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Elvira Hernández, una invocación al amor / Al Sur

Elvira Hernández, una invocación al amor / Al Sur
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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, Ella es histriónica de nacimiento; se transporta del llanto a la risa con la gracia de una actriz en escena; se sumerge en sus pensamientos y emociones bajo el dominio de la palabra creando un poema; imagina realidades para explorar desde la dramaturgia situaciones y contextos delineando a sus personajes, dándoles voz e identidad propia. Se desvive estudiando psicología como si en ello, se jugase la vida. Defiende los derechos de la mujer desde su propia historia; disfruta promoviendo la cultura como si alguien le hubiese conferido ese apostolado. Y por si fuese poco: canta y baila al son que le pongas.

Parafraseando a Selene Argueta, diré que Elvira es una flor de asfalto que desde las más oscuras cavernas se resistió a mantener sus raíces en los subterráneos de la oscuridad; hizo crecer su tallo hasta romper el asfalto para florecer a la luz del Sol e inspirar a otros a invocar el amor venciendo adversidades. Y aunque corten esa flor, mientras nadie atente contra sus raíces, esa flor renacerá.

Hablamos largas horas viajando entre los subterráneos de su raíces a la superficie de su realidad. ¿Cómo se logra romper el pavimento para florecer?, – le pregunto con café en mano. 

—En el fondo, no todo es fango y lodo. Las aguas más cristalinas las encontré en las profundidades. Bebí de ellas con Sor Juana Inés de la Cruz al leer sus poemas en los libros de texto de la primaria. A la fecha los recuerdo: <En perseguirme, mundo, ¿qué intentas? / Yo no estimo tesoros ni riquezas, y así, siempre me causan más contento poner riquezas en mi entendimiento / que no mi entendimiento en las riquezas. [teniendo por mejor en mis verdades consumir vanidades de la vida que consumir la vida en vanidades.>

Soñaba con escribir como se sueña con viajar a la Luna; un sueño imposible para una niña donde no había libros en mi casa ni nadie que me los leyera; pero en una ocasión, llovió torrencialmente arrastrando la basura hasta mi casa; allá, en la bajadita de El Cedro. Entre el lodo y el agua encontré un libro titulado “Los Antiguos Mexicanos” que trataba de los mexicas que veían a sus dioses voladores y yo me imaginaba ovnis descendiendo a platicar con los humanos. Ese libro me condujo a buscar más libros, a querer escribir.

Escribí mi primer poema a los 13 años y junto a él, una obra infantil de teatro para la escuela sobre la conservación del medio ambiente. Ahí descubrí que la poesía es una llave de libertad para expresar mis emociones y fui guardando mis textos en una cajita de madera, lejos de la vista de mis padres. Aprendí que detrás de las palabras escondemos lo que callamos o lo que podemos expresar de otro manera, es un diván, un confesionario.

Con los años, me decidí a escribir teatro. Para ello, acudí a Puebla al Seminario Intensivo de Dramaturgia dirigido por Pilo Galindo Ahí, conecté con la maestra de poesía quien seleccionó 5 de mis poemas que se publicaron en la antología “Arenas Movedizas en Puebla. [2018]

Cuando decidí publicar por mis propios medios mi libro “Invocaciones de Amor“, me debatía entre reparar mi automóvil o pagar la edición. Fue Federico Gutiérrez quien con su estilo agridulce me motivó a publicar y más tarde, cuando le presenté a mi hijo literario, me abrió las puertas de la Casa de los Cortes para la primera presentación. También le debo el impulso a  Pedro Guadiana quien de forma dulce y tierna me brindó seguridad para realizar mis sueños guajiros. Ellos dos me impulsaron a recopilar, depurar y elegir mis textos para imprimirlos. Con el prólogo de Mario Escobar; la portada que yo deseaba con una Luna de noche y una copa de vino, la Editorial De Aquí a la Luna concretó mi sueño.

—¿Le temes a la crítica?

Ya no. Después que el maestro Molinari me compró el libro y me comentó: <la poesía, mmmm, pero el teatro muy bien>, le perdí el miedo a cualquier crítica. Y lo digo con humildad, cosa que valoro como una de sus enseñanzas. ¡Fíjate!, en una ocasión, me pide un cuento y escribo el de Miauricio Tejado. Trataba de un gato violinista que por las noches tocaba sobre el tejado. Una de esas noches guarda el violín bajo las tejas y cae al suelo. Un ratón le indica dónde está. Pues, en esa linea, el maestro Molinari me increpa: <vos, como creés que un gato sería capaz de hablar con un ratón.> Pues se trata de un gato sensible y humilde, le respondí. <Reina, ya me fregaste>, me dice el Maestro Molinari a quien admiro y respeto. 

Escribo obras de teatro por mi necesidad de controlar la vida, donde yo quisiera que algunas cosas sucedieran como yo quiero que sucedieran y que el final, fuese a mi gusto porque la vida real no es así; pero en el teatro la vida puede ser hermosa; y refleja lo que sentimos, anhelamos  y pensamos creando otras realidades en el escenario. Mi hermana dice que si me quiero casar, lo haga en el teatro donde pueda controlar mi propia realidad con un escenario perfecto. 

—Platícame del monólogo “Voces” que condensa el Ser de mujer.

—Voces es una obra melodramática donde abordo las emociones de las mujeres en 4 tiempos: conflicto de lo que debe ser; lo que aprendiste a ser; de lo que no quieres ser; y lo que quisieras ser. 

Entre múltiples obras teatrales, Elvira Hernández ha puesto en escena temas sociales dirigidos a niños y jóvenes como el de ese ogro que regala tableta y celulares, porque no le gusta el olor de los niños y quiere mantenerlos quietos, que no piensen ni sueñen. Flores para Sofia trata de las adicciones: <de cómo te degradan; se descompone tu alma, tu cuerpo y lo que está alrededor de tu cuerpo>. 

Sus poemas en Invocaciones de Amor, expresan anécdotas propias y ajenas. “Las mujeres no hablamos de nuestras duras e íntimas experiencias, y cuando me atreví a comentar con algunas de ellas, descubrí que no estaba sola en esas situaciones que atravesamos las mujeres. Así que las plasmé en mis poesías”

Las raíces de Elvira Hernández salieron de la oscuridad; su tallo fuerte y largo, rompió el asfalto y brotó la flor. Empezó a florecer; flores que de pronto arrancan y vuelven a renacer. Su poema Crepuscular parece expresarlo: <A esta hora de la tarde, mi alma se abre a los colores de la tierra. Aquí, frente al amarillo solar, mi corazón tiembla de paz crepuscular>“.

El libro fue aceptado con importantes invitaciones para ser presentado; primero con Federico Gutiérrez en Casa de los Cortes; después con Angelica Altuzar en la La Trinitaria. Con Gilberto Rasgado en la UVG. Flor Gómez Cruz lo presentó en la UNACH de Las Margaritas. Olivia Bonifaz en Alva Café. Arturo Guillén en el Museo Belisario Domínguez. A esas celebridades, se suma la promoción en el programa de Berenice Vázquez.

Elvira cuenta con mucho material por publicar como la cacería de fantasmas con su hijo o esa novela inconclusa “que quizá, jamás escriba”, me lo dice esbozando una sonrisa picara. Elvira canta, actúa, escribe, compone, baila… y en ocasiones, ríe, llora y grita; todo ello, como una cuestión de amor.

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