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El retorno calculado / Perro negro y callejero

El retorno calculado / Perro negro y callejero
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Carlos Perola Chandomí

  • La tentación del líder y el despertar del pueblo o “sólo voy a recomponer un poquito lo que se descompuso…”

“Nada es tan peligroso como dejar en manos de un solo hombre el destino de todos.”
— Simón Bolívar.

México vive un momento de agotamiento político.
La ilusión transformadora que en 2018 movilizó millones de conciencias se ha convertido en un eco cansado.
Lo que empezó como promesa de regeneración nacional terminó atrapado en las redes del poder que juró desmontar: burocracia, lealtades ciegas, exclusión y una soberbia de Estado que hoy asfixia la esperanza popular.
Pero el poder, cuando se descompone, no desaparece: se transforma en mito.
Y pocos entienden eso mejor que Andrés Manuel López Obrador, quien podría estar preparando su retorno simbólico, no para ocupar un cargo, sino para recomponer su legado y reafirmar su historia.
Todo liderazgo que se asume histórico enfrenta su prueba final en la sucesión.
López Obrador creyó que su autoridad moral bastaría para garantizar la continuidad de su proyecto, pero su elección fue, quizá, su mayor error.
Falló no sólo en la persona designada, sino en el método:
confundió lealtad con capacidad, y al cerrar el círculo de decisión, bloqueó la posibilidad de una renovación genuina.
Hoy el país vive esa consecuencia: el desgaste de un proyecto que se repite a sí mismo, sin alma ni dirección.
Por eso, no sería extraño que López Obrador busque reaparecer para recomponer lo que él mismo deformó, alegando que el rumbo se torció sin su guía.
La tentación del retorno es la misma de todo caudillo que no logra asumir el retiro: corregir sin reconocer que el error fue suyo.
“Falló en lo esencial —en elegir, en escuchar, en permitir que el poder respirara más allá de su sombra.”
La historia de América Latina es un espejo lleno de regresos.
Perón en Argentina, Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia: todos volvieron bajo el mismo argumento —“me traicionaron”—, todos prometieron corregir y todos terminaron prolongando el mismo ciclo de dependencia y desencanto.
El regreso del líder no resuelve nada: aplaza lo inevitable.
Cada retorno posterga la madurez democrática y revive la idea del pueblo como masa que necesita tutela.
Y ese es el peligro que México enfrenta hoy:
recaer en el mito del hombre necesario, cuando lo urgente es el renacimiento de una ciudadanía libre.
El posible regreso de López Obrador se presentará como una corrección moral:
rescatar la esencia de la Cuarta Transformación, reorganizar al movimiento y señalar al “nuevo verdadero sucesor”.
Pero sería una repetición, no una reparación.
Ninguna nación se reconstruye desde las manos que la dividieron.
El problema no fue el heredero: fue el diseño del poder, cerrado, vertical, concentrado en una sola voz que convirtió la esperanza colectiva en propiedad personal.
La verdadera falla fue haber creído que el cambio dependía de una figura y no de un pueblo.
Y por eso, no es López Obrador quien debe recomponer el rumbo: es el pueblo quien debe retomarlo.
México no necesita un nuevo “salvador”, sino una refundación ciudadana.
El pueblo debe limpiar la casa completa, retirar lo que el líder dejó enquistado, desmontar la estructura del control político, del clientelismo disfrazado de justicia social, y del poder moral que se ejerce como dogma.
No se trata de negar lo que existió, sino de superarlo con madurez.
De comprender que la historia no se repite si el pueblo decide escribirla de nuevo.
“No puede recomponer quien creó el laberinto.
No puede corregir quien confundió el camino con su propia imagen.”
La verdadera transformación no será la segunda parte de la obra de un hombre, sino la primera etapa del proyecto de una nación consciente de su fuerza.
La historia latinoamericana enseña que los pueblos sólo avanzan cuando dejan de esperar el regreso de sus redentores.
México no necesita otra cruzada personal ni otro caudillo.
Necesita un despertar popular que sustituya la devoción por organización, el mito por conciencia, y la obediencia por acción.
Y si López Obrador intenta volver, el pueblo debe responder con serenidad y firmeza:
“Gracias por lo hecho, pero ahora es nuestro turno.”
Porque la transformación auténtica no se decreta desde un púlpito político.
Se construye desde abajo, desde el cansancio que se convierte en fuerza, desde la dignidad que ya no pide permiso.
Y cuando eso ocurra, el poder volverá a su dueño legítimo: el pueblo.

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