Juan Carlos Cal y Mayor
Conocí al Capitán José Antonio Camacho —el “Capi”, como le dicen todos con cariño— hace ya muchos años. No recuerdo con certeza si fue en Comitán, su tierra natal, pero sí tengo claro que ya entonces era un hombre afable, de trato generoso y sonrisa permanente. Amigo cercano de Eduardo Ramírez y de muchos comitecos que hoy figuran en la vida pública de Chiapas, el Capi ha sido testigo y partícipe de ese trayecto político que han recorrido juntos, con lealtad y sentido de proyecto.
Pero si algo distingue hoy al Capitán Camacho es su compromiso con algo más grande y silencioso: la tierra. Mientras otros se enredan en discursos, él se sube a su inseparable avioneta y, desde el cielo, deja caer bombas de lodo repletas de vida: semillas, barro y esperanza. Es la imagen perfecta de una cruzada sin reflectores, pero con eco profundo.
SEMBRAR CUANDO TODO PARECE PERDIDO
En tiempos donde la devastación avanza y la selva chiapaneca gime bajo el fuego y la tala, el Capi se niega a rendirse. Su método —eficaz y poético a la vez— consiste en lanzar estas bombas de semillas sobre áreas arrasadas por incendios o deforestación. Con las primeras lluvias, esas cápsulas de barro germinan en silencio y empiezan a tejer la alfombra verde que un día cubrió miles de hectáreas de Chiapas.
No es una cruzada solitaria. A su lado, jóvenes estudiantes se suman a la causa. Han aprendido que el futuro no se improvisa: se siembra. También colaboran personalidades como el Contador José Antonio Aguilar, Auditor Superior del Estado, y el influencer Alexis Omman. Porque la conciencia ecológica, para que prenda, necesita manos, voces y ejemplo.
DEL AIRE AL AULA: SEMBRANDO CONCIENCIA
Este año, para conmemorar el Día Mundial del Medio Ambiente, el Capitán llevó su causa a las aulas. No hubo ceremonia oficial ni discursos acartonados. Hubo tierra, semillas, niños y jóvenes formando parte del proceso, entendiendo que restaurar la naturaleza no es cosa de héroes solitarios, sino de comunidades comprometidas.
Hace algunos años, una televisora francesa vino a Chiapas a documentar su trabajo en una serie sobre los lugares y personajes excepcionales del planeta. El reportaje se transmitió en Europa y mostró al mundo que aquí, en este rincón de México, un hombre vuela bajo para tocar la tierra desde lo alto.
POR UNA CAUSA
No es poca cosa lo que está logrando. En un tiempo en que muchos destruyen para figurar, él construye sin pedirlo. Por eso, en días como este, vale la pena decirlo claro: el Capitán Camacho no solo pilota aeronaves, pilota una causa. Una tan urgente como hermosa: la de devolverle la vida a nuestra tierra.
Ojalá Chiapas, que a veces olvida a sus mejores hijos, no tarde en reconocerle como merece. Porque si es cierto eso de que nadie es profeta en su tierra, que al menos aquí quede constancia de que sí hay quienes siembran futuro, incluso desde el aire.
Y como decía Albert Schweitzer, médico, filósofo y humanista: “El único sentido de la vida es servir a la humanidad.” Y servir a la naturaleza es, hoy más que nunca, la forma más noble de hacerlo.