Jorge Alfaro
Mi hermano Luis compró volkswagen, modelo 72, con la intención de tunearlo y se lo llevó a su amigo hojalatero y pintor.
Poco a poco le compró salpicaderas, puertas, un motor nuevo, sillones, tapicería, rines, etcétera, y al cabo del tiempo lo transformó completamente.
Orgulloso de su obra, lo presumió con la familia. Mi hermano Hugo le comentó que mejor se hubiera comprado un modelo más reciente y se hubiera ahorrado trabajo y tiempo, pero mi hermano Luis se defendió diciendo: “Sí, pues, pero disfruté mucho el arreglarlo poco a poco, hasta que quedó a mi gusto!”.
Yo le comenté que ese carro ya no era el que compró pues, del “original” ya solo le quedaba la estructura compacta. Esto nos llevó a plantear un dilema filosófico y nos preguntamos si todavía era el mismo auto o no. Y si lo ya no era en qué momento de tantos cambios había dejarlo de serlo.
Mientras tanto, su amigo hojalatero guardó todas las piezas que le cambiaron y después compró en un yunque, en un deshuesadero, el compacto de un volkswagen que se había quemado y poco a poco fue armando un vochito “nuevo”.
Ahora está vendiendo un volkswagen, modelo 72, clásico, en un buen precio.
Me preguntó: ¿Cuál es el auto original?, ¿en qué momento el primero dejó de serlo?, ¿en qué momento el otro a llegó a hacerlo o no?, Si nuestras células se renuevan constantemente y en un tiempo aproximado de 7 a 10 años se estima que la renovación es total ¿Seguimos siendo los mismos?
