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El lenguaje

El lenguaje
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Uvel Vázquez

Soy esa alegoría rodeando tu cuerpo bello. Ese rencoroso follaje desmayado a tu paso. Raya de luz larguísima soy en tu vientre. Soy cómplice de tu soledad, de tus gestos cuando te abandonas en la cama, sin nadie. Sólo tu cuerpo gritando, pidiendo consuelo. El ruido del ventilador, el claro de la ventana sucia, las aves que revolotean en el espacio convulso. Fría y larga es la ausencia sin ti.  Frente a mí tu cuerpo es tan inerme. Te siento en mis piernas y tu boca atormentada, siembra rosas en el  camino de mi vida. 

Recomienzo mi andar sobre el país de tu cuerpo. Te abres como la eclosión del universo. Avanzo interminablemente en el mapa de tu cuerpo tan no mío. Me persigue el perro del olvido, aún me sigue ladrando tu recuerdo. Eres sombra de algún amor perdido, de algún hallado. Doblo mi camino, contigo. Abismalmente desaparezco. Absolutamente olvidado de mí mismo.  Tu cuerpo desnudo es combativo, aunque esté rendido. En nombre de la melancolía te llamo mía, exclamo tu cuerpo aquí, cerca de mí. Alumbras, la soledad que me desviste. ¡Qué bella eres cuando sales desnuda del baño y frente al espejo con movimientos sensuales, vistes con la tela más fina tu bello cuerpo caliente, radiante, celestial, despertando deseos infinitos; con gran delicadeza peinas tu cabello oloroso a ignotos perfumes. Me llamas, provocativamente haciendo poses con tu cuerpo desnudo sobre la cama. 

En verdad, te digo, que tiemblan mis manos al tocar su cuerpo encendido, mi corazón con urgencia habla con tus emociones. Te digo amor mío, que me tienes en tus manos, a pesar de mi carácter tan recio, ante tu desnudez, soy un manso cordero, con delicadeza colocas tus bellas y suaves manos perfumadas sobre mis manos tan heridas por el tiempo, frotando mis manos con las tuyas. Voy hacia ti como una ofrenda. 

Nadie cómo tu denuda, desampara, callada, llena de luz, clausurada, abnegada, precisa, absoluta, enamorada, ebria, llena de infinitos deseos, desesperada, marchita entre las paredes. Nadie como tú desnuda a la que amo, a la que espero, a la que busco, a la que persigo; tú eres mi desnuda, la esperada, sempiterna, siempre tierna, siempre ofreciendo tus pechos, tu cuello, tu boca, tu ombligo, tu sexo, tus nalgas. 

Nadie como tu desnuda para arrancar el tiempo, para desprender los gajos de las horas, para ponerme feliz en mi tristeza. Te desnudas, haciendo diferentes poses. Me acercó a ti, profundamente amoroso. Te diviertes conmigo para que olvide la preocupación que me derrumba. Nos quedamos desnudos, hablando de esto y lo otro, riéndonos, mirando la luna que pasa por la ventana abierta. El viento corre entre los árboles de pino. Suenan las hojas, sueña mi corazón a tu lado. Rueda el tiempo con las emociones. Rueda el sol entre nosotros, con minutos ardiendo  por mirarnos, siempre. “No sé si me quieres, o sólo soy tu pasatiempo”, dices acariciándome. “Eres mi casa, eres mi sueño, desde que te conocí. Me enloqueces, amor mío “. Me dices que nada es eterno, que sólo el cielo, la tierra, el mar, el sol giran eternamente. Me dices que te encanta que acaricie tus nalgas con mi lengua, que te muerda muy despacio; que te bese los hombros, el cuello; obedezco a tu fantasía. Me has dicho que te gusta mi olor a tabaco y el sabor de mi saliva y las poses que invento para ser felices. No pensemos en la eternidad, disfrutemos este día, como si fuéramos a morir después.

___Vamos a comer.

___¡Claro!

El sitio es apropiado para estar juntos, apartado de la ciudad. Rodeado de árboles frutales y flores diversas, que nos llenaba de alegría la mirada. Con la gloriosa belleza de tu cuerpo insomne, bailas desnudas en la habitación. Esa habitación nos conduce, nos lleva por lugares ignotos. Desnuda subes al árbol de mi cuerpo. Subes por las ramas de mis brazos y bajas boca abajo por la inmensa playa de mi tórax. Me arrullas como el mar. Secundino Gregorio acabando de hacer el amor. Escribía sin pretender ser un escritor. Lo que necesitaba era liberarse de toda la basura que llevaba adentro.

Secundino Gregorio se pasaba hora largas escribiendo y era feliz, ese ejercicio cotidiano lo hacía ser diferente y soportar el encierro entre paredes por la pandemia. Debido al virus se fue a vivir a la zona costa. 

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