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El AVE y el tren Maya: dos formas de hacer las cosas / A Estribor

El AVE y el tren Maya: dos formas de hacer las cosas / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor

El 21 de abril de 1992 se inauguró en España la primera línea de alta velocidad entre Madrid y Sevilla. El AVE se convirtió desde entonces en referente mundial de ingeniería, eficiencia y seguridad. No solo alcanzaba velocidades de 330 km/h —que en su momento parecían futuristas—, sino que durante 25 años no registró un solo accidente. El primero ocurrió recién en 2017, y se debió a la fatiga de un desvío en la vía, no al tren ni al sistema.

En términos de inversión, aquella obra representó unos 6,800 millones de dólares a valor presente, un costo elevado pero razonable para la magnitud de lo logrado y los beneficios que aportó a la movilidad de toda una región.

EL CONTRASTE CON EL TREN MAYA

El contraste con el llamado Tren Maya resulta inevitable. Con un presupuesto de 25 mil millones de dólares, casi cuatro veces mayor que el AVE en su momento, lo que México obtuvo fue un tren que corre a 160 km/h —la mitad de velocidad— y que, a tan solo un año de su inauguración, ya acumula tres accidentes y fallos de operación.

Un récord, pero en el sentido inverso: un símbolo de improvisación y de prisas políticas más que de excelencia técnica. Mientras el AVE nació como proyecto estratégico de Estado, el Tren Maya se impuso como capricho presidencial, sin estudios previos completos ni una planeación integral de largo plazo.

LA DEVASTACIÓN ECOLÓGICA

A esto se suma un aspecto aún más preocupante: la devastación ecológica que la obra ha dejado en la península de Yucatán. Se talaron selvas milenarias, se fragmentaron ecosistemas y se vulneraron cuevas y ríos subterráneos que constituyen uno de los patrimonios naturales más valiosos del país y del mundo.

Investigadores han advertido que la construcción sobre los suelos kársticos, frágiles y porosos, amenaza no solo a la biodiversidad, sino también al equilibrio hídrico de toda la región. Lo que se presenta como motor de desarrollo turístico, deja detrás un saldo ambiental que tardará décadas, quizá siglos, en repararse.

DOS EMBLEMAS OPUESTOS

El AVE fue un emblema de modernidad que permitió mostrar a España como una nación capaz de competir en tecnología ferroviaria, generando orgullo e identidad nacional. En cambio, el Tren Maya se promueve como “emblema de la transformación”, pero en los hechos exhibe vulnerabilidades técnicas, económicas y ecológicas.

Su supuesta derrama turística y social contrasta con los costos ocultos: comunidades desplazadas, amparos desechados por la premura política y un diseño que, en lugar de integrar, fractura.

PLANEACIÓN VS. PROPAGANDA

La comparación duele porque muestra dos formas opuestas de concebir la infraestructura: en España se apostó por la planeación, la ingeniería y el cumplimiento estricto de estándares internacionales; en México, por la propaganda, los plazos electorales y el dispendio sin controles claros.

El AVE fue la carta de presentación de España en la Expo 92 de Sevilla; el Tren Maya es exhibido como logro histórico, aunque ya esté marcado por accidentes, sobrecostos y daño ambiental.

LECCIONES DE DOS MODELOS

Siempre es necesario poner la información en contexto. El AVE demostró que se puede innovar con seriedad, pensando en el futuro.

El Tren Maya, en cambio, se encamina a ser recordado como un monumento al exceso de gasto, a la devastación ambiental y a la falta de planeación: un tren que corre a media velocidad, con la seguridad en entredicho y con la selva convertida en escombro.

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