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El presidente inmune / A Estribor

El presidente inmune / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor A decir del comportamiento del presidente ahora que dio el banderazo para inicio de la construcción del Tren Maya en Quintana Roo, pareciera que no tiene mayor preocupación por contagiarse del temible coronavirus. Se presentó sin cubre bocas a diferencia de quienes lo acompañaron. Hace apenas tres meses seguía realizando giras y apapachando a la gente. Cuando le preguntaron a López Gatell si el presidente no corría riesgo de contagiarse o contagiar, respondió: “La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio, en términos de una persona, un individuo que pudiera contagiar a otros”. Vaya maroma para justificar y a la vez agradar a un presidente que se muestra indolente y a la vez desafiante poniendo en riesgo su propia salud. No hay otra manera racional de entender su comportamiento. Solo que fuera Jesús reencarnado caminando sobre las aguas. —¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo! Les dice a sus discípulos, mientras que a nosotros seres mundanos nos parece decir —¡Qué poca fe tienes! Jair Bolsonaro el populista de derecha, se placea saludando de mano a la gente en plena crisis sanitaria y Brasil vive la tragedia de más de medio millón de contagios y más de 30 mil muertos. En contraste Jacinda Arderm, la primera ministra de Nueza Zelanda, que convirtió en uno de los referentes en la lucha mundial contra el coronavirus. Todo gracias a medidas muy estrictas. Dirigió desde el primer momento y vía remota desde su casa todo el accionar del gobierno. Estableció restricciones fronterizas y obligó a ponerse en cuarentena de 14 días a todo viajero que llegara al país, fuese nacional o extranjero. También prohibió los cruceros en una nación que tiene importantes ingresos del turismo. En tanto en México el presidente López Obrador autorizó por “razones humanitarias” el desembarco del crucero turístico “MSC Meraviglia” con más de cinco mil tripulantes a bordo. Al momento de redactar este texto, México tiene más 93 mil casos confirmados, 67 mil personas recuperadas y más de 10 mil muertes entre una población de 125 millones. Hoy Nueva Zelanda tiene sólo 1154 casos, 1,131 recuperadas y solo 22 personas fallecidas entre una población de 5 millones. 25.5 veces menor que México, cierto. Pero si multiplicamos la cantidad, el equivalente sería de unas 560 personas fallecidas contra las más de 10 mil que hay en México y 29.4 mil personas contagiadas. Apenas el 27 de mayo, Nueva Zelanda dio de alta al último paciente hospitalizado y hasta el momento no se ha detectado ni un solo caso. Uruguay con 3.5 millones de habitantes tiene 825 casos confirmados, personas recuperadas 689 y 23 personas fallecidas y están a poco de reactivar paulatinamente sus actividades. Por supuesto que las variables tienen que ver con el nivel de desarrollo de los países citados en ambos casos. El confinamiento en Uruguay ha sido voluntario y en Nueva Zelanda obligatorio. Ambos países se encuentran ya en una fase de recuperación económica porque el impacto a sus economías fue mucho menor. Nueva Zelanda apoyo de inmediato con fuertes cantidades y sin demora a las empresas y las familias y habrá de salir exitosa de la pandemia. En México no hicimos nada equiparable. Por el contrario, relajamos las medidas sanitarias y se no se apoyó de una manera eficaz a las empresas. Los países citados eliminaron la curva, no la achataron y aquí todavía viene lo peor con un presidente que dice ya la domamos, urgido de reabrir la economía a riesgo de disparar más los contagios. De nada sirvieron las advertencias ni las críticas de los expertos. El presidente parece ser inmune a ellas no solo al coronavirus. Inmune a los reclamos y las manifestaciones. Inmune a las quejas de los sectores económicos y sociales. Inmune a la caída del empleo, la inseguridad y la economía. Inmune a las críticas de la prensa internacional, la opinión de las calificadoras de riesgo, las cifras del INEGI, el Banco de México y hasta su propia Secretaría de Hacienda. Inmune a las marchas de las mujeres y las manifestaciones de rechazo a su gobierno. Inmune a la razón y el sentido común…

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