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Dios padre

Dios padre
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José Antonio Molina Farro

La única tragedia en la vida es ser usado para fines innobles.

— Bernard Shaw

Borges pasó por México a finales de 1978. Su filósofo más querido fue Spinoza, de quien replicaba su sentencia: “Todas las cosas quieren perseverar en su ser”. Se refirió a la beatitud spinoziana, digna del amor del intellectuallis: “El más pródigo amor le fue otorgado, el amor que no espera ser amado”. Jorge Luis Borges sostuvo una conversación con Enrique Krauze: Borges le pregunta: —Dígame, ¿usted sabe hebreo? Entonces puede enseñarme algo que he buscado toda mi vida. En inglés, la Biblia inglesa traduce I am that I am, no ego sum qui sum. ¿Por qué? ¿Está relacionado con el hebreo? Debería ser yo soy aquello que soy, pero jamás yo soy el que soy. Ahora, según Buber eso tiene una razón mágica: se pensaba que, si alguien daba su nombre, se ponía en poder del otro. Entonces Dios elude toda información. Cuando Moisés pregunta su nombre, Dios contesta: Soy el que soy, es decir, no contesta… Yo no soy devoto de Amado Nervo, pero él escribió: “Dios sí existe. Nosotros somos los que no existimos”, que vendría a ser “ustedes son adjetivos míos”, que es lo que pensaría Spinoza.

Krauze afirma que en una conversación Eva Uchmany (hebrea) y Ernesto de la Peña (hebraísta) le descifraron, al menos gramaticalmente, el enigma: la fórmula hebrea es Eheyé asher eheyé. Eheyé utiliza la letra vav conversiva, que vuelve simultáneos todos los tiempos verbales. Dios habrá dicho: Fui soy seré el que fui soy seré. A finales del siglo VI a.C., el filósofo Jenófanes se queja que los griegos hubieran dotado a sus dioses de unos rasgos de carácter deplorables, que incluso a los seres humanos les harían poco honor. ¿Qué podemos pensar de todos esos ladrones pendencieros y adúlteros? Y como el filósofo no quiere tener nada que ver con semejantes criaturas concibió un dios cuya principal característica es que desmiente totalmente el parentesco con su creador humano. Sin embargo, el dios de Jenófanes supera con creces este objetivo.

Aunque este ser incorpóreo sin sangre en las venas pueda teletransportarse por el espacio sólo con el poder del pensamiento, un producto de la mera razón no era capaz de avivar la imaginación de la gente. Puede que el dios de Jenófanes sea verdadero, se burlaban sus contemporáneos, pero por desgracia no tiene efigie. De todos modos, el monoteísmo, la fe en un único dios creador, no tuvo mucha fortuna entre los griegos. Sin embargo, fueron de los primeros que hubieran podido hacerlo, ya que la palabra griega Zeus, —que significa padre celestial y los romanos tradujeron como Júpiter— es ya la anticipación del dios único y verdadero. Dios, una palabra que, al ser imposible traducirla al resto del mundo, habrá de plantear enormes dificultades a los misioneros cristianos. ¿Cómo explicar el principio de un padre universal a una persona que siempre ha percibido a los dioses como fuerzas de la naturaleza, como el relámpago y el trueno? Si bien el monoteísmo no pudo imponerse en Grecia, en la misma época en que el filósofo desarrollaba su teoría del padre universal, YHVH —cuyo nombre no debe pronunciarse—, pasa de constituir una deidad local a ser el Dios del pueblo de Israel. Acaso el incógnito de su nombre constituya el elixir de la supervivencia de su divinidad. Únicamente una vez al año está permitido pronunciarlo al sumo sacerdote. Aunque Dios sea inefable, no es vacuo, pues es lo que está entre las letras. Por eso el tetragrámaton YHVH se transforma en Yahvé, Jehová, Yahu, por eso se habla del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. En este sentido la inefabilidad de Dios es precisamente la condición para que pueda ser amado por todos, para convertirse en caja de resonancia de todos.

Inmortalidad. Cuando el faraón Akenatón en el siglo XIV a.C. puso un dios oficial en el lugar de dioses tradicionales, la medida causó tal conmoción que todo recuerdo de aquella época fue borrado. Se repuso el statu quo y se borró el nombre del faraón de la lista de los reyes ¿Cómo se puede creer en un dios que sobrepasa cualquier imaginación y que es monopolizado por una única autoridad? Y, sin embargo, no hay duda que había una necesidad de un dios así, pues el anhelo de inmortalidad que llevó al faraón a asaltar el cielo, empieza a democratizarse y esto, a su vez, tiene repercusiones en el cielo de los dioses. A un dios se le exige que deje de actuar según soplan los vientos y que esté por encima de las cosas. Y así la inmortalidad se va de Egipto y se revela en el monte Sinaí a Moisés, el único que se atreve a preguntar a Dios su nombre y el único que recibe una respuesta a su pregunta Como es sabido el Antiguo Testamento cuenta que los israelitas danzaban en torno al Becerro de Oro, lo cual ha sugerido a investigadores actuales que Moisés hubiera sido linchado inmediatamente después de anunciar la revelación que había recibido. Así es comprensible que el primer mandamiento no sea prescripción moral, sino que se refiera a una protección de Dios: Yo soy el Señor tu Dios y no tendrás otro Dios más que yo. Tras este mandamiento vienen otros, la prohibición de las imágenes, etc. Entonces, ¿cuál es el secreto del monoteísmo? La respuesta la dimos al principio con los hebraístas Ernesto de la Peña y Eva Uchmany. En otras palabras, Dios es el infinitivo, la forma gramatical que entra por primera vez en las lenguas de occidente. Aquí empieza a brillar la eterna llama del ser, se convierte en un acto cotidiano de habla. En el infinitivo resuena la idea de la inmortalidad. Lo que Akenatón trató de imponer por la fuerza, pasó a ser omnipresencia. Dios es el principio y el fundamento de todo tiempo, es la idea que trae todas las cosas al mundo. Habló y aconteció; mandó y así se hizo.

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