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Discurso y babas / La Feria

Discurso y babas / La Feria
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Sr. López

Discutir en México si debemos abandonar el sistema neoliberal en el que estamos a palos y por nuestros propios errores, es tan cómico como un pleito de esposos que no se ponen de acuerdo sobre a qué escuela van a inscribir a su hijo… en cuanto cumpla su sentencia por asalto en pandilla y violación tumultuaria. ¡Por favor!

 

Importa poco pero, sepa que este su textoservidor abomina el neoliberalismo, que no es sino otro nombre del más antiguo y tradicional capitalismo…

 

Dicho lo inmediato anterior, debe advertirse a usted, cándido y crédulo como suele ser el tenochca simplex (¡sí, cómo no!), que los promotores del neoliberalismo y los que lo adoptaron como modelo, no son unos malvados que buscaron -hasta encontrar-, la mejor manera de joder a México (perdón por el término, pero el que acomoda es más pelado).

 

El neoliberalismo surgió en el mundo (allá por 1930), como una “filosofía” económica que constituyera una alternativa entre dos extremos, uno, el liberalismo de extrema derecha (el “laissez-faire”, para que vean que no es uno de las gritonas “huestes nacó”), ese capitalismo que deja hacer a los dueños del dinero, lo que quieran hacer, sin leyes ni intervención del Estado -el gobierno-, que nomás estorba con ideas locas como apoyar a los débiles y desprotegidos; y otro, el sistema de izquierda socialista seria (hay de otras), que plantea la planificación centralizada en el gobierno -el Estado-, de toda la economía. Ese capitalismo extremado siempre sufre crisis y estallamientos terribles, lo lleva en su ADN; el socialismo comunista o soviético, siempre termina en burocracias obesas y masas explotadas no por un grupo de ricos (¡qué alivio!), sino por el Estado que sofoca toda iniciativa.

 

Una variante que se intentó con no poco éxito, fue el fascismo y su primo hermano, el nacionalsocialismo, tercera vía verdadera, esta sí, que adolecía de ética y por eso terminó en la hecatombe que terminó. ¡Fuchi!

 

La verdad es que esa “filosofía” del neoliberalismo, a fin de cuentas no cuajó nunca en nada homogéneo y quedó en sistema económico de libre mercado, en el que se procura que el gobierno estorbe lo menos posible y que los dueños del dinero, abusen lo menos que les sea posible, si para ello no tienen inconveniente (lo tienen, no todos pero no pocos… es mucha la tentación).

 

El punto es que, si en México (… mmm, “si”, ¡ya empezamos mal!), si en México hubiéramos (… mmm, “¡hubiéramos!”), aplicado el neoliberalismo como se planteó, como nos comprometimos por escrito en acuerdos y tratados que tienen valor legal y son exigibles (sí, todavía), si hubiéramos respetado nuestras leyes como están, si hubiéramos pagado todos, todos nuestros impuestos y el gobierno los hubiera aplicado con honradez de monjita del verbo Encarnado… no tendríamos la pobreza que tenemos ni la brecha tamaño Cañón del Sumidero que hay entre amolados y ricos-ricotes.

 

Sí, aceptémoslo (… con no andar contándolo): este sistema económico y cualquier otro, no dará buenos resultados en nuestro país, mientras no nos comportemos. Es como una mesa en la que se juega póker entre tahúres, ventajistas y tramposos: por más reglas que pongan, por más vigilantes que haya, harán trampa (son tramposos). Y el plural de “comportemos”, es a propósito: ni todos nuestros males son responsabilidad de los ricos presentados como perversos que no están a gusto sino hasta que consiguen que la gente, la mayoría de la gente sufra, y eso es una tontera; ni tampoco, todas nuestras cuitas son causadas por un “mal gobierno”, que pareciera lo integran extraterrestres, tipos llegados de otra galaxia, siendo que son mexicanos con el modo de nosotros los mexicanos.

 

Es cierto que hay una mayoría arrolladora de gente que está como agua para chocolate por la corrupción, la inseguridad, la impunidad de una casta reducida de dueños de todo y con todos los privilegios. Es cierto. Pero falta saber si de veras esa misma arrolladora mayoría quiere y va comportarse a las derechas. No es cierto. No somos así.

 

La consigna-credo de nuestro Presidente de arrasar la corrupción para conseguir de inmediato la felicidad nacional, buenos servicios públicos, economía floreciente, salarios justos, pleno empleo, seguridad pública y que Pemex toque los dinteles de la Gloria, es el discurso correcto (ni modo de predicar la defensa de la transa), pero constituye apenas una primera premisa del correcto funcionamiento de la nación, del lado del gobierno y de nuestro lado también. Ya erradicada la corrupción estructural, la institucionalizada, queda todo por hacer. Le pongo un ejemplo: un matrimonio no asegura su éxito nomás porque no se ponen los cuernos los cónyuges; eso es el mínimo exigible; que funcione la pareja y forme una feliz familia, depende de otras muchas cosas, no nada más de que la señora y el señor no sean clientes frecuentes de moteles. ¡Por favor! (se repite).

 

Por supuesto vende bien (políticamente), la arenga contra la mafia del poder y la corrupción, claro que no queremos más de eso en México… pero ¿luego?… sí, ya pasteurizada la estructura completa del gobierno ¿qué?… imagine que todos los secretarios de estado y todos los gobiernos estatales, sean gente de vida ejemplar y virtudes miríficas… ¿qué con eso? (si fuera posible)… ¿eso asegura eficacia, tino, buen criterio?… no damas y caballeros, jóvenes y señoritas, hace falta mucho más.

 

Para empezar, tener muy claro el valor insustituible de la cultura en la verdadera consolidación de México como Estado-Nación (que sin eso somos lo que hoy somos: un muégano milagrosamente aglutinado); y junto con la cultura, con la misma primordial importancia, la educación: nuestros maestros en todos los niveles pedagógicos, debieran ser solo los mejores, los mejor capacitados, los que tengan verdadera vocación y ansia de difundir el conocimiento… y muy bien pagados (atención, atención, se repite: muy bien pagados). Esa es la verdadera lucha, eso es lo más ninguneado y hasta el momento puro discurso y babas.

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