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En Chiapas, ni se escucha, ni se atiende y menos se cumple

En Chiapas, ni se escucha, ni se atiende y menos se cumple
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En la Mira
Héctor Estrada

El malestar social generado por el podrido e inoperante entramado gubernamental de Chiapas se ha convertido en un polvorín de inestabilidad permanente y estallidos constantes. Y los ejemplos sobran. Este jueves fueron los habitantes de Ocozocoautla quienes, ya muy desesperados, terminaron por tomar la Presidencia Municipal, quemar las instalaciones del ayuntamiento y atar a tres funcionarios sobre la vía pública para manifestar su hartazgo ante el incumplimiento del gobierno municipal frente al grave desabasto de agua potable.
Las imágenes resultaron escandalosas e incluso hubo quienes señalaron excesos por parte de los manifestantes, exigiendo la aplicación de “todo el peso de la ley”. Sin embargo, las lecturas sobre casos como el de Ocozocoautla están más allá de lo superficial. Expresan a gritos el “caldero de inconformidades” en que se ha convertido Chiapas durante los últimos años. Una entidad huérfana, ultrajada y enardecida donde los problemas se suman día con día.
Y es que, si bien en Chiapas los conflictos sociales siempre han sido una constante evidente, el desastre gubernamental encabezado por Velasco Coello durante los últimos cuatro años ha terminado por multiplicarlos de manera acelerada. No ha habido rubro en el que los escándalos de corrupción, inoperatividad, abuso de poder y/o violaciones a los derechos constitucionales hayan faltado.
Ahí está también el problema en el sistema de salud estatal donde el desabasto de medicamentos y el despido injustificado de personal dieron la nota este mismo jueves. De acuerdo a las denuncias públicas, fueron un total de 14 trabajadores (entre médicos, enfermeras y personal administrativo) quienes fueron cesados de manera intempestiva por salir a denunciar el desabasto de insumos que desde hace varios meses afecta a los hospitales de la entidad.
Advirtieron el inicio de una huelga de hambre a las afueras del Hospital Regional Rafael Pascacio hasta que sean reincorporados a sus fuentes de trabajo en las que, muchos de los afectados, tenían más de 10, 15 o 20 años laborando. Son, sin duda, víctimas de la peor de las respuestas gubernamentales: la represión. Esa ya tan usual dentro del actual gobierno verde para amedrentar inconvenientes que simplemente no puede o le interesa resolver.
Hoy es Ocozocoautla y los trabajadores del hospital regional, pero se trata ya de una sintomatología generalizada en otros tantos municipios y sectores productivos de la entidad. El “hartazgo reventado” en Ocozocoautla es una situación latente en más municipios chiapanecos, donde la carencia de obras, programas y resultados son prácticamente inaguantables. Se trata de ayuntamientos sin legitimidad que, arrastrados por el repudio al gobierno estatal, se han desplomado muy prematuramente.
Ya antes han sido los empresarios, los transportistas, los pueblos indígenas, los productores agropecuarios, el magisterio, la población LGBT, los grupos defensores de derechos humanos y los agraviados por los fraudes electorales, entre otros, quienes han sido protagonistas de los escándalos provocados debido a las innumerables arbitrariedades del gobierno estatal en turno. La atención a los problemas en Chiapas simplemente ha brillado por su ausencia. No es ni ha sido asunto de importancia para quienes hoy son responsables de la gobernabilidad en territorio chiapaneco.
El entramado gubernamental en Chiapas, bajo el control de Manuel Velasco Coello, está muy lejos del slogan que tanto se pregona en la publicidad estatal. Aquí ni se escucha, ni se atiende y mucho menos se cumple a una ciudadanía hastiada y desesperada que cuenta ansiosa los días para que finalmente concluya la tormentosa administración sexenal.

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