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El secreto de la posteridad / A Estribor

El secreto de la posteridad / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor

A Juan José Rodríguez Prats
A José Antonio Molina Farro
A Placido Morales Vázquez
A Javier Espinosa Mandujano

Desde niño me acostumbré a acompañar a mi padre metido entre las platicas de los mayores. La política ocupaba un lugar predilecto en esas conversaciones. De ahí aprendí a apreciar la madurez intelectual y la sabiduría a la que solo se llega con el paso del tiempo y los avatares de la vida.  Solo observaba y escuchaba. De ahí me nació un gran interés no por ser político sino por la política. Un bien mayor a veces menospreciado por quienes con sus actos la han vilipendiado. No hacían política. Creían hacerla.

La política es una ciencia, un arte, una pasión, una devoción, por la que se entrega la vida. Mi padre decía: “Si quieres hacer política, tienes que leer, pero leer mucho… aprender de historia, filosofía, ciencia política, de los antiguos pensadores, de los grandes estadistas… solo así puedes aspirar a ser político”.  Por eso desde muy joven me apasionó la lectura. MI padre tenía una extensa biblioteca y yo me daba un festín con ella.

El profe Chema, José María Jiménez, un gran orador. Mi maestro de Lectura y redacción. Su timbre de voz y esmerada elocuencia eran -y son- excepcionales. En aquella época existía la materia de etimologías grecolatinas, impartida por el profesor Víctor Sánchez, que nos permitió descubrir el origen y significado de las palabras.  También aprendimos de los clásicos, la novela y la poesía mexicana. Recuerdo a “María” de Jorge Issacs. ¡Si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto me probará que la he cumplido fielmente!.

El temperamental poeta Salvador Díaz Mirón, periodista y político. ¿Alguien se libró de declamar Mamá, soy Paquito; no haré travesuras?  O el laureado poeta y diplomático, Amado Nervo, cuyos funerales tardaron seis meses en su traslado a México. Fallece recién nombrado embajador en Uruguay a los 48 años. Pero ya era reconocido con el gran poeta mexicano. Es homenajeado por el gobierno de ese país y después llevado en barco a Brasil, República Dominicana y Cuba. Finalmente, el buque Uruguay llegó a Veracruz escoltado por barcos venezolanos, brasileños, argentinos y cubanos que lo acompañaron en el viaje. Un evento multitudinario como ninguno y un postrer epitafio: “Vida, nada me debes / Vida, estamos en paz”.

Como olvidar a Juan de Dios Peza con sus “Fusiles y Muñecas”. Un niño jugando a ser soldado y una niña soñando con ser madre:  Juan y Margot, dos ángeles hermanos, Que embellecen mi hogar con sus cariños, Se entretienen con juegos tan humanos, Que parecen personas desde niños… Ya delira Margot por ser anciana, Y Juan, que vive en paz, ama la guerra.

La novela política mexicana y un régimen que censuraba veladamente no fueron impedimento para que un joven escritor y periodista, aficionado al box, Luis Spota; escribiera una serie de libros “La costumbre del poder” donde se pintaban de pies a cabeza sin mencionar nombres, no solo los usos, sino los hombres del poder. Las entrañas de la clase política mexicana. Retrato hablado, Palabras mayores, Sobre la marcha, el Primer día, El rostro del sueño y la víspera del sueño.  Un poco antes “Casi el Paraíso” una magnifica novela.

Ya en la universidad un ladrillo de 800 páginas, la genial novela de Taylor Caldwell, La Columna de Hierro. La extraordinaria vida de Marco Tulio Cicerón, el abogado, el orador, el político y brillante pensador romano. Cónsul de Roma, defensor de la República, incomodo al poder y por eso asesinado. El eterno conflicto entre la razón y el poder, la palabra y la fuerza. “El buen ciudadano -decía- es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes”.

Colón zarpó del puerto de Palos como Almirante de la mar océano y “todas las tierras que descubriese” titulo otorgado por los Reyes Católicos. Se armó con un sextante y tres Carabelas convencido de alcanzar el lejano oriente y Las Indias atravesando el océano Atlántico hacia el oeste. No tenía la certeza de la distancia ni el tiempo que ocuparía en tan extraordinaria hazaña. El capitán Fernando de Magallanes tiene la osadía de circunnavegar la tierra hasta la tierra del fuego en el extremo sur de América. Su expedición cruza el océano Atlántico, el Pacifico y el Indico. El muere sin ver su sueño.  Juan Sebastián Elcano, lo sustituye, cruza el Cabo de Esperanza y concluye la proeza llegando tres años después a Sevilla con solo 18 de los 239 tripulantes.

Así es la travesía de la lectura. Un mar insondable, un canto de sirenas, un cielo infinito surcado por estrellas fugases, un viaje en el Kon Tiki. Un privilegio que te da la vida de conocer otras vidas, viajar en el tiempo, explorar inhóspitas tierras, descubrir civilizaciones, conocer al hombre, admirar a la mujer, aventurarte por los secretos del alma, escarbar en lo más recóndito del corazón, hablar con Dios.

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