Sr. López
Hace más años de los que es prudente confesar, este menda oyó decir a uno de esos políticos de los de antes que no eran santos -a ratos, pecadores-, pero señores de Estado a tiempo completo: “En política, hay que creer en la utopía, que no existe; luchar por ella aunque sea imposible; sin ideales se naufraga contra las realidades” (no es cita textual, fue hace muy largos años).
La ‘Utopía’, como sabemos, la escribió Tomás Moro en 1516, sobre una república idealizando la de Platón, aunque ya desde por ahí de 3,500 años a.C., los babilonios escribieron sobre Dilmun, “tierra virginal y prístina, donde los leones no matan, los lobos no se llevan a los corderos”, bonito. Luego don Hesíodo enel siglo VIII a.C., escribió ‘Trabajos y días’, que algo se parece a la ‘Utopía’, proponiendo el trabajo como origen de todo bien; también San Agustín en el siglo V, escribió ‘La ciudad de Dios’ planteando la felicidad en la ciudad cristiana. Y después de Moro, varios autores más volvieron con el asunto, le recomiendo se lea ‘La ciudad del sol’, de Tommaso Campanella (fraile sabio cuya vida da para película); y si le sobra tiempo, échese, de Francis Bacon, ‘La Nueva Atlántida’. El punto es que eso de la utopía, es recurrente entre pensadores, por algo será.
O como decía El Tortas (del que no supo nunca su nombre su texto servidor), estudiante que pasaba todas de panzazo: -Saco seises porque estudio para dieces -es cita textual. El Tortas sabía de sus limitaciones y obraba en consecuencia.
Sí, quien aspira a poco queda en menos; quien aspira a todo, algo consigue. Y en política es lo mismo: si se gobierna por inercia, administrando los problemas, aspirando a conservar la situación propia, la de grupoy la de partido, se va al fracaso, pero si no hay rectitud de intención, es peor, entonces se va a la tragedia (caso de estudio, el millón de muertos de este gobierno en estado terminal).
Y llegamos a doña Sheinbaum, que dice y repite frases hechas, hechas por su mentor, que suenan bien, nada más, que ya pensadas levantan cejas. Ayer mismo, reunida con la “dirigencia” de su partido y los legisladores electos de su coalición (Morena, Verde, PT), afirmó: “(…) nos corresponde a todos y a todas los que estamos aquí responder y cumplirle al pueblo de México, no dar marcha atrás a lo logrado (…) debemos de asumir esa responsabilidad, la unidad(…) que representa nuestro movimiento con el pueblo de México (…)”… ¡Ah, caray!
“Lo logrado”… suena a amenaza, ¿qué ha logrado este agonizante gobierno?, cientos y cientos de miles de asesinados; servicio médico en ruinas y sin abasto de medicamentos; abandono del sector educativo a manos de un fétido sindicalismo; corrupción como nunca antes vimos… y hemos visto mucho; opacidad en el gasto; una deuda astronómica; caprichosas obras de costo sideral y secreto. ¿Lo logrado?… solo que se refiera a programas sociales que pagan con dinero ajeno, el nuestro, sin que nadie explique el millón de viejos que sobran en la nómina del Bienestar.
Y de la unidad de su movimiento con el pueblo de México, es grandilocuencia vana. El “pueblo de México” no son los muchísimos casi 36 millones de votos que obtuvo nuestra próxima Presidenta, porque “el pueblo” son más de 132 millones de habitantes de los que 98.5 millones tienen credencial de elector y de esos, NO votaron por ella 62.5 millones, que son muchos más que sus legales votos, que no vamos a discutir su legalidad pero sí su legitimidad que está muy en entredicho y ahora solo la puede obtener por la vía de los resultados de lo que será su gobierno. A la salida nos vemos.
No cabe ese discurso de triunfalismo desaforado, no antes de siquiera tener un día gobernando y mucho menos, presidiendo el festivo evento de ayer, acompañada como estuvo entre otros, por Mario Delgado, Manuel Velasco, Alberto Anaya, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal y el Fernández Noroña, cada uno impresentable en su estilo y cuando menos tres, dignos de ficha roja de la Interpol.
En sentido opuesto a sus galanos dichos están sus hechos, los actuales que están a la vista de todos, aunque se andan fijando en estas cosas muchos menos de los que uno imagina: la gente no se ocupa de estos menesteres, por increíble que parezca (si lo duda, recuerde que las encuestas de Morena encontraron que la mitad de la población no sabía que hay una iniciativa para dinamitar, perdón, reformar el Poder Judicial).
Los hechos de doña Sheinbaum hasta el momento son de anemia política, de absoluta sujeción a quien le entregará la banda presidencial, el señor de la incontenible verborragia, Andrés Manuel López Obrador que padece una logorrea que ni con dosis masivas de penicilina se cura. Y a ese señor dominado por su narcisismo incurable, le importa un pito debilitar a su sucesora, complicarle la transición, dificultarle su asunción al cargo; para él todo se trata de él y dejar muy claro que manda él. Que aproveche.
Doña Sheinbaum tiene obligación de aspirar a la utopía (pero que no lo ande diciendo), y de tomar las riendas de su gobierno en sus manos, aunque se enoje y haga berrinche su mentor: a ella es a la que le van a estallar los problemas en su escritorio, en su cara. Y no tendrá excusa, sí ganó con más votos que nadie antes y va a tener suficientes legisladores y gobiernos estatales, como para acomodar las fichas del terrible dominó de la política, como le venga en gana.
Es su compromiso y siendo mujer, este junta palabras, alberga esperanza que lo asuma y le cumpla al país para el bien común, sin reformar leyes para aplastar a sus opositores políticos y otorgar gracia y perdón a sus correligionarios y a la gavilla que saqueó el erario en este gobierno.
Si no actúa aspirando a la utopía, buscando de veras el bien común, sin partidismo, sin dogmatismo, sin remedio caerá en el antónimo de la utopía, la distopía, la sociedad alineada, fracturada y con un mucho mayor control territorial de la delincuencia organizada,dejando un México condenado a escapar del futuro.