Manuel Ruiseñor Liévano
La economía es el factor estructural desde el cual podemos determinar el avance de una nación. En este caso el de nuestro querido México, inmerso en un proceloso mar de turbulencias y amenazas, debido a cuestiones tanto de orden interno como externo. Dice la economía clásica que su lectura nos ha de reflejar la base material y financiera del desarrollo, por medio de en un esquema prolijo y de elementos interrelacionados. Veamos.
Partiendo de esta consideración, expondremos de modo sucinto la situación que guarda la economía al cierre del ejercicio 2025, así como los retos y desafíos que tal orden plantea para el año nuevo 2026. Todo ello, con base en datos y análisis de organismos y especialistas en la materia.
Cita la agencia Quadratín que, con base en un estudio presentado por la CANACO Guadalajara, con el que coinciden la mayor parte de los analistas, la economía mexicana cerrará 2025 con un crecimiento máximo estimado en 0.5 por ciento y con señales de desaceleración; lo anterior, acorde con el balance económico del año elaborado con información de INEGI, Banxico y distintas instituciones financieras.
El documento de referencia identifica como factores centrales, las tensiones comerciales con Estados Unidos, la volatilidad en el comercio exterior y los recortes al gasto público para contener el déficit gubernamental.
A lo cual debe añadirse que, durante 2025, el desempeño del PIB se mantuvo alrededor de uno por ciento trimestral, impulsado principalmente por el sector servicios, mientras que las actividades primarias mostraron alta volatilidad y la industria registró variaciones negativas en algunos periodos.
Datos duros indican que en los primeros tres trimestres del año que está por irse, la actividad económica creció de manera muy baja para un país como México de enorme potencial, pero con falta de inversión nacional. Por su parte, la inflación anual se movió en un rango de entre 3.5 por ciento y 4.4 por ciento, con un repunte a mitad de año y una corrección posterior hacia niveles cercanos al objetivo del Banco de México.
A su vez, la tasa de interés de referencia se redujo siete veces entre febrero y noviembre, hasta ubicarse en 7.25 por ciento. Mientras que el tipo de cambio promedio del año se estimó en 18.72 pesos por dólar, previéndose que en 2026 se ubique en torno a 19.30.
En la conformación del escenario descrito, no puede omitirse referir que la desaceleración económica de EE.UU. y la incertidumbre política-comercial de la guerra arancelaria de su presidente Donald Trump, por igual impactó negativamente la inversión y el consumo en México, presentándose incluso episodios de riesgos de volatilidad y conflictos geopolíticos, que pudieron afectar aún más a la economía nacional.
En lo que se refiera al próximo año, las proyecciones de crecimiento se sitúan entre 1.2 por ciento y 2.5 por ciento, en relación con los escenarios considerados por el Paquete Económico 2026, aprobado por el Congreso de la Unión.
Si algo puede aducirse como fortaleza de nuestra economía para iniciar su paulatina recuperación el año venidero, esa es la que representa el sector manufacturero; un auténtico pilar que al cierre de este año podría superar los $660 mil millones en exportaciones.
Aunado a lo anterior, coinciden no pocos analistas que, si bien es cierto México ha navegado en crecimiento limitado este postrero 2025, ello no ha sido óbice para que siga consolidando su posición exportadora, lo que alienta — como decíamos— una perspectiva de ligera recuperación el año entrante.
Entre los riesgos para 2026, el análisis especializado destaca la política comercial agresiva de Estados Unidos, la renegociación del T-MEC, la desaceleración global y la rigidez del gasto social que, señalan, limitará el margen para incrementar la inversión productiva. Y ese es un grave obstáculo para nuestro país.
Como elementos favorables, se identifica la demanda interna, el aumento del empleo formal, la inversión pública en infraestructura y el impulso turístico derivado de la Copa Mundial 2026.
A estas alturas de estas consideraciones bien valdría la pena preguntarnos ¿qué ha pasado con el Plan México del gobierno federal?
En la anhelada meta 1 de ese instrumento planificador, que es la de ubicar al país entre las 10 economías más grandes del mundo. De acuerdo con el Banco Mundial, en 2024 México ocupaba la posición 12 a nivel global y para avanzar en el ranking, ese necesita cumplir con una condición que tiene tiempo en no lograrse: crecer.
Según las proyecciones del FMI de octubre de 2025, Brasil —que actualmente está en el décimo lugar— crecerá 2.4% anual este año, mientras que México apenas crecería 1%. Ante la contracción registrada en el tercer trimestre, incluso ese 1% luce optimista.
En razón de los cual, dicen los expertos, para retomar un crecimiento positivo y sostenido es necesario que el Plan del actual régimen “se traduzca en mayor inversión mediante proyectos de coinversión público-privada que fortalezcan las capacidades productivas de largo plazo, especialmente en generación eléctrica. Asimismo, es indispensable impulsar una política nacional de investigación y desarrollo, en coordinación con el sector privado, para detonar la productividad laboral”. , que hasta el segundo trimestre de este 2025, léase bien, mantenía en niveles similares a los de 2009.
En el plano internacional queda lograr una revisión exitosa del T-MEC, a efecto de dinamizar determinante la economía mexicana, al integrarla a las cadenas de valor de Norteamérica. No se puede olvidar que los aranceles impuestos por EUA bajo la sección 232, ya presionan la competitividad de industrias estratégicas, especialmente la automotriz.
A modo de resumen, debemos señalar que al interior de la economía de nuestro país, 11 de los 20 sectores mostraron una tasa de crecimiento anual positiva, destacando Servicios de esparcimiento culturales y deportivos (11.7%), servicios de apoyo a los negocios (10.4%) y servicios profesionales, científicos y técnicos (8.9%).
Por otro lado, de entre los nueve sectores que muestran una disminución anual, los de las mayores caídas fueron minería (-5.1%), construcción (-4.6%) y comercio al por mayor (-4.3%). Este último representa casi el 10% del PIB.
Y algo fundamental: de los seis sectores que concentran la mayor parte de la economía mexicana (66.4% del PIB), únicamente tres reportaron crecimiento anual: comercio al por menor, servicios inmobiliarios y transportes, correos y almacenamiento. Por su parte, la construcción, el comercio al por mayor e industrias manufactureras presentaron caídas anuales. Estos tres sectores representan el 37% del PIB.
A todo esto, responden los analistas, es necesario impulsar con políticas públicas de gran calado el crecimiento económico con mayor inversión en sectores clave como el energético, aún en disputa política con el último gobierno neoliberal.
A MODO DE COLOFÓN
Estamos de acuerdo con que la inversión es el motor del crecimiento económico y de generación de empleos de calidad. En esa línea, vale la pena subrayar que México aún tiene pendientes de adoptar reformas estructurales en cuanto al mercado laboral, educación, regulación y competencia, así como políticas para impulsar la digitalización, los avances tecnológicos y la adopción de inteligencia artificial, para elevar la productividad y el crecimiento potencial.
El reto está planteado y el gobierno federal está dando pasos importantes, aunque no suficientes en esa dirección. Falta por ver hasta qué punto es capaz de llegar a acuerdos con los factores del capital de la sociedad nacional, con sus socios comerciales y políticos. Pero, especialmente, en el saneamiento de las finanzas públicas que hasta ahora siguen siendo un foco rojo, el cual amenaza la sostenibilidad y la viabilidad del actual proyecto económico. Gobernar y hacer política es buscar consensos que detonen la cohesión social necesaria, para hacer prosperar alianzas económicas, políticas y sociales confiables y duraderas. Hace falta gestión más que política. Hace falta menos deuda y más inversión.