Sr. López
Nota previa.- Querida lectora hace saber a este menda, que la mamá de Quimera no se llamaba Achina, como dijo ayer, sino Echidna y es cierto, Quimera fue hija de Tifón y doña Echidna. Gazapo corregido. Muchas gracias doña Nora.
Como es bien sabido, las mujeres del lado paterno-autleco de la familia del tecladista, eran de faldas ligeras ‘qual piuma al vento’, y muy listas. Un ejemplo: en la fiesta de la boda de tía Rita, irrumpió un mariachi tocando “Paloma Negra”, y al frente, perfectamente ebrio, un exnovio de ella, gritando a todo pulmón: -¡Ya llegó el dueño de tu corazón! -la concurrencia se congeló, el ambiente se hizo ominoso y el flamante esposo ya iba hacia el intruso, para aclararle ideas y desacomodarle la dentadura, cuando se oyó la voz de ella por los altavoces de la orquesta: -A ver, que alguien saque al borrachito que es dueño de mi corazón, para que yo siga bailando con el dueño de todo lo demás -hasta a los del mariachi les ganó la risa.
El Presidente López Obrador recuerda al junta palabras esa escena de su muy lejana infancia. Él es el dueño del corazón de La Patria (la señora de la portada de los libros de texto), y si usted duda, revise encuestas o escriba en las redes algo en su contra para ver brotar de debajo de las piedras acalorados defensores de él y enconados enemigos de su mami (de usted). Sí, este Presidente tiene porra, grande, entusiasta, rijosa y siempre lista a corear ¡pu…! (nota: porra pagada; no hay gente dedicada a rastrear en las redes ataques a su líder).
Pero al mismo tiempo, el país tiene dueños de todo lo demás, no solo los políticos de bajo perfil y gran poder -incluidos líderes sindicales como los de Pemex o del SNTE-, que tejen tras bambalinas los asuntos de su interés y medran sin escrúpulos acomodándose al estilo de cada Presidente; sino además, una clase empresarial nacional de gran calado que ya se sabe la jugada: aguanta lo que sea porque no hay gobierno que dure más de seis años a diferencia de ellos, propietarios vitalicios de sus privilegios y canonjías, dejando aparte en sala especial de lujo, a los bancos que nunca antes han ganado más dinero que con este gobierno (¿4T?… ¡bendita 4T!).
Aparte de esos dueños de todo lo demás, este gobierno parece no asumir que su inane política de seguridad pública permitió la metástasis de la delincuencia organizada que ya enraizó en amplias regiones del país (el Cartel Jalisco Nueva Generación en 23 estados; el de Sinaloa en 13, por dar un par de ejemplos), y ahora incursiona con el descaro que le es propio, en el productivo negocio de financiar campañas políticas, no de alcaldes de pueblos rabones como siempre han hecho, sino en elecciones de gobernadores y financiamiento del partido político en el poder, aunque algún ingenuo piense que no es tan grave porque les han recibido poquito, cuando con esos no hay medias tintas: el que pone la mano queda vendido… o muerto.
Mala cosa la intromisión de la delincuencia organizada en la política que se hizo evidente en las elecciones del 2021. No era por ahí. Y el Presidente no sospecha -o sí y apechuga-, el inmenso peligro de que eso manche por siempre su gobierno.
Si sin recuperar la seguridad pública no hay 4T -como él mismo ha dicho varias veces, la última que registra su menda, el 21 de abril de 2021-, ahora a dos años y pico del fin de este gobierno se puede afirmar sin exagerar que eso ya no se logró y la intención
de encuadrar a la Guardia Nacional en el ejército, es la declaratoria de su fracaso: están dando palos de ciego buscando fórmulas milagrosas. Eso no existe.
Aceptado que el Presidente es el dueño del corazón de La Patria (para no alegar con sus discípulos), no puede negarse que tiene muchos detractores, muchísimos, tal vez más que aplaudidores; haga cuentas (en números redondos): en 2018 votó por él la friolera de 30 millones 113 mil tenochcas (el candidato a Presidente con más votos en la historia nacional); sí, pero NO votaron por él 59 millones 219 mil, lo que lo hace ser el Presidente con más electores que NO lo eligieron en la historia nacional.
Del total de ciudadanos con credencial para votar (89 millones 332 mil), sufragó a su favor, solo el 33%, que no es poco, pero sí menos que el 37% que alcanzó Zedillo (sobre el total de electores de entonces y por cierto, don Neto ganó con el 48.69% de los votos emitidos). Este Presidente por más dueño que se sienta de los amores de la matrona Patria, no tiene escriturado al electorado: en las elecciones de 2021, Morena consiguió muchos menos votos, ya solo 16 millones 760 mil, 44% menos que en 2018. El tenochca simplex parece menso y no es: las cobra.
Como sea, vista la rabia y la violencia verbal que usan los fanáticos de López Obrador para atacar a sus detractores, se intuye que este país estaba empollando una gran masa de descontentos; por eso tal vez este Presidente pudo quedar en la historia como quien evitó un estallido, un desorden generalizado, pero nada apunta a que esa señora tan severa (la Historia), vaya a ser clemente con él: los dislates de su perpetuo discurseo, sus atropellos a la ley y el espectacular fracaso de su administración en todo lo que importa más (seguridad pública, salud, educación y economía), no pueden encubrirse, para ni mencionar su pregón favorito de paladín en la lucha contra la corrupción: al término de su gobierno saldrán a flote muchas cosas, los desechos sólidos siempre flotan. Propaganda no es historia. La propaganda es de efecto inmediato y pasajero. Revise el fervor delirante y enfermizo de las masas por Hitler, Mussolini, Perón, Franco y tantos más, contrástelo con cómo quedaron en la historia.
El tiempo que resta a esta administración no augura ningún cambio radical. Este Presidente no da golpes de timón, aferrado a sus convicciones con tufo a necedades. Nunca más necesita México de su Congreso, la Corte y los partidos políticos (todos, Morena también), porque lo esperable es que el Presidente entre en una vorágine de disparates.