Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen,
Dice el refrán, ”de la moda, lo que te acomoda”. Bajo este criterio, lo que acomoda a una mujer es sentirse cómoda y linda. Así, con esta duda, recurro a Amanda, experta en minifaldas, para conocer su opinión, sin pretender generalizar.
—Amanda, ¿por qué te agrada tanto la minifalda?, le pregunto en la cafetería adonde llega con una chiquillada tableada.
—¿Por qué no? Mi abuela y mi madre la utilizaban con toda naturalidad en los años 60 cuando Mary Quand y André Courrèges la impusieron como un símbolo durante los movimientos de liberación femenina. Nació como un signo de rebeldía que pronto, se convirtió en un estilo de vida en esa década disruptiva, donde la revolución cultural introdujo con rebeldía, trascendentes cambios en el arte, el pensamiento, la sexualidad, el concepto de libertad y autoafirmación individual. De niña, el colegio me obligaba a bajar el dobladillo, pero apenas salía de clases, me la doblaba sólo para joder a las monjas.
—Amanda, han pasado muchos años desde entonces y tú sigues usando minifaldas en cualquier lugar y ocasión. ¿Sigue siendo por joder?
—En mi opinión, cada mujer la utiliza por distintos motivos; algunas por lucir sus piernas bien formadas; quizás, otras, lo hacen por provocar o llamar la atención o sentirse empoderadas; en la actualidad, se han popularizado, con cierta vulgaridad, entre algunas influencers como una forma de atraer seguidores; tampoco las juzgo, cada quien sus gustos. Sin embargo, para mí, la minifalda debe lucirse con dignidad, elegancia y naturalidad como un estilo de vida, más allá de una simple moda que desaparece de las vitrinas y al tiempo, regresa sin previo aviso.
En Amanda, la minifalda forma parte de su imagen personal; es difícil verla con un atuendo diferente porque su frase favorita es: “que las luzcas quienes las tengan”. Ella está consciente de tener unas piernas bien formadas, y ciertamente, es su estilo cultivado en su vida personal y pública sin importarle el juicio de los demás, en especial de las mujeres celosas que controlan la mirada de sus parejas.
—Para ti, fue fácil adoptar la minifalda por la época en que la juventud se rebelaba en contra del conservadurismo de los años 50 que exhibían en la publicidad comercial a mujeres amas de casa con vestidos largos, cabellos recogidos y en actitud sumisa donde el machismo imperaba a pesar de los cuestionamientos de las feministas quienes desde lo años ’20 empezaban a cuestionar las prácticas de un patriarcado que desaparecía a las mujeres del mundo.
—Estoy lejos de afirmar que mi gusto por la minifalda surge de mi conciencia feminista. Aunque me afirmo como feminista, ese no fue el motivo en mi caso. En la mesa de la casa, mi abuela se reía de las señoras quienes veían en la minifalda una manifestación de inmoralidad, un grave pecado de la carne. Mi abuela y mi madre escandalizaban a la familia puritana quienes la calificaba de transgresora y provocativa. Para mi abuela, no era una cuestión de edad sino de actitud y mi abuelo, lo aplaudía. La minifalda puede emplearse a cualquier edad; es una decisión personal. Admiro a las mujeres de 60 y 70 años cuyas piernas firmes y hermosas, envidiarían muchas jóvenes afectadas por la mala nutrición.
—Amanda, ¿te incomodan las miradas de la gente cuando te ven entrar luciendo tus piernas?; Amanda suelta una tremenda carcajada, muy propia en ella.
—¡Para nada!, soy una mujer madura; cuido mi imagen y sigo una regla elemental: la minifalda se luce sin escotes. Debes saber combinar las prendas y accesorios para crear un look favorable, lejos de lo vulgar. Admiro a las mujeres que visten de minifalda sin importarles su edad ni su figura; bajitas, altas, delgadas o llenitas. Cualquiera puede lucirla con seguridad sin hacerle caso a los estereotipos, porque cada mujer tiene derecho a elegir libremente lo que convenga a su interés, a sus gustos y motivos. La minifalda es un símbolo de libertad.
Amanda habla sin parar, en tato, me remonto a los recuerdos de aquella época cuando las vitrinas de Liverpool y El Palacio de Hierro se decoraban con maniquís en minifaldas realmente finas; algunas bastante costosas, poco accesibles para la gran masa que sin embargo, Sears las colocó a precios accesibles y a crédito. En aquella época, la televisión introdujo programas como la Discoteque Orfeón a Go Go donde las chicas lucían sus minifaldas al ritmo de los rockeros populares del momento. Junto a este programa, las locutoras y artistas empezaron lucir sus piernas incrementando la difusión de esa moda. En las calles, las jóvenes y maduras caminaban despreocupadamente. Lo más que podría suceder eran los silbidos o los piropos de los albañiles. Le comparto mis reflexiones a Amanda y me responde.
—Si, dice Amanda; eran piropos inocentes comparados con la vulgaridad y ofensivos de hoy. Recuerdo algunos como: “¿Sabes a qué altura te quedan mejor las minifaldas? A dos palmos del suelo”; “¡Qué bien te queda esa minifalda!”; “¡Esa minifalda me está haciendo cosquillas en los ojos!”; “¡Qué piernas más bonitas tienes!”. De ahí, no pasaban. Tampoco eran pretexto para las violaciones o abusos sexuales. En el camión, es cierto, algunos hombres se quedaban atentos para mirar si descubrían algo más que las piernas. Eso era lo más atrevido de aquél entonces.
—Algunas reacciones de los gobiernos han sido controvertidas, Amanda. Recuerdo algunos casos en Sinaloa, San Luis Potosí y me parece que en Guanajuato donde también se prohibió a las empleadas ingresar a las oficinas de gobierno con minifalda con pantalones cortos. En Perú el Congreso estableció en 2014 el famoso “Código de Vestimenta” que causó un gran revuelo en la prensa internacional. Y en enero del 2025, el Congreso ratificó la prohibición del uso de minifaldas a sus trabajadoras junto con pantalones cortos, aliándolo a los jeans.
—Existen muchos casos en el mundo donde las reacciones machistas suelen oponerse a las minifaldas. Incluso esos códigos de vestimenta han sido adoptados por empresas privadas. En México, estas documentadas las prohibiciones en Ciudad Acuña, Coahuila; Huatulco, Oaxaca; Novolato, Sinaloa; Tamaulipas. En la Ciudad de México, Ebrard revocó la medida. Las mujeres son libres de elegir su vestimenta sin el peso de estereotipos: una falda larga es monja, mentira; usa traje sastre, es empresaria, mentira; viste ropa folclórica, es indígena, mentira; usa minifalda es prostituta, mentira. Yo renuncié a una empresa donde los misóginos pretendían prohibirme el uso de mis minifaldas. ¡Faltaba más!.
Como sea, Ana Karen, la minifalda llegó para quedarse y aunque la moda es cíclica, cada mujer es libre de elegir su vestimenta sin presiones sociales, y esa libertad de elección es una cuestión de amor.
de