Doña Lupita Meléndez posando para el escultor, Maternidad en Ocozocoautla, Busto de Sonia de la Rosa, dibujo de La Época Negra, boceto de la Diosa del Manglar, El escultor Gabriel Gallegos. Fotos cortesía
Roberto Chanona
Conocí al escultor Gabriel Gallegos desde que estábamos en la secundaria Adolfo López Mateos y vi realizar sus primeras esculturas al lado del maestro Luis Alaminos. Este educador de los artistas plásticos en el siglo XX en Chiapas les dejaba la tarea de hacer el puño de la mano en plastilina y luego lo vaciaban en yeso; también vi realizar un Benito Juárez que aún lo conserva en su taller. Alaminos los introducía a la pintura y la escultura moderna y Gabriel desde muy joven mostró un talento especial para las formas que con los años fue desarrollando con maestría.
Volví a saber de nuestro artista muchos años después a través de una escultora colombiana llamada Isa Restrepo. Ella me visitó en París y me habló largamente del trabajo de este magnífico artista chiapaneco. Cuando volví a México en 1985 él regresaba de una estancia en Oaxaca y nuestra amistad volvió a tomar su cauce. Empezamos a frecuentarnos e ilustró unos poemas de mi autoría publicados bajo el nombre de Confesión. Al mismo tiempo el escultor realizaba una obra monumental en bronce llamada Maternidad que se encuentra en el parque de La Cruz Blanca en Ocozocoautla.
En esas noches de bohemia, Gabriel Gallegos se fue introduciendo en el mundo mágico de Toledo, la sátira de Daumier y lo tenebroso de Goya, para crear una serie de dibujos a lápiz que en mi libro sobre arte titulé “La Época Negra”. Son personajes fantásticos devorados por animales del monte. Estos dibujos son un sondeo al inconsciente del hombre; los personajes llevan en sus cabezas iguanas, cerdos, pescados y la obesidad de sus cuerpos y las cabezas deformes son la muestra de la transgresión de los valores en nuestra sociedad.
De esa época existen tres bustos donde alcanza la madurez como escultor. Se trata del busto de tío Tono, Sonia de la Rosa y doña Lupita Meléndez. Este último es una mujer zapotecaque nos muestra su rostro marcado por los años, la serenidad que dan los mismos, sus trenzas en forma de corona y la manera como nuestro artista suspendió la obra deja ver un dominio del oficio.
En 1987 nuestro artista deja el país y se va a vivir a Colombia. Allá realiza algunas obras como La Caverna, que es una alegoría al mito de Platón. Al personaje principal lo acompañan el ángel de la perversidad, el sable de luz y la piedra filosofal. En el infierno de este ser los demonios lo habitan y lo tientan. También están el Cristo y los hombres quedan en las sombras de la caverna.
El Centro Cultural Jaime Sabines en 1994 contrató a cinco artistas chiapanecos para decorar los muros de este recinto. Gallegos realizó un mural llamado El Encuentro. Son aproximadamente 38 metros cuadrados pintados en acrílico a base de aceite. La obrarepresenta la Era de Acuario y sus personajes pareciera que están en un combate con las sombras teniendo como fondo el azul de los murales de Bonampak. Lo importante es el símbolo del agua: la vida. Bachelard decía, “el ser que sale del agua es un reflejo que poco a poco se materializa: es una imagen antes de volverse un ser, es un deseo antes de convertirse en una imagen”.
Posteriormente ejecutó una serie de Cristos en acrílico y algunos con la influencia del Cristo Negro, muy adorado en nuestra región. Me platica el autor que su inquietud sobre este tema empezó desde que ayudábamos al maestro Gulfrano en la Casa de la Cultura de Chiapa de Corzo. Siempre he pensado que los Cristos Negros son una fusión de Hicalajau (el señor de la noche) con el Cristo. Don Francisco de La Vega, nuestro inquisidor en Chiapas, nos dice en sus Constituciones Diocesanas que Hicalajau era un negro feroz de tamaño natural con siete lechuzas para la adivinación de cada día de la semana. Este Diosmuy temido en Chiapas, en palabras del filósofo Manuel Aceves, es una representación de Tezcatlipoca (El Mancebo Negro) en sus viajes al inframundo y fue visto por última vez en la iglesia de Oxchuc en 1687.
También tenemos una escultura monumental muy bella en el cruce de la carretera a Cabeza de Toro y Puerto Arista. Ahí se encuentra la Diosa del Manglar realizada con una estructura metálica recubierta con maya y polímero. Se trata de una mujer con sus brazos abiertoscomo ramas y de su cabellera brota la fronda del árbol. Me dijo el escultor que se pensaba montar el proyecto original en el estero de Boca del Cielo y que la escultura iba estar a la orilla del agua como los árboles de mangle. Qué lástima que no se realizó el proyecto como lo había pensado nuestro artista; desgraciadamente la dejaron a un costado de la carretera totalmente fuera de contexto.
El Parachico y La Chiapaneca son dos esculturas realizadas en bronce a la entrada de Chiapa de Corzo; también es una lástima que las hayan pintado y no respetaran la pátina del bronce, pero como sabemos a los chiapacorceños les encanta el colorido y les echaron color. Mientras no manden a encalar la pilona, todo está bien.
A la entrada de Suchiapa está el conjunto de El Cálala realizado también en bronce: el gigante, el gigantillo, el tigre y el torito. Tenemos a la entrada de Copoya a La Familia Zoque realizada en el mismo material. Existe un Benito Juárez de ocho metros realizado en bronce en Estación Juárez. La Malinche está a la entrada de Copainalá realizada en polvo de mármol con resina, imitación piedra, de tres metros. Se preguntarán por qué La Malinche en Copainalá. Resulta que don Manuel B. Trens escribió que ella había nacido en Copainalá porque Bernal Díaz del Castillo nos dice que ella nació en Painalá, y como el cronista de la conquista tendía a equivocarse con los nombres autóctonos, se trataba de esa ciudad. Esta teoría la continuó don Fernando Castañón Gamboa en su libro Cosas de Chiapas y de ahí quedó doña Marina como símbolo de Copainalá.
En la Clínica de la Mujer en Tuxtla tenemos una escultura de cuatro metros llamada “Mujer Fuente de Vida” y que es a la vez una fuente dentro del edificio como decoración. Esta obra está realizada con una estructura de acero, polvo de mármol y polímero. La obra es en verdad muy bella, muy moderna en su forma y su concepto: de sus pechos brota el aguacomo fuente de la vida.
Como podemos constatar, el escultor y pintor Gabriel Gallegos tiene una obra muy vasta que es imposible comentar en tan solo un artículo. Pienso que su trabajo bien vale un libro para hablar ampliamente de la obra de este artista chiapaneco. Cuando hablo de un libro, no hablo de un catálogo disfrazado en forma de libro, como han venido realizando de una manera perezosa nuestras instituciones de cultura. Pienso que ya es tiempo de ir cambiando esta visión y editar libros de arte donde se hable seriamente de la obra y la vida del artista eilustrar con fotografías profesionales las obras. Sólo de esta manera lograremos un producto a la altura de cualquier edición de arte en el mundo.