- Para construir este mercado se derribó la ceiba o pochota que durante años fue característica de Tuxtla.
Valente Molina
A raíz de una postal de un mercado en Tuxtla Gutiérrez de las postrimerías del siglo XIX y que ilustra este texto, consigno algunos datos sobre este lugar que era conocido como “Cientopiés”.
Este mercado público construido en 1870 se ubicaba en pleno centro de la ciudad. Entre la recién construida Alameda (así conocida aunque no había álamos) que conservaba viejos árboles de nambimbo y los tradicionales portales. Estaba cercano a la plaza de armas y rodeado de cuatro árboles de zapote prieto.
Para construir este mercado se derribó la ceiba o pochota que durante años fue característica de Tuxtla, también se quitó una fuente por haberse instalado incipiente red de distribución de agua por declive, alimentada desde un depósito abierto.
El nombre de cientopiés (aludiendo al invertebrado miriápodo que tiene muchas patas), se le atribuyó porque esta construcción tenía una serie de columnas que servían de apoyo al techo que tenía tres columnas por cada uno de sus ocho lados, además de columnas interiores que ayudaban a sostenerlo, es obvio que la moderna construcción llamaba la atención de los tuxtlecos que inmediatamente le dieron ese nombre.
Su ubicación en el centro de la ciudad fomentaba el movimiento comercial. El Departmento de Tuxtla tenía 300 ranchos y 60 haciendas productores de maíz, frijol, café, azúcar, añil, henequén, arroz, algodón y gran variedad de frutos tropicales.
Cerca del mercado estaban los más importantes negocios: por el oriente:
El Portal de los Agachados, administrado por Isaac Burguete, Manuel Araujo, Urbano Coutiño, Isabel Carrillo y Esteban Trinidad.
Por el norte: La ferretería y mercería alemana El Globo, de Carlos Meyer.
En la calle del 21 de Octubre:
La miscelánea de Doña Juana Maldonado.
En la avenida El Progreso:
La tienda Cano hermanos, y doblando a la derecha, hacia el portal del frente de la Plaza de Armas:
La Droguería del Comercio”, del Doctor Domingo Chanona.
Por el poniente el depósito de mantas identificado como fábrica La Providencia, de Don Leopoldo Gout y más adelante, la tienda de Víctor Domínguez.
El nuevo mercado surgió a la par de otras construcciones del gobierno, como la nueva fachada a la Catedral de San Marcos con dos torres-campanario; y la clausura definitiva del camposanto por la apertura del Panteón Municipal por el rumbo sur oriente.
Fernán Pavía apunta en su libro “Transformación del centro histórico de Tuxtla”: Tradicionalmente los mercados, siguiendo la costumbre de los tianguis prehispánicos y coloniales, quedaban situados en las plazas mayores. Los malos olores, basuras, encharcamientos y abundancia de insectos, constituían un incómodo problema de salud pública, además de ofrecer mal aspecto a los visitantes”.
Por estas razones El Cientopiés fue derribado alrededor de 1897.
Muchos vendedores cambiaron sus puestos al nuevo lugar que el gobierno y el municipio habían destinado como sitio de comercio en la esquina de la calle Víctor M. flores y la Avenida Hidalgo (hoy 1a poniente y 4a Sur), en donde había ya intenso comercio tanto ambulante como establecido, por ello esta arteria era conocida por los tuxtlecos como “Calle del Comercio”, aunque oficialmente nunca tuvo ese nombre.
Para 1900 (según informe del gobernador Rafael Pimentel), la estructura no estaba completa pues se esperaba colocar una armadura de hierro, por lo que muchas vendimias continuaron en la plaza del Cientopiés y renuentes ante la disposición de trasladarse a la “Calle del Comercio”.
𝑨𝒄𝒆𝒓𝒄𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒊𝒎á𝒈𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒊𝒍𝒖𝒔𝒕𝒓𝒂𝒏
Son parte del acervo de la Sonora News Company, un almacén importante fundado hacia el año de 1886 y que enviaba fotógrafos a todo el país para después vender postales.
En las imagenes se cuentan 33 personas entre hombres, mujeres y niños vendedores. Hay un gendarme municipal a la extrema izquierda con el uniforme del Cuerpo de Fuerza Pública.
Las mujeres tienen vestimenta tradicional zoque con falda y reboso en la cabeza. Una de ellas con canasto cargando. Muchos varones zoques usan sombreros de palma tejida.
Se identifican cargadores chamulas avecindados en Tuxtla, que vendían verduras en cajas de madera que cargaban sobre la espalda, sostenidas con un mecapalli apoyado en la frente del cargador. Uno de ellos tiene un pumpo con alguna bebida.
Entre los niños, dos de ellos muestran corte de cabello a raz de fente, que era hecho por peluqueros locales colocándoles una jícara en la cabeza. A la extrema derecha una niña vendedora de dulces.
Sin duda, la fotografía como fuente histórica es importante, se presenta como una extensión del ojo y de la memoria; y opera en nuestras mentes como una especie de pasado preservado, y convierte el recuerdo en conocimiento.