Nadia Ruiz
El amor que se cruza una vez en la vida.
Algunas canciones nacen del corazón. Otras, de la memoria. “El Rey Azul”, interpretada por Emmanuel, es ambas cosas: una historia envuelta en nostalgia, inocencia y música. Es una canción que, más que contarse, se siente. Porque habla de esos amores que se cruzan una sola vez en la vida, pero que dejan un eco imborrable.
La inspiración para esta canción surge de una vivencia real que Emmanuel tuvo cuando tenía apenas 13 años. Cada mañana, mientras caminaba hacia la escuela, se cruzaba con una niña que iba justo en dirección contraria: su colegio quedaba cerca de la casa de Emmanuel, y la casa de él, cerca del colegio de ella. Una coincidencia del destino los hacía pasar por la misma calle, casi siempre a la misma hora, en un cruce breve, pero lleno de sentido.
Caminando por la calle, una carta levante…
Como si fuera una escena escrita por el viento, cada encuentro entre ellos parecía una página nueva de una historia que nadie se atrevía a escribir en voz alta.Y en el interior, dos niños se empiezan a querer. Sin palabras, sin promesas, sin certezas. Solo miradas, silencios compartidos y esa sensación que crece sin necesidad de explicarse.
Hasta que un día, Emmanuel reunió el valor. Y no solo le habló: como la música siempre ha estado con él desde pequeño, le cantó. Era su lenguaje, su manera de acercarse al mundo. Le interpretó una pequeña canción y la invitó a salir, con esa mezcla de nervios y dulzura que solo puede tener un primer amor.
Pero la respuesta de la niña lo dejó en silencio:
“No puedo… me mudo mañana a otro país.”
Una historia fugaz. Un amor que no fue, pero que sí se sintió. Años después, mientras componía en el campo, Emmanuel volvió a recordar ese instante. Se preguntó cuántas personas habrían vivido algo parecido: amar en secreto, no encontrar las palabras, dejar pasar el momento. Y fue entonces cuando nació “El Rey Azul”, una canción impregnada de melancolía, de imaginación, de lo que pudo haber sido.
La canción fue lanzada en 1983, convirtiéndose en una de las más recordadas de su carrera. Y desde entonces, cada vez que Emmanuel la interpreta en vivo, lo hace vistiendo un traje azul. No es casualidad: es un gesto simbólico. Es vestir la memoria, representar en el escenario al niño que alguna vez fue y al recuerdo que aún vive en él.
“Y de pronto llega el viento
a tocar en mi balcón.
El silencio sabe a estrellas,
las estrellas al reloj.
El reloj que marca el tiempo
para que te vuelva a ver.
Quizá sea solo un momento,
un instante puede ser.”
Esta estrofa, delicada y poderosa, encierra todo lo que representa la canción: la sensación de que el tiempo guarda ciertos recuerdos con cariño, como si esperara el momento justo para traerlos de vuelta. “El Rey Azul” no es solo la historia de un niño que se enamoró. Es un símbolo de todos esos amores que pasan como suspiros, pero que se quedan viviendo en una canción, en una calle, en una hora cualquiera del pasado.
La canción se convierte en una fantasía viva, donde el recuerdo y la emoción se mezclan. El “rey azul” no es un título, es una forma de sentir. Es ser rey por un momento, porque alguien te miró con ternura. Porque un cruce de caminos cambió algo dentro de ti.
Y como alguna vez leí:
“Lo que ha de ser, será. A su tiempo. Y en su momento.”
Quizá no todas las historias están destinadas a desarrollarse, pero sí a enseñarnos algo sobre nosotros mismos. Algunos encuentros no vuelven, pero nos revelan que amar —aunque sea en silencio— es ya una forma de vivir. Que incluso sin besar, o estar en el mismo lugar… dos almas pueden reconocerse por un instante.
“El Rey Azul” es, en el fondo, una carta abierta al pasado. Una carta que el viento levanta, como en aquella calle donde dos niños se empezaron a querer. Una carta que viaja, que canta, que sueña.
Y que vuelve, una y otra vez, cada vez que alguien se atreve a recordar.
Y con eso basta: una mirada, un cruce de caminos… para ser, aunque sea por un segundo, eternamente rey de un recuerdo.
*** No importa
Si tú
Me miras yo me convierto en un rey azul. ***