Ernesto Gómez Pananá
Durante la dictadura militar en Chile -dictadura de extrema derecha valga aclarar-, aquel sector de la ciudadanía que estaba en contra de Pinochet, especialmente los jóvenes, popularizaron una canción titulada “El baile de los que sobran”. En su letra, su autor metaforiza respecto del negro y desolador futuro que deparaba a muchos jóvenes desposeídos con escasas oportunidades de ingresar a la educación superior y superar sus condiciones de pobreza: a la universidad ingresan solo jóvenes egresamos de colegios privados que imparten educación de calidad, jóvenes que pueden costear una universidad privada y proveerse lo necesario para continuar estudiando. Todos los demás, textualmente sobran en este baile. De ahí el nombre de la canción. Paradójico y emotivo me resulta que la misma canción que los jóvenes corearon contra Pinochet, la usaron tres décadas después contra el presidente Piñera o, porqué no, también contra el presidente Boric. El pueblo manda. Incluso si no tuviera la razón, es la regla fundacional de la democracia “electoral”.
México es una democracia joven. Quienes tenemos más de cuarenta años podemos dar cuenta de la evolución lenta y contenida de una democracia electoral que pudo romper el monolito de mazazo en mazazo, 1988, 1997, 2000. De un partido único, a la alternancia, a las mayorías compartidas, y aquí se hace necesario precisar que todos estos mazazos previos sumaron indubitablemente a esto hoy gobierna y que se conoce como Cuarta Transformación.
La epopeya electoral y política de Cárdenas, Heberto, Porfirio, Ifigenia et alii en 1988, sumada a la primera alternancia presidencial con Fox, más los paulatinos cambios en toda la parafernalia electoral, produjeron una genuina sensación de evolución democrática, y si, es innegable que la democracia que somos hoy o la que éramos en julio del 2018 es mucho más sólida que la que podíamos presumir en 1982, sin embargo, es preciso también acotar esta evolución centralmente hacia lo electoral: las élites que durante décadas tenían el control profundo de las decisiones en México seguían siendo las mismas, nada más que edulcoradas, más pulcras y ahora legitimadas por una democracia electoral en la que se movían con comodidad, como entre iguales. Una minoría blanca gobernado, regulando y decidiendo en un país de mayoría pobre y de piel color cobre.
En 2018, gracias fundamentalmente a la decisión de la mayoría del electorado pero también desde luego gracias a las herramientas que el aparato electoral fue instrumentando, pasamos de la alternancia ahora hacia algo que sonaba más a izquierda. Ya conocíamos el “centro amplio” del PRI, la derecha del PAN y ahora tocaba probar seis años de López Obrador. Así es la democracia electoral.
¿Qué vino después de ese dos de julio de 2018? Un sexenio completamente inédito. Si la elección del dos de junio del año actual valiese como termómetro para evaluar el desempeño de AMLO como presidente, reitero, bajo la óptica de la democracia electoral, en elecciones organizadas por el actual INE, el resultado es nuevamente un tsunami como el del 2018, arrollador. La mayoría ve con entusiasmo y buenos ojos lo que AMLO hizo y lo que Claudia propone. Sin presuponer que esta evolución es perfecta ni mucho menos, un sexenio más con Morena, por determinación mayoritaria, permite, y aquí aterrizó, permite el espacio para una nueva élite que a su vez ha abierto espacios a otras prioridades; una élite que antes que mejor o peor, de entrada está mirando otros problemas y procurándoles soluciones; una nueva élite que abre la pista para que esta vez bailen quienes históricamente habían trapeado la pista, levantado las botellas o cuidado la puerta. Es tiempo de que bailen quienes habían venido sobrando ¡Música banda! ¡Que en la pista quepamos todas!
El baile de los que sobran: https://open.spotify.com/track/15T3otpUnJKin5njR8x0Tx?si=mw3W4mlsTCuOgeZcEGeLlg
Oximoronas 1. Pasada la elección, viene la reconciliación. Favorable señal que Don Claudio X. González reconozca que no seremos Venezuela, ni Cuba ni tampoco Nicaragua. Ni el gobierno ni la sociedad mexicana son infalibles ni inmaculados, pero por lo pronto, en seis años no nos fuimos al barranco, dicho por el líder opositor.
Oximoronas 2. Es simpático ver como algunos de quienes afirmaban que con AMLO nos iríamos al barranco, ahora matizan aunque sin dejar de insistir en que para allá vamos. Paciencia y objetividad señores: en seis años no desbarrancamos. Este país resistió seis años de Fox, seis de Calderón, seis de Peña y también seis de AMLO. Hasta desbarrancarse requiere tiempo.
Oximoronas 3. Estupenda señal la de los primeros nombramientos de la próxima presidente; combo ganador: reconciliación con Marcelo, guiño doble a la UNAM, continuidad con cambio y sin ruptura.