Corina Gutiérrez Wood
El 28 de agosto es el día en que, como si nos despertara un recordatorio masivo de conciencia, todos recordamos que tenemos abuelos. O que los tuvimos. O que, al menos, alguna vez les dimos “like” a una foto con ellos.
Es el Día de los Abuelos, esa gloriosa jornada donde florecen mensajes cursis y frases recicladas, acompañadas de una foto tomada hace cinco años, retocada con un filtro sepia y un texto emotivo.
Y aunque pareciera que esta fecha la inventó Instagram, sus orígenes son mucho más antiguos.
En países de tradición católica, como España y gran parte de América Latina, se celebra cada 26 de julio, en honor a San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús. Es un día que busca reconocer la importancia de la figura del abuelo como transmisor de fe, valores y sabiduría.
En Estados Unidos, por ejemplo, fue en 1978 cuando el presidente Jimmy Carter proclamó oficialmente el NationalGrandparents Day, impulsado por la activista Marian McQuade, quien dedicó su vida a promover el respeto intergeneracional. Se celebra cada año el primer domingo después del Día del Trabajo (Labor Day).
¿Y en México? Aquí la celebración se lleva a cabo cada 28 de agosto, aunque no está oficializada por ningún decreto federal. Es una fecha promovida desde hace décadas por instituciones educativas, medios de comunicación y algunos sectores comerciales. Es decir, se celebra porque la sociedad la adoptó, pero legalmente no existe. Ni siquiera eso les hemos reconocido formalmente. Como tantas otras cosas que damos por sentadas.
Aun así, el papel que juegan los abuelos en México no es menor. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), más del 30% de las personas mayores de 60 años en el país son abuelos. Y en al menos el 19% de los hogares mexicanos vive un adulto mayor. Además, de acuerdo con el Consejo Nacional de Población (CONAPO), se proyecta que para el año 2050 uno de cada cuatro mexicanos será una persona adulta mayor. Es decir, la población de abuelos y abuelas seguirá creciendo significativamente.
El Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) reporta que más de ocho millones de personas cuentan con su credencial, que ofrece descuentos en transporte, farmacias y algunos servicios. Pero más allá de beneficios aislados, el reto es garantizarles acceso digno a salud, seguridad social y oportunidades reales de participación en la vida económica y cultural del país.
Y no hablamos solo de la figura del abuelo de cabello cano y paso lento. Hoy existen abuelos de 45 o 50 años que están en plena vida profesional, que viajan, corren maratones, emprenden negocios y tienen más seguidores en TikTok que sus propios nietos. La imagen del abuelo ha cambiado, pero la falta de reconocimiento sigue igual de anticuada.
Aun así, muchos siguen siendo el soporte emocional y económico de sus familias. Según estudios realizados por la UNAM, miles de abuelos en México asumen la crianza de sus nietos ante la ausencia o abandono de los padres, ya sea por migración, violencia o por falta de trabajo. Son ellos quienes van a las juntas escolares, preparan el desayuno, cuidan a los niños enfermos y muchas veces también los mantienen económicamente. En muchos hogares mexicanos, el abuelo o la abuela no es un personaje secundario, sino el núcleo mismo de la estabilidad familiar.
Pero claro, eso no se publica en Instagram. Lo que se ve hoy es la foto con filtro cálido, una frase prefabricada y, con suerte, un emoji de corazón. Aunque no sepamos si nuestro abuelo, ese que quizá corre maratones, dirige una empresa o sigue trabajando, necesita apoyo para emprender, aprender algo nuevo o simplemente compartir cómo conoció a la abuela. Porque escuchar requiere tiempo, y el tiempo hoy vale más que la atención.
Curiosamente, su presencia en nuestras vidas es mucho más valiosa de lo que creemos. Diversos estudios en psicología afirman que el contacto frecuente con los abuelos aumenta la autoestima en los niños, les proporciona una mayor estabilidad emocional y mejora su comprensión del mundo. Para los abuelos, la relación con sus nietos disminuye el riesgo de depresión y deterioro cognitivo, y les da sentido, compañía y vitalidad. Es decir, el vínculo intergeneracional no es solo un lazo afectivo: es salud mental, emocional y social para ambas partes.
Pero eso no entra en las campañas. Porque mientras el calendario marca el día y las tiendas lanzan promociones de 2×1 en tazas personalizadas, muy pocos hablan de inclusión digital, acceso a salud o programas reales que dignifiquen su vejez.
Muchos de los productos y mensajes dirigidos a ellos los infantilizan o los ridiculizan. Son mostrados como lentos, torpes o “fuera de onda”. Pero lo cierto es que cada vez hay más abuelos que hacen yoga, estudian en línea, emprenden negocios o dominan la tecnología mejor que sus propios hijos.
Porque ser abuelo no es sinónimo de vejez. Significa ser raíz y presente al mismo tiempo. Significa tener historia, pero también futuro. Ser abuelo es estar vivo en la vida de otros, no solo en el recuerdo.
Así que, si vas a subir la foto a tus redes sociales, está bien. Pero que no sea lo único. No repares tu culpa en tus historias. Repara la relación con una visita, una llamada, una conversación. El verdadero amor no se publica; se practica. El respeto no es un día; es todos los días.
Porque los abuelos no necesitan más tazas con frases inspiradoras, sino políticas públicas que no los traten como souvenir. Y, claro, nietos que los visiten más que al Starbucks de moda.