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El acto de escribir en Rosario Castellanos / Al Sur con Montalvo

El acto de escribir en Rosario Castellanos / Al Sur con Montalvo
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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, 

Fue muy grato recibir la invitación del Director del CCRC, el  Lic. Hermilo Aranda para leer algunos poemas de Rosario Castellanos en compañía de Berenice Velázquez y Guadalupe Josefa Barrios en el Centro Cultural que lleva el nombre de tan insigne mujer de letras e ideas revolucionarias para su época. La cita es para el  próximo sábado 9 de agosto a  las 7 de la tarde.

Más allá de su biografía y de leer poemas en el centenario de su natalicio, trato de imaginar el ACTO DE ESCRIBIR en Rosario Castellanos desde su oficio como periodista, como escritora, ensayista, y sobre todo, como poeta. En ese espacio donde la poesía revela al desnudo, a la mujer que pensaba y sentía. De esos instantes, hablan más sus Cartas a Ricardo Guerra y las cartas con su amiga de su más cercana, Dolores Castro y sus amigos Raúl Ortiz y Ortiz, el escritor Efrén Hernández entre otras figuras, como la carta que dirige a Gabriela Mistral escrita a cuatro manos con Dolores Castro. 

Esta faceta menos conocida de Castellanos, pero igualmente fascinante, son sus cartas de amor. A través de su correspondencia con diversas figuras literarias podemos asomarnos a un aspecto más personal de la autora. La escritora no solo compartía sus pensamientos sobre la literatura y la política, sino también sus sentimientos más íntimos.

Rosario Castellanos fue un mujer fuerte, lúcida, combativa en su postura como feminista; como periodista y mujer de letras. Recogió sus vivencias y experiencias para plasmarlas en columnas, novelas, cuentos y ensayos. Por otra parte, su poesía y cartas muestran a la mujer débil, sensible y depresiva frente a su propio espejo, buscando otra forma de ser, otro modo de amar. Rosario Castellanos, respecto al amor, profundiza en la búsqueda de una cultura que modifique la condición de las relaciones amorosas. Porque, para ella, es posible encontrar otros modos de ser, de amar y ser libre.

Sus cartas, quizá formen parte de lo más honesto y legítimo de sus textos. La última carta escrita a Ricardo Guerra concluye con el poema, “MEDITACIÓN EN EL UMBRAL”, donde confiesa: “Debe haber otro modo que no se llame Safo / ni Mesalina ni María Egipciaca / ni Magdalena ni Clemencia Isaura. / Otro modo de ser humano y libre. / Otro modo de ser.

Rosario Castellanos no quiere ser ninguna de estas mujeres: SAFO, la poetiza nombrada por Platón como la “Décima Musa, según la leyenda, se suicidó saltando desde los acantilados de Leucadia debido a su amor no correspondido por Feón. La emperatriz MESALINA, compitió con una trabajadora sexual para ver quién tenía más amantes. Tras 25 ”abrazos”, la emperatriz ganó. MARÍA EGIPCIACA se refugio en el desierto y allí donde vivió 40 años rezando, meditando y haciendo penitencia. MARÍA MAGDALENA, devota discípula; amiga leal y cercana de Jesús con quien permaneció hasta el final de sus días. CLEMENCIA ISAURA, noble, adinerada, amante del arte, creadora de los “Juegos Florales” y soltera.

Debe haber otro modo de ser que no sea como ellas, revela nuestra poetiza en este texto con el que culmina su correspondencia con ¿el amor de su vida o con la obsesión de su vida?, me pregunto. Gabriel su único hijo después del fallecimiento de sus otros dos hijos fue su inspiración, su motor creativo.

El acto de escribir se realiza en silencio y soledad; ahí ahí donde fluyen las ideas, la reflexión y la creación. En esos instantes que Dolores Castro describe al verla escribir “captando la inspiración poética en momentos sencillos, como junto a un río, ahí, todo lo transformaba en obra”.

En 1949 Dolores tenía 26 años y Rosario, 24, cuando tuvieron un encuentro fortuito con Gabriela Mistral el día en que recibió el Premio Nobel de Literatura en cuando fungía como Cónsul de Chile en Veracruz. De ese encuentro surgió una CARTA INÉDITA fechada en Xalapa el 3 de mayo de 1949 y publicada apenas en este año de 2025 por el periódico Crónica. 

Dolores y Castellanos escriben a 4 manos a la poetiza Mistral diciendo: “Querida Gabriela: Nos dispensará usted que la llamemos así sin que nos haya autorizado para ello pero si hemos de ser sinceras no podemos darle otro nombre”. Después de disculparse por la intromisión al acto, terminan diciendo a Mistral: “personas como usted no pueden morir, tienen que salvarse, tiene que haber otra vida para ellas, otra vida más digna de ellas y no ésta estúpida y absurda de la que nos avergonzamos desde que hemos hablado con usted”. 

LAS CATAS Y POEMAS DE AMOR DE ROSARIO CASTELLANOS

La cartas de Rosario no solo nos muestran su vida privada, sino también el compromiso profundo que la escritora tenía con las causas sociales que defendió. A través de su correspondencia, podemos conocer a una mujer talentosa, fuerte y valiente, que nunca dejó de amar y luchar por lo que creía. Una mujer que se rebeló desde joven contra las estructuras de poder que relegaban a las mujeres a un lugar de sumisión(abnegadas). Sus textos profundamente emotivos y sociales, abordan las desigualdades de género y la opresión sufrida por las comunidades indígenas.

Pero lo que también resalta de Rosario Castellanos es su capacidad de amar con intensidad. La escritora nunca dejó de creer en el amor como fuerza transformadora. En sus cartas, esta faceta de su vida se vuelve palpable, mostrando una Rosario Castellanos que, aunque enfrentaba desafíos en su vida personal y profesional, seguía buscando la conexión emocional profunda.

Durante su estancia en España, donde obtuvo una beca del Instituto de Cultura Hispánica para estudiar estética y estilística en la Universidad de Madrid, la poeta acuñó una gran cantidad de cartas privadas e íntimas. En una de ellas, narra su visita a Octavio Paz en París  en 1950.

En las cartas publicadas en 1994 bajo el título “Cartas a Ricardo”, la escritora revela la intensidad de sus sentimientos y la pasión que existía entre ellos, pero también la desesperación y el sufrimiento de Rosario. Las relaciones sentimentales de Rosario Castellanos se centraron principalmente en su matrimonio  marcado por la pasión y la decepción; fuente de gran sufrimiento para la escritora, quien luchó contra la depresión tras las infidelidades de su esposo.

“Mi experiencia más remota radicó en la soledad individual, muy pronto descubrí que en la misma condición se encontraban todas las otras mujeres a las que conocía; solas solteras, solas casadas, solas madres. Solas, en un pueblo que no mantenía contacto con los demás. Solas, soportando unas costumbres muy rígidas que condenaban el amor y la entrega como un pecado sin redención. Solas en el ocio, porque ése era el único lujo que su dinero sabía comprar”.

Rosario Castellanos no cesa jamás de cuestionarnos. Como sugiere Poniatowska, “su tono intimista e irónico nos obliga a bajar el tono, a sonreír, a reír, a no tomarnos en serio; su obra, ésa sí muy seria, constituye un punto de partida del cual podemos arrancar las que pretendemos escribir, ya que atañe a las mujeres, pero sobre todo a las mexicanas”.

Celebrar a la escritora, ícono de la literatura y a la mujer de carne y hueso, que buscó tras maneras de ser, de amar y ser independiente, es una cuestión de amor.

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