno político en el que vivimos los unos con y entre los otros, es lo que se puede poner en riesgo en un contexto como el actual, obligados al confinamiento.

Todo proyecto democrático requiere hacer estos espacios de participación formal y materialmente posibles. Por ello es preciso resolver de que manera la esfera pública puede mantenerse en tiempos de cuarentena y aislamiento. La situación de emergencia desactiva la posibilidad de aparecer colectivamente en el espacio público, es decir, el derecho de reunión. La pandemia nos confina a estar en casa, pero Arendt defendía que la democracia era preciso ejercerla en la esfera pública, no vale con practicarla en el espacio privado del hogar. Desde su perspectiva, el aislamiento político puede comportar la completa eliminación de la vida pública y, en los casos más extremos, la destrucción de la vida privada, pues los individuos separados pueden sentir la experiencia, casi inhumana, “de no pertenecer en absoluto al mundo”. Para Arendt el aislamiento “es ese callejón sin salida al que son empujados los hombres cuando es destruida la esfera política de sus vidas…Sólo cuando es destruida la más elemental forma de creatividad humana, que es la capacidad de añadir algo propio al mundo, el aislamiento se torna inmediatamente insoportable…Bajo semejantes condiciones, sólo queda el puro esfuerzo del trabajo, que es el esfuerzo por mantenerse vivo, y se halla rota la relación con el mundo como artificio humano”. Cuando a las personas se les priva de su espacio público se convierten en “hombres en tiempos de oscuridad”, remataba la autora de “La Condición Humana”.

De tal suerte que el peligro es que mientras la curva del virus sigue ascendiendo, la Acción puede quedar congelada. Pero el confinamiento no puede significar la muerte del ciudadano. La cuarentena no debe traducirse en la restricción de nuestra libertad política, la cual radica, en lógica Arendtiana, necesariamente en la conquista reiterada de la res pública, en la habitabilidad de la polis. De manera esperanzadora, observamos que a pesar de las restricciones de movilidad que obliga la pandemia, el espacio público está siendo posible principalmente gracias a las nuevas tecnologias. Por supuesto que esto no es nuevo, desde hace algunos años la innovación tecnológica ha abierto un amplio horizonte de posibilidades en el campo de la participación del ciudadano en la vida pública. El sociólogo Manuel Castells describe este fenómeno como “autocomunicación de masas”. Internet hace posible que un solo individuo pueda generar un mensaje que puede llegar potencialmente a una audiencia global, y sus opiniones tienen un canal de difusión masivo que antes no existía. Por un lado, el potencial de Internet para generar influyentes corrientes de opinión lejos de los canales ortodoxos, ha repercutido en un cambio de actitud de algunos políticos y sus políticas. Por otro, Internet ha propiciado un cambio de actitud de una parte de la ciudadanía que ha pasado a tomar un papel más participativo. Y esta exitosa experiencia previa ha sido de gran utilidad para manetener vigente la vida pública a pesar del aislamiento generado por la pandemia.

Con exepciones, los parlamentos del mundo han podido continuar actividades utilizando las nuevas tecnologías, con ello han ejercido sus facultades constitucionales de control y supervisión, pero tambien tienen la posibilidad de fortalecer los ejercicios de parlamento abierto para escuchar las voces de los especialistas y de la ciudadanía en la discusión de temas torales de la agenda pública. Tambien se explora la posibilidad de garantizar el espacio público electoral aprovechando el avance tecnológico. Desde el intercambio de experiencias y opiniones en varios países se analiza la posibilidad de salvaguardar las elecciones a partir de esquemas de control de salud, pero tambien del rediseño de la forma de emitir y contar el sufragio mediante el uso de las nuevas tecnologías, el voto anticipado y por correo electrónico.

Aún mas relevante es que las nuevas tecnologías están haciendo posible la participación cotidiana de la ciudadanía en los asuntos públicos. Pensemos que el activismo de la sociedad civil por vías distintas al voto, ese espacio público por excelencia, donde los ciudadanos cuestionan y enfrentan cualquier norma o decisión que no haya tenido su origen o rectificación en ellos mismos, también ha logrado mantenerse vigente aprovechando las nuevas tecnologías. Diversos grupos de activistas y defensores de derechos humanos han entendido que el activismo digital resulta aun más importante ahora que en el pasado reciente. Que en medio de esta pandemia, que estemos en casa no significa que no se pueda incidir en la política, de ahí que promuevan el ejercicio de la ciudadanía digital, mediante la participación activa en la web y redes sociales. Por supuesto que no es una situación nueva generada por la pandemia. Las técnicas para visibilizar problemáticas y generar transformaciones sociales han venido cambiando con los años, bien sea en derechos LGBTI, la crisis climática, o la corrupción, entre otras causas. Pero ahora, en un momento en el que no se puede salir a la calle a visibilizar temas y participar, la innovación, la articulación, la colaboración y la estrategia están siendo más relevantes.

Aun es pronto para dimensionar su alcance, pero ni duda cabe que estos movimientos están reinventando el espacio público, lo oxigenan y lo mantienen vigente durante la cuarentena. Por ejemplo, durante la emergencia los colectivos y grupos de feministas han dado una gran lección de como mantener la vigencia del espacio público. Debido a la violencia de género que viven las mujeres en sus propias casas, diversos colectivos feministas convocaron a manifestaciones virtuales el 24 de abril y el 9 de mayo, para visibilizar en redes sociales que muchas mujeres continúan siendo víctimas de violencia durante la emergencia sanitaria del COVID-19. Este movimiento internacional difundió en las redes sociales los hashtag: #VivasYsegurasEnCasaNosQueremos, #AntePandemiaMachistaResistenciaFeminista, #PeligroEnCasa, demandando a los gobiernos acciones concretas frente a la violencia contra las mujeres gestada en el confinamiento en casa por la contingencia sanitaria.

La emergencia está acelerando el proceso de transición hacia nuevas formas de ciudadanía que están desbordado la definición tradicional y que recién estamos comenzando a comprender. Por ello, es necesario repensar la construcción de la ciudadanía como un desafío complejo y urgente de nuestra sociedad, lo que implica redefinir nuestro entendimiento de la democracia (más allá del voto) e incorporar el desarrollo de prácticas de vida en común democráticas y sustentables bajo las nuevas circunstancias, pero tambien fortalecer el proceso de alfabetización digital. La crisis está enseñando a la ciudadanía que su participación en los espacios públicos digitales no se reduce nada más a tener una cuenta en redes sociales o un teléfono en la mano, implica mayor profundidad sobre ciudadanía digital, consumo de información y responsabilidad.

Un buen punto de partida es entender que estamos confinados y que ante ello no es posible que despleguemos nuestra libertad individual, pero no significa que no seamos libres (políticamente) en estas circunstancias. La esfera pública es posible a pesar del confinamiento con el apoyo de las nuevas tecnologías, pero su mantenimiento y fortalecimiento seguirá dependiendo de nosotros. En su clásico libro “La condición humana” Arendt define las tres condiciones de la existencia: el trabajo que asegura la supervivencia, la producción que genera el mundo en el que vivimos y el espacio público en el que los individuos interactúan por medio del debate, y luego actúan. Arendt pensaba que el espacio público había sido usurpado por la imponente llegada a la escena política de los problemas sociales del trabajo y de las necesidades, puesto que todo esto llevaba los hombres a ser un reflejo de los automatismos de la producción y del consumo, quitándoles la posibilidad de debatir y actuar políticamente. Y aquí debemos tener cuidado, porque a pesar de los escenarios de posibilidad que ofrecen las tecnologías, pudieran estarse generando “usurpaciones del espacio público” en medio de la cuarentena. Resulta fácil y muy tentador sumirse en el entorno de la intimidad (de lo doméstico), de la cultura del ocio ofrecida por las plataformas digitales y huir de la responsabilidad que, como ciudadanos, nos corresponde. Arendt nos recuerda que la experiencia histórica al respecto es de graves consecuencias autoritarias, por lo que nos incita permanentemente a tomar la decisión de pensar y actuar. El riesgo de no hacerlo es que otros decidan por nosotros los aspectos fundamentales de la vida en común, y el deterioro del tejido político y social.

La política en democracia, lejos de lo que suele pensarse, es una opción: se realiza o no se realiza, y tal es la encrucijada de participación en la que nos sitúan nuestros complejos tiempos. El gran Octavio Paz nos enseñaba esta lección con la majestuosidad de su prosa, “la democracia no es una dádiva ni puede concederse; es menester que la gente, por sí misma y a través de la acción, la encuentre y, en cada caso, la invente”, y yo agregaría, la reinvente, lo cual se vuelve necesario en tiempos de confinamiento obligado y, afortunadamente, es lo que empezamos a ver.

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