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El discurso de la nueva ERA

El discurso de la nueva ERA
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Manuel Ruiseñor Liévano

Transcurridos 200 años del Bicentenario de la federación de Chiapas a México, coincidentes con el cambio de gobierno oficializado el pasado domingo 8 de diciembre, con motivo de la toma de Eduardo Ramírez Aguilar como gobernador constitucional del estado, no resulta oficioso reflexionar de modo general en torno a la naturaleza, motivaciones y diferencia del discurso político, expresado en cada arranque de gestión en las últimas décadas.

Esto viene a comento, dado a que, desde nuestra particular apreciación, el domingo pasado se hubo roto, de una u otra forma, un elemento consustancial al mensaje vertido en la ascensión al poder por los anteriores titulares del Poder Ejecutivo chiapaneco. Refieren varios analistas del tema, quienes me honran con su amistad que, si ha habido un elemento central en esos discursos de toma de protesta, ese había sido el del reclamo reiterado al gobierno federal en razón del histórico abandono presupuestal en que se recluía a Chiapas cada seis años, lejos de la correspondencia demandada en virtud de los aportes de nuestro estado al conjunto nacional. Llámese energía eléctrica, petróleo, gas, recursos hídricos, con el consecuente perjuicio que esas actividades extractivas, dejaban al pueblo chiapaneco.

Una constante que, en cada mensaje de relevo del poder Ejecutivo, arrojaba una salva de aplausos y reconocimiento popular al gobernante en turno, convirtiéndose de modo casi automático en factor de unidad en torno al nuevo proyecto.

Sucedía así que, la clase política, los sectores privado y social, así como la burocracia, se envolvían con la bandera del reclamo, fortaleciendo al nuevo gobernante que les representaba en una causa histórica y por demás justa. ¿Cómo era posible que después de todas las contribuciones de Chiapas al caudal del desarrollo del país, nos correspondieran con migajas?

Sin duda un juego perverso del poder para investirse de causa y así justificar la inefectividad y aún el fracaso de las políticas públicas, destinadas al mejoramiento social y al impulso a la economía. A todo lo cual, se sumaban los déficits en infraestructura de vías de comunicación como carreteras, caminos, aeropuertos, ferrocarriles y abasto de combustible para la industrialización; es decir, plataformas logísticas para el crecimiento de la economía.

Un caudal de pendientes a los que se agregaban dos aspectos estructurales para el desarrollo: educación y salud. Educación con calidad, pertinencia y cobertura, para la formación de capital humano competitivo, imán y generador de inversión de capitales, que no cuajaba. Salud eficaz y al alcance de todos, para potenciar los cuadros en formación y cuidar la fuerza laboral como un activo de mayor plazo, pero que dejaba a numerosos chiapanecos sin acceso.

Sin embargo, tal y como no había sucedió en décadas previas y hasta hace muy pocos años, la consigna respecto de que el gobierno federal le debía a Chiapas, comenzó a desmoronarse como un castillo de naipes. La realidad era otra con unos y otros datos, las carencias sociales se recrudecían y con ella la extrema pobreza, la cual no ha bajado acorde con indicadores oficiales,

Tal y como lo consigna un estudio sobre el tema, publicado en el año 2019, cuya autoría se debe a Carlos Alberto Gómez Camacho, Baltazar Mayo Mendoza y Jorge López Arévalo: “Chiapas es un estado de contrastes, es un estado potencialmente rico en recursos naturales, pero 76.21% de su población es pobre. No obstante que los últimos dieciocho años, el Estado ha recibido del gobierno federal recursos públicos, aproximadamente más de la mitad que costó el Plan Marshall que sirvió para reconstruir Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial, para acabar con el hambre y la desigualdad. La gran cantidad de recursos públicos enviados a Chiapas vía transferencias y participaciones federales, sirven para sostener la corrupción, el despilfarro y proyectos fracasados. La élite política de Chiapas no tiene intención en cambiar las cosas, pues le es funcional el modelo actual, les permite apropiarse de la renta pública para los pobres, mientras más pobres, mejor para ellos. Se ha desarrollado una mentalidad rentista en todos los sectores de la sociedad” (https://biblat.unam.mx/es/revista/economia-informa/articulo/la-auditoria-superior-de-la-federacion-y-el-mal-uso-de-los-recursos-publicos-en-chiapas).

Desde el 94, consigna en entrevista pública Jorge López Arévalo, (https://www.facebook.com/story.php/?story_fbid=982374208554210&id=205160526275586&_rdr), la federación ha dado a cada gobierno de Chiapas sucesivamente cada vez más recursos. Cerca de 70 mil millones de dólares (de 1994 al 2019), sin que los graves problemas estructurales se hayan combatido con eficiencia. Señala el especialista que se ha fracasado en cambiar la estructura económica, de inversión y del modo productivo, aún a pesar de los programas sociales. Sostiene que esa ecuación debe cambiar.

En esa consideración, la retórica recurrente del reclamo a la federación en el discurso de los gobernantes chiapanecos, unos sí y otros no –la minoría–, fue perdiendo no sólo sentido y sustento, sino oportunidad política y corrección histórica.

He ahí la importancia del discurso de Eduardo Ramírez Aguilar pronunciado apenas hace 3 días. No tuvo el mayor asomo y menos intención de seguir pasando factura a la federación de lo que se ha dejado de hacer a favor del bienestar social y crecimiento d la economía del estado. Asumió la perspectiva histórica de que, en la fortaleza de nuestra cultura y valores humanos, radica desde tiempos inmemoriales la capacidad que como sociedad tenemos de darle vuelta a la tuerca de lo inútil y trocar la acción de gobierno con otro paradigma. Uno que, a diferencia de todos los anteriores, no traspasa culpas, no alienta reclamos estériles, sino que suma en razón de conciencia y realidad. Desde la unidad y sin sofismas. Primero lo primero: Seguridad y paz, y luego trabajo y más trabajo en todas las trincheras del desarrollo humano y social. Para ello hay planes estratégicos, así como el poner a competir a los municipios en materia de buen gobierno y resultados, para hacerse acreedores de más recursos y programas de apoyo social.

Es ganancia que, más allá de la retórica de siempre, el que se halla impuesto en el mensaje político de toma de protesta, convicción y valor civil, lejos de toda manipulación tan al uso antes de su asunción al poder. Hay excepciones, claro está. Pero el hoy impone agenda y la confianza en que el nuevo gobernante, en vez de aturdir a la sociedad, la conduzca e impulse hacia una ruta diferente cuya base es la historia, la fuerza de la cultura y la voluntad política, para concienciarnos que somos capaces de virar nuestro presente para un futuro mejor, más allá de la pretérita querella. Ya veremos.

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