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Dulce violeta de color amargo / Al Sur con Montalvo

Dulce violeta de color amargo / Al Sur con Montalvo
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Guillermo Ochoa-Montalvo

Dulce Violeta, presenta su libro COLOR AMARGO, una mezcla de emociones encontradas, confusas, nostálgicas, eróticas con toques de verdad, propios de quienes escriben desde el alma.

A la medianoche, Dulce Violeta sale rumbo al cafetal envuelta en un camisón blanco con la mirada fija hacia los volcanes; las sandalias le indican el sendero de los cafetales; lleva en las manos la huella de la tapisca, el aroma de la espesura en las frías noches de Unión Juárez entre la red de raíces y la neblina del Tak-Na. 

La hierba le repite las palabras de Gio Casba: “¿Sabes lo que es vivir la vida?” —Lo sé, estoy viva, -le responde. 

—Yo digo vivirla, cuando prestas atención a ella. Cuando vas por allí observando la existencia, sintiendo cada paso; suspirar con cosas pequeñitas; alegrarse por vuelos ajenos; abrazar tus viejas raíces y regar las nuevas; cuidar tu corazón y el que no es tuyo; hacer el amor con una mirada; escribir poesía sobre su espalda; rimar un verso boca a boca y lengua a lengua; erizar tu piel cuando ella se acerca y erizar la suya cuando tú […] besas; admirar la vista cuando subes, pero también cuando bajas; disfrutar a los vivos sin olvidar a los que se fueron; valorar la serenidad incluso mucho más que la felicidad…

—La vida es un viaje excepcional, una aventura personal que cada uno puede y tiene que experimentar. Pero al responder, Gio ha desaparecido. Lo que es para mí, simplemente me va encontrar; aquí en la Suiza chiapaneca me descubrí niña, mujer y madre. La voz interior se desvanece entre la neblina dejando tras de sí una estela de humo con el aroma de café de la cocina de alguien quien pierde el sueño imaginando a las criaturas del bosque.

Dulce Violeta continúa tendida en la hierba conversando con a Luna que besa su rostro. Esta tarde he vuelto a ver a Emma por décima vez corriendo tras Dexter, noté cómo la sonrisa le saltaba y sus manos le sudaban al hablar del momento tan tierno y quizá para ella un tanto vergonzoso por su falta de experiencia ante la conquista de sus propios miedos. 

Volví a ver aquella historia de separación constante, con la sonrisa de burla que el destino les hacía, a un Dexter bailando con sus tantas realidades y a otro volviendo a casa solo y vacío. Vi a Ema susurrar al teléfono “te extraño” con la llamada colgada. Un salto al vacío de lo incierto gastando la tinta, las muchas veces a la espera de una llamada, un silencio viajando en bicicleta antes de ser escuchado por última vez.

El mismo día, las mismas dudas, las mismas respuestas, el punto seguido, el mismo amor que se escapa de Roma, los poemas que merecen la pena encontrar tus labios antes de que se extinga la tarde, antes de rozar nuestras manos una vez más, decirte que te quiero antes de que llegue el Alzheimer, acompañarte a la colina para observar cómo el viento acaricia tu rostro, perderme en tus ojos, ver el mundo desde el brillo de tus pupilas y tener el valor de amarte. Ema se desvanece y su espectro viaja hacia el Tlajomulco. Aquel lugar del que me enamoré y dónde me enamoré.

Entorna los ojos, cruza las piernas y siente el calor de su rostro al cuestionarse, < ¿Que de dónde vengo? De un rincón del sur donde las faldas del Volcán Tacaná adornan mis líneas. Donde los instrumentos más delirantes son los del cenzontle con sus cuatrocientos cantos. Un grano de café, una casita, un susurro del viento, mis pasos marcando silencios. Escribo desde el frío cuando la neblina acaricia mi espalda, desde las huellas de lodo que plasman arte, y desde la taza de café que me besa las mañanas. Donde un dibujante empuñe su pincel en lo verde de la montaña, acariciando las nubes para hacer volar a un ave. Donde un escritor cuenta la historia de Unión Juárez, sus líneas abrazando mis poemas. Donde un fotógrafo espera la hora azul y pasan cosas increíbles. Historia, vida, el sur desbordado en tinta. Mi rincón. Ahí donde quiero morir. El arte es otra forma de respirar.

El tiempo se detiene en la memoria de su padre. Hoy me senté con mi padre a ver una película de esas que tanto le gustan en blanco y negro. Me platicó de la época de los 70 cuando iba con sus amigos al cine por$5 pesos la función. Uno de los recuerdos que atesoro tanto es escuchar decir a mi padre “levanta la cara y sonríe”. Le fascinaba hacernos fotografías cada vez que fuera posible y aún lo hace, hoy con sus nietos. A la fotografía yo le debo mucho, entre ellas el hacer posible tener retratos con mi abuela y mis hermanos de pequeños. Aunque mi memoria tenga un bloqueo y no pueda recordar casi nada de mi infancia, puedo ver en fotografías que fui una niña siempre muy querida en la familia, la favorita de la abuela y escucho a mis padres con tanta atención cada vez que me cuentan que mi abuela bailó de felicidad el día que yo nací y amaba tanto salir a caminar conmigo. 

Crecí viendo a mi padre cambiar el rollo de su cámara muchas veces. Siempre ha sido divertido hablar de las historias que hay detrás de cada fotografía. Una vez me contó que retrató a Irma Serrano, al grupo Zapatista y a Cuauhtémoc Cárdenas. Su amor por la fotografía comenzó a sus 16 años. ¡Vamos! como no la voy a traer en los genes si además ha sido mi maestro. Trabajé con él por mucho tiempo. Violeta sigue hablando con la Luna cuando aparece un duende quien la invita a caminar por el bosque. 

El duende le pregunta, —¡Quién es ella? Ella mi hija, su nombre es Cinthia. Recuerdo que cuando la vi por primera vez estaba asustada, no sabía si haría bien o no su crianza. Me sigo asustando al ver cómo no para de crecer, llegó a cambiar mi vida. Hemos hablado de los monstruos que viven bajo la cama y luego se mudan a nuestra cabeza, para después, liberarnos de ellos. Esta foto es del accidente. Mi hija estuvo ahí, esperando que yo saliera del quirófano, entones, me dijo “Hola mamá, estoy aquí”. Estar es un acto de amor. Estaba asustada pero también feliz de verme. 

—¿Y su padre?, -pregunta el duende mientras caminan sin rumbo. A veces ocurre que después de un tiempo las personas pierden el asiento que uno les otorga, quedando un espacio de agradecimiento por haber estado ahí. Así que tomé la decisión de alejarme por completo. Yo jamás tuve coraje o rencor hacia él.

Ahora dirijo mis pasos hacia la fotografía, hacia la poesía, escribir es un acto de vulnerabilidad y coraje, porque cada texto es una extensión de nuestro ser, una parte íntima que decidimos liberar al ojo crítico deotros.

Dulce Violeta amanece en su cama con el camisón húmedo colgándole hierbas con aroma nocturnal. Su corazón le habla: El amor a veces trasciende de otras maneras, puede ir más allá y eso es mucho que decir para dos personas que aman escribir. Ana Karen, esa es una cuestión de amor.

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