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El ridículo / La Feria

El ridículo / La Feria
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Sr. López

 

La prima Tita (Justa de nombre, Justita de niña), era de las de Jalisco y para que me entienda, dejaba hirviendo el asfalto al cruzar la calle y hacía chorrear resina a un poste de telégrafos con medio siglo a la intemperie. Lo malo de Tita era que sabía cómo estaba y lo interesada que era. No hubo pretendiente que aceptara  pues quería uno que fuera rico, pero rico en serio. Para sorpresa de medio estado, la empezó a pretender un señor un poquitín mayor que ella (30 años), que nadaba en oro, como Creso (el Slim del siglo V a.C.), solterón empedernido del que “se decían cosas”, contaba la abuela Elena. Tita, sin hacer caso a decires, lo aceptó y hubo boda, pero regresando de la luna de miel (medio año recorriendo Europa a todo trapo), Tita regresó directo a casa de sus papás, sus papás fueron directo al obispado y luego de algunos trámites médicos íntimos cuyos detalles no interesan a usted, consiguió la anulación. Y decía la abuela Elena sonriendo: -Se lo advertimos pero creyó que haría el milagro… y no, en eso, a la fecha, no hay milagros –y sonreía con sus ojazos verdes.

 

Nuestro Presidente de la república luchó a brazo partido para lograr serlo. Nos consta. Pragmático, ante la implacable acumulación de años de edad, aceptó alianzas y situaciones que no son muy de su gusto, pero París bien vale una misa (como NO dijo Enrique IV, que era protestante pero corriendito se regresó al catolicismo para que lo coronaran Rey de Francia).

 

Así las cosas, de iracundo y tonante, pasó a sonriente y amoroso; repudiando al neoliberalismo con todas las fuerzas que el alma le da, aceptó conservar la macroeconomía nacional dentro de sus cauces. Reprimiendo su deseo de quemar en leña verde a los integrantes de la que él define como “mafia del poder”, les impartió una indulgencia plenaria (“amnistía”), porque todos esos, si se sienten amenazados, se juntan sin tener que ponerse de acuerdo, y como son muchedumbre, aunque él es buen gallo, contra tantos no iba a poder; pero a cambio, propone con absoluta honestidad, que impedirá de aquí pa’l real la corrupción (ya lo pasado, pasado, cantaba José José), que no es poca cosa si lo consigue.

 

Nuestro Presidente también pregona el respeto a la Constitución y esperaba poder hacerle unos cuantos pocos ajustes, para hacer realidad algunos de sus proyectos. Ahí va, pero ni es tan fácil ni es tan rápido como desea (los delegados federales plenipotenciarios, la Guardia Nacional, las consultas populares sobre pedido, por ejemplo).

 

Aparte de detalles como los extraños casos de la cancelación el aeropuerto de Texcoco, del Tren Maya, del método elegido para evitar el robo de combustibles a Pemex, y la enigmática permisividad del bloqueo de vías férreas, en general no se puede decir que haya hecho estropicios, refiriéndonos por estropicios a pisarle los callos al tío Sam (que tiene muy delicados los pies), a reserva de saber a qué empresas se les asignarán los bloques petroleros que ahora no serán licitados públicamente sino por invitación (¡olé!).  

 

Por eso llama la atención el pavoroso caso de Venezuela. Nuestro Presidente sostiene con su mejor buena fe que México no debe andar reconociendo o no, gobiernos. Muy bien. Pero el canciller Marcelotzin Ebrard, tenía la obligación de presentarle una baraja de posibilidades, que sí hay, para sin caer en la trampa de desconocer al gobierno de otro país, no aparecer como alineados con Rusia, China, Irán, Turquía, Cuba, Nicaragua, Bolivia y El Salvador.

 

México y Uruguay, en rigor, no están apoyando a Maduro: no toman partido y proponen negociar por las buenas con harta baba… que es precisamente lo que ya está descartado y le debió advertir nuestro Canciller a nuestro Presidente.

 

Invocando nuestra Constitución, bien pudo el gobierno, sin desconocer a gobierno alguno, insistir en la libre autodeterminación de los pueblos -y la importancia de regresar a la normalidad democrática-, realizar elecciones libres y terminar con el desgarriate de tener dos congresos, dos cortes supremas, dos presidentes cuando, por cierto, la única instancia elegida democráticamente -el 6 de junio de 2015-, es la Asamblea Nacional, el Congreso venezolano, que eligió de presidente interino -“encargado”- a Juan Guaidó, con el compromiso de convocar a nuevas elecciones en 30 días; y cuando, segundo por cierto, sobre el tal Maduro pesa una condena del Tribunal Superior de Justicia de su país, a 18 años y tres meses de prisión por su presunta participación en el caso Odebrecht.

 

México con esto, queda ante Latinoamérica y la comunidad internacional, solo, muy solo.

 

Al renegrido tío Sam le importan un pito las acciones internas de nuestro Presidente, pero jamás va a permitir que Rusia y China asienten sus posaderas en América: con lo de Cuba quedaron curados de espantos.

 

Ahora los EUA tiene como Jefe del Departamento de Estado a Mike Pompeo, hombre de la derecha-derecha, que ni el reloj se pone en la mano izquierda; exdirector de la CIA, defensor del espionaje a líderes extranjeros, que propone juzgar y aplicar la pena de muerte a Edward Snowden (el que reveló los sistemas de espionaje de los EUA, no confundir con Assange, el de Wikileaks). Ese Pompeo, del que el diario francés le Monde, el 13 de marzo del año pasado, dijo que “quiere una CIA más agresiva, brutal, despiadada e implacable”. Lindo.

 

Bueno, pues ese señor es con el que innecesariamente se va a subir al ring nuestro Presidente (¡gracias don Ebrard!). No se aceptan apuestas.

 

Ayer a las 17:48 horas, la Fitch Raitings, desde Chicago, bajó la calificación de Pemex y advirtió: “Las dificultades financieras en PEMEX podrían interrumpir el suministro de combustibles líquidos en todo el país, lo que podría tener importantes consecuencias sociales y económicas para México”. Así de fácil. Y si se desmadeja el país, les importa un pito.

  

Lo que no se puede, no se puede: urge el control de daños o de plano echarse para atrás. Hay ocasiones en política, en que lo único digno es hacer el ridículo.

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