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París era una fiesta / El palo que habla

París era una fiesta / El palo que habla
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Jorge Mandujano

París era una fiesta, intituló su memorable autobiografía novelada el escritor estadounidense Ernest Hermingway, que de manera póstuma vería la luz en 1964.

De su lado, el poeta peruano César Vallejo habría de sentenciar: Me moriré en París con aguacero/ un día del cual tengo ya el recuerdo (…).

Con todo y ello, no han faltado las voces y reparos de algunas/os —pocos, qué bueno– quienes han lanzado sus dardos medievales contra la Ceremonia de Inauguración de los XXXIII Juegos Olímpicos de Verano París 2024. La supuesta “representación” de La Última Cena, de Leonardo Da Vinci, como botón de muestra. Necear con ignorancia ante la obra pictórica “Festín des Diux”, de Jan Harmensz Van Bijlert, fechada en 1635 y que forma parte del acervo del museo Magnin de Avignon.

En México, el ex futbolista argentino y director técnico Damián Zamogilny (mejor conocido en la cadena TUDN como “El Ruso Zamogilny”), subió a su cuenta de X (antes Twitter): “La inauguración más culera de la historia”. En fin.

Ante todo esto, tan sólo habría que concluir que, a diferencia de los Juegos Olímpicos que anteceden a los actuales, donde las delegaciones de los países concursantes desfilaban sobre los 400 metros de la pista olímpica de cada uno de los estadios sede, en esta ocasión las 205 representaciones,conformadas por 10 mil 500 atletas, lo hicieron en 85 barcazas y a lo largo de los 6 kilómetros del icónico Río Sena. Sin ir más lejos, los franceses no sólo sacaron el teatro a la calle sino la música, el cine, la literatura, la pintura y demás parafernalia del arte y la cultura universal.

Lo demás… es mala literatura.

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