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El apagón sin celulares en mano / Al Sur con Montalvo

El apagón sin celulares en mano / Al Sur con Montalvo
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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, 

El apagón en Comitán que inició el martes 7 a las 6 de la tarde y se prolongará durante varios días, según versiones de los empleados de la CFE, nos hizo sentir venezolanos, cubanos o de donde quieras, menos de Dinamarca. 

El martes 7 estaba por dar inicio el HOMENAJE AL DOCTOR BELISARIO DOMÍNGUEZ cuando de pronto la Casa Museo quedó sumida en la oscuridad ante la sorpresa del público. Con tranquilidad, buen humor, y absoluta determinación, la periodista Dora Patricia, conductora del evento, junto con Tadeo Infante, decidieron continuar con el programa. El escenario no podía ser más adecuado. Alumbrado por cerca de cincuentas velas artificiales de fabricación china, quedó perfecto para un día de luto donde se velaba a la libertad de expresión, al prócer de la palabra libre que, desde el Senado, se pronunció en contra del dictador Victoriano Huerta enfrenta que, lo condujo a la muerte. De paso, recordé a los periodistas asesinados por el ejercicio de la palabra libre, demasiados para ser contados. La fecha de su aniversario luctuoso, sea dicho de paso, fue adoptada para conmemorar el DÍA DE LA PRENSA Y LA EXPRESIÓN.

Hasta ese instante, a nadie parecía inquietarle la suspensión de energía eléctrica. Alguien comentó, “estos apagones duran máximo 20 minutos”. Dora Patricia seguía leyendo los bloques de las palabras pronunciadas por Belisario Domínguez en su histórico Discurso de 1913 ante el Senado de la República, alternando con el saxofón de Amadeo, quien, por cierto, para mi beneplácito, ejecutó Misti en dos ocasiones. La voz inconfundible de Dora Patricia resonaba en el salón de actos con fuerza y claridad, no necesitaba de micrófonos para hacerse escuchar transmitiendo emoción en sus palabras.

Al término del homenaje, las calles se encontraban oscuras apenas alumbradas por los faros de los automóviles que circulaban alrededor del Parque Central convertido en nido de amor de jóvenes y adultos quienes agradecían el apagón. Algunos establecimientos permanecieron abiertos alumbrados con velas y lámparas de baterías o se atrevían a vender en medio de la oscuridad; otros, de plano cerraron sus puertas. Por supuesto, los bancos siguieron funcionando con normalidad y algunas tiendas departamentales se mantuvieron funcionando con sus propias plantas eléctricas de gasolina o diésel sabiendo que la inversión compensa con mucho, las ventas realizadas.

A las 8 de la noche la gente se notaba extrañada, dos horas sin luz era algo inusual en Comitán, especialmente cuando no había anuncio previo del corte de energía, Conforme transcurrían las horas la ansiedad crecía tratando de encontrar señal para sus celulares. Todos quedamos incomunicados; la falta de bombeo de agua provocaba escasez en varias colonias. Nadie podía conectarse a internet y por primera vez, veíamos a la gente caminar sin el celular en la mano; salvo aquellos quienes tomaban fotografías como testimonio de una noche sin luz y sin Luna o quienes esperaban un milagro contemplando impacientes sus aparatos.

Ese martes al amanecer había leído un meme que decía: ¿Qué es más grave?: ¿perder el agua, la electricidad, la internet o el amor? Este martes, a falta de electricidad lo único que no se perdió fue el amor. A falta de televisión, celular, computadoras y otros artefactos, la única opción parecía ser la de acostarse abrazados, echar pasión y dormir con la certeza de que el miércoles ya habría luz nuevamente.

En las casas se encendieron velas y lámparas de batería. Al pasar frente a la tienda de Verónica escuché la voz de la pequeña María llamándome. Ahí, me enteré por Luis Enrique que el apagón se prolongaría por varios días de acuerdo a las versiones de algunos taxistas quienes escucharon por la radio la noticia de lo sucedido asegurando que el servicio podría reanudarse el jueves o viernes. Me enteré que un ejército de electricistas de la CFE ya trabajaba en ello con apoyo de helicópteros y guras en medio de circunstancias climáticas muy adversas.

Para las 10 de la noche, medio Comitán, comunicativo como es, ya estaba enterado sin poderlo creer. Es chisme, decían algunos; sí, ese es un rumor malintencionado, aseguraban otros. Entre la lluvia y la oscuridad de las calles, los restaurantes quedaron vacíos, porque encima de todo, no podían aceptar pagos con tarjeta.

Miguel, sin otra opción, conoció esa noche la historia de Adela, su novia, con quien intercambiaba más mensajes fútiles por WhatsApp que conversaciones cara a cara. Ambos platicaron en medio de la oscuridad hasta muy entrada la madrugada para darse cuenta que apenas se conocían en verdad. De seguro, eso sucedió con otras parejas porque con celulares en mano es más común hablar con los distantes que con la familia, compañeros o amistades.

El miércoles por la mañana me vi obligado a desayunar en la fonda. No tenía manera para preparar mi habitual licuado de leche, yogurt, frutas, chocolates, avena, granola y miel.  De camino al Parque escuché a una patrulla anunciando por las calles la suspensión de clases. Entonces la cosa parecía más seria de lo imaginado. Las versiones hablaban de la caída de una gran torre de alta tensión en las medianías de Venustiano Carranza a orillas de la presa provocada por las lluvias de esta temporada que afectó a los municipios de Carranza, Comitán, Las Rosas, Margaritas, Trinitaria, Tzimol, entro otros, quizá.

Los empleados de la CFE decían que quizá para el jueves a medio día se reanudaría el servicio. Loscomercios de productos chinos mostraban en sus entradas, enormes canastos con todo tipo de lámparas. ¿Cómo va la venta de lámparas?, pregunté a la vendedora.  —Pues en un rato hemos vendido más lámparas que en todo el año, me respondió con una sonrisa alegre. La gente transitaba sin los habituales celulares en la mano. Era como regresar a los años ochenta. Para los jóvenes representaba suspender sus juegos. Peor era la situación para la gente que vende productos o para quienes trabajan en línea. La venta de hielo se incrementó tratando de mantener los alimentos frescos. En los restaurantes dejaron de funcionar las cafeteras eléctricas regresando a la preparación del café colado o al Nescafé, así que retomé esa idea y adquirí mi colador de tela.

Caminé por el centro observando a la gente. En la Pilita entré a la Librería La Rueda del Hambriento, donde me enteré que sus ventas de ese día habían mejorado. ¡Claro!, a falta de luz, un libro es la opción.

Para el miércoles tenía programada una reunión con compañeros periodista en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. No asistí. Tampoco pude enviar mi columna al periódico. La batería de la computadora se agota poco a poco; la angustia por seguir escribiendo me hace entrar en pánico. El jueves en la mañana amanecí con todas las luces encendidas sin saber a que hora habría retornado el servicio.

Por la noche del miércoles al ver a la gente congregada y charlando amenamente, pensé que, sin celulares, la integración familiar y la cohesión social serían más factibles y eso, sería una cuestión de amor.

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