Jorge Castorena
Ciertamente el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador no se equivocó cuando dijo que lo que el país necesitaba era abrazos no balazos. Cualquier ser un humano con un grado de conciencia entendería que la violencia no puede combatirse con más violencia. Está debe ser combatida con abrazos, de cultura, de empatía, de justicia social, de reivindicaciones históricas y sociales, de arte. De humanidad.
En este sexenio tuve el privilegio de trabajar y construir un nuevo proyecto, que a todas luces fue exitoso, llevarle cultura a los trabajadores de la Secretaría de Cultura Federal, aunque parezca increíble, fue la primera vez que los compañeros trabajadores administrativos tuvieron acceso, desde sus centro de trabajo, a conciertos (de todos los géneros musicales), espectáculos, exposiciones fotográficas y de pintura, acceso a eventos deportivos (desde lucha libre, futbol americano, hasta beisbol), talleres para escribir, fotografía, alianzas y convenios con diversas embajadas del mundo.
Con esto logramos salir de los peores lugares de clima laboral dentro de una dependencia, hasta los primeros lugares. Es decir, demostramos que con cultura y arte podemos mejorar las condiciones laborales, y estoy seguro de que, en la misma sintonía, podríamos hacerlo en los diversos estratos sociales a lo largo y ancho del país.
Tampoco soy ingenuo para pensar que sólo con cultura podemos transformar las relaciones delincuenciales que azotan a nuestro país. Pero si soy lo suficientemente serio también para saber que, con una política seria, comprometida, madura, la cultura y las artes sirven, no sólo para cambiar la estética, la moda, la belleza, sino que también sirven para generar fuentes de acceso a capital, de crear industrias, no sólo turísticas, sino de pequeñas empresas, comercios dedicados exclusivamente al arte, a su exposición y comercialización. Bandas de música, de todos los géneros, desde la sinfónica, hasta el blues, el corrido, el rock, el ska, con discursos sociales, que no enaltezcan al narcotráfico y a su modo de vida banal y superfluo.
El estado mexicano nunca ha visto en la cultura su verdadero potencial transformador, más allá del discurso cursi y políticamente bien visto.
La mayoría de los artistas con los que he hablado, y que saben que las políticas culturales en nuestro país deben cambiar, aceptaban que el primer piso de la Cuarta Transformación tenía como prioridad el combate a la pobreza y a la corrupción, que los esfuerzos del gobierno estaban conducidos en ese sentido, y que debían estar enfocados en esa pelea.
Pero el segundo piso de la Cuarta Transformación tiene la obligación y la necesidad de ver en el arte y la cultura a un aliado en la lucha contra el fascismo, contra la derecha retrograda, contra de las salidas fáciles del vicio y la corrupción.
Tenemos una presidenta que en múltiples ocasiones se ha pronunciado a favor del arte y la cultura, esperanzadoramente ha dicho que quiere integrar a la educación básica y media más de estas actividades, tan necesarias para el desarrollo del ser humano.
Porque, así como el arte y la cultura procuran la transformación de los educandos en seres más conscientes, mas empáticos, más solidarios, más humanos. Con una capacidad de embelesarse con la vida misma, también debe ser considerada desde su punto de vista de generadora de bienestar, de fomento al empleo, de los lugares que no cuentan con los suficientes recursos naturales para ser tomados en cuenta como turísticos, el arte y la cultura subsanan el tejido económico.
La necesidad de ver a estas actividades como un bien social y económico deben ser una prioridad para este nuevo gobierno, para entender a los artistas, a y a la economía que se mueve entorno a esto, como verdaderos aliados y ya no como una beca a fondo perdido, la relación Estado artistas debe cambiar a una relación laboral donde todos salgamos beneficiados por las divisas creadoras que el arte y la cultura generan y generarán.
En el próximo artículo ahondare más sobre el tema desde una perspectiva económica y de bienestar