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Diluvio de mentiras / La Feria

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Sr. López 

Le conté hace mucho que el primo Pepe (el más impresentable primo que tenerse pueda), quiso ser vendedor de autos usados; habló con el dueño de un lote, un experto engañando, quien para probarlo, lo puso a atender a un cliente y lo observó. Después le dijo que no lo contrataba: -Este negocio funciona con mentiras, pero tú… hasta miedo me das, muchacho –con el tiempo Pepe se hizo líder sindical. Ya se imaginará. 

Dentro de dos años y 71 días, el domingo 2 de junio de 2024, estaremos celebrando las elecciones presidenciales para el periodo 2024-2030. 

El sexenio actual termina el 30 de septiembre de 2024 y es de esperarse que el Presidente en funciones intente ejercer a plenitud, hasta el último momento, su poder político y sus facultades legales y extralegales. Ya descubrirá cómo se evapora el poder en México, sutilmente al principio, ya en curso la campaña presidencial, y después, con nuevo Presidente electo, impúdicamente: pocos lo buscarán, menos lo obedecerán; irá de salida y lo que importa es estar bien con el que vendrá de entrada. Tal como fue con él. 

Lo que es de temer es que nos haga un ‘lopezportillazo’ (como la nacionalización bancaria), imponiendo a cualquier precio una última decisión sin medir consecuencias con tal de dejar su marca en la nación saciando su injustificable complejo de prócer, ante la evidencia de sus logros de frustrado Gulliver que quedó en Liliput. 

Quedaron en palabras vacías y cataratas de adjetivos, los fines declarados de conducir al país hacia la senda de la ‘izquierda’, el propósito de modernizar la nación desde abajo, desde el ‘pueblo’, con eficacia y sin corrupción, rompiendo la estructura misma de la ‘política oligárquica’, para cumplir su promesa definitiva de ‘primero los pobres’, expulsando del Edén de las decisiones nacionales a los empresarios, mal necesario en el mejor caso y no perseguido solo si dóciles y sumisos. 

Fuera del exaltado discurso de algunos de sus más fervientes idólatras, nada viró a la ‘izquierda’ como prueban los Criterios Generales de Política Económica a que se sujetan el Presupuesto de Egresos y Ley de Ingresos de cada año de su gobierno, apegados con ortodoxia a los heredados de ese pasado del que abjura, pero respeta sin enemistarse con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional ni el tío Sam, y en riguroso respeto a la intocada Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria que le dejaron esos maldecidos neoliberales, conservadores de la mafia del poder. Revise quiénes han sido sus tres secretarios de Hacienda y busque entre ellos a un enemigo del capital, izquierdista, amigo de la rectoría económica del Estado. 

Las becas a jóvenes y pensión para viejos se enarbolan como prueba de que este gobierno beneficia al ‘pueblo’, devaluando la palabra porque tan pueblo es el pobre más olvidado y mísero, como el empresario más próspero y rico (sí, pueblo somos todos), sin atreverse nadie a insinuar que se trata de programas de reclutamiento de electores agradecidos, por eso el abandono de niños y la cancelación de las escuelas de tiempo completo, los niños no votan y sus padres compensarán el disgusto recibiendo dinero en 

efectivo, sin que tampoco nadie alerte sobre la imposibilidad financiera de sostener tales gastos en vez de propiciar la creación de fuentes de empleo, de riqueza. 

Y fuera de esos programas sociales, nada que defina al buen gobierno se ha hecho. No inició siquiera el restablecimiento de la seguridad pública, fiasco sangriento inocultable de la política de abrazos y programas sociales escuálidos frente a la capacidad económica de la delincuencia organizada. La contrarreforma educativa lejos de dar frutos, revitalizó el peor sindicalismo. Los beneficios de desaparecer en 2019 el Seguro Popular naufragaron en un Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), que nunca funcionó y ahora en el cuarto año de gobierno, con la prorrogada hazaña del abasto de medicamentos, desaparecerá el Insabi sustituido por el IMSS-Bienestar, sin mencionar que es el regreso a 1984, al muy priista IMSS-Coplamar (que Salinas bautizó en 1989 como IMSS-Solidaridad; Fox en 2002 como IMSS-Oportunidades; Peña Nieto en 2014 como IMSS-Prospera; y hoy, portento de la transformación, IMSS-Bienestar: ¡todo un logro!). El incremento al salario mínimo general lo esfumó una inflación no vista en muchos años. Las grandes obras emblemáticas de este gobierno, se hacen a trancas y barrancas, contra la oposición, protestas y amparos de empresarios, sí, pero también de campesinos y comuneros que no son el ‘pueblo’, porque el ‘pueblo’ para este gobierno solo es el sumiso seguidor. 

Y de la pandemia ya no se habla, la cifra de muertos, 322 mil 107 a ayer, realmente es de más de 460 mil conforme a las actas de defunción, pero por lo pronto ya no es tema. Ilusos: eso y todo saldrá a la luz en cuanto entreguen el poder: los niños con cáncer, muertos; los más de 100 mil asesinatos; los enfermos fallecidos sin medicamentos. 

Las muchedumbres de muertos siempre se alzan para cobrar afrentas. Es inolvidable el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco… entre 68 y 80 muertos y algún cálculo de 300. Que se preparen, ni México ni el mundo son como antes, ahora todo se ventila desde dentro y desde el extranjero. Que se preparen, sus muertos se cuentan por cientos de miles. 

Y con los aplausos y felicitaciones por la inauguración de la primera obra no terminada del sexenio en Santa Lucía, se acalla la voz de los que señalan la penetrante corrupción que ya desborda la capacidad discursiva del gobierno. 

La obstinada maldad del Fiscal General de la República no hay palabra presidencial que la desaparezca, puede retardar el estallido, pero no tendrá explicación válida ante la nación por haberlo sostenido y no podrá negar que sabía lo que sabe y habla de ello. 

El tiempo es implacable: en un año y siete meses, el país estará inmerso en la campaña presidencial. Lo que se sostuvo con cataratas de promesas no se resolverá con un diluvio de mentiras.

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