Juan Carlos Cal y Mayor
A diferencia de otros países donde “ser de derecha” es algo que se asume sin rubor, en México no existen políticos ni mucho menos partidos políticos que se acepten como tales. En el mejor de los casos se ubican en el espectro de la centro derecha. Se ha vuelto políticamente correcto definirse en la izquierda asumiendo que esta posición política es estar en contra de la desigualdad social como si el cobijo del estado fuera indispensable y no la actividad productiva. De ahí derivan políticas de estado subsidiarias de las que se desprenden los llamados programas sociales.
Se han instituido derechos políticos en nuestra constitución desde la revolución como el derecho a la salud y la educación. Se han apuntalado derechos como los sindicales particularmente en las empresas del estado (Pemex o la CFE) lo cual ha significado un lastre para su crecimiento y competitividad. El estado tiene por tanto que cargar con el gasto social que eso representa siempre a costa del dinero de los contribuyentes.
EL ESTADO ES UN MAL ADMINISTRADOR
Con 45 millones de clientes cautivos seguros, la CFE debería de tener ganancias y en vez de eso acumula pérdidas. De reportar utilidades entre 2016 y 2019, en 2021 –por segundo año consecutivo– la CFE operó con pérdidas. Ese año la pérdida reportada por la empresa fue de 95 mil millones de pesos (el costo del AIFA); una pérdida 10.9% mayor a la reportada en 2020 (86 mil millones de pesos). Al 31 de diciembre de 2021 el saldo total de la deuda de la CFE fue de 393.9 mil millones de pesos. Su pasivo laboral asciende a 375.1 mil millones de pesos. Después de 75 años de su creación fue hasta 2013 que se aprobó la reforma eléctrica que permitió satisfacer la demanda nacional con energías renovables e inversión privada nacional y extranjera. Inversiones directas que la CFE no tenía capacidad de solventar dados sus históricos pasivos.
INICIATIVA PRIVADA
En contraste al cierre de 2020, se contabilizaron un total de 115.8 millones de dispositivos móviles inteligentes o smartphones en México. La empresa Telmex al privatizarse convirtió a Carlos Slim en uno de los millonarios más importantes del mundo. El desarrollo de la tecnología puso a México a la vanguardia. La diferencia radica en que nuestras dos grandes paraestatales no se conducen bajo criterios de competitividad sino políticos. El estado no es un buen administrador. Eso sucede con todas las economías estatizadas y sin suficiente libertad de mercado. Los datos no mienten.
CONTRA EL LIBRE MERCADO
Esto viene a colación por la estigmatización del neoliberalismo -más bien el libre mercado- al que culpan de todos los males. Después de la caída del muro de Berlín y el fracaso del modelo socialista, eso que Francis Fukuyama llamó el fin de la historia, la izquierda se convirtió en una fachada para el autoritarismo y las dictaduras. Por otro lado, se combatió al modelo de mercado aduciendo que no erradicó la pobreza. Economistas como Thomas Piketty documentaron y cuestionaron la acumulación de capital como si eso fuera delito. A eso hay que agregar el agotamiento de las estructuras políticas tradicionales lo cual ha dado pie a liderazgos populistas, carismáticos, redentores y poco convencionales.
EL RETROCESO
La tragedia recurrente en América Latina es producto de los vaivenes ideológicos. Es no acabar de entender la globalización y las reglas del mercado. El ejemplo de Chile con el arribo de un gobierno de una izquierda totalmente ideologizada es dramático. De ser una excepción gracias al exitoso experimento de los Chicago Boys orientado la política económica hacia la libertad del mercado, hoy es ejemplo de regresión.
El populismo se ha extendido incluso a otras latitudes. No es una ideología sino una forma de dominación y sometimiento. Ha cimbrado los contrapesos tradicionales del poder para ajustar la ley y las instituciones a su conveniencia. Lo mismo con Erdogan en Turquía, Víckor Orban en Hungría, López Obrador en México o Donald Trump en Norteamérica.
RESURGE LA DERECHA
Cuando el fenómeno amenaza con propagarse han surgido con una fuerza inédita liderazgos de derecha. El populismo de izquierda ha defraudado la esperanza de muchas personas que veían en ello la soluciones que el mercado, en teoría no pudo resolver. Ideólogos como el chileno Axel Kaiser o el argentino Agustín Laje le han declarado la guerra a la izquierda. El economista Javier Milei ha irrumpido en la política argentina y se consolida como futuro candidato presidencial con posibilidades de triunfo. En España “Podemos” sucumbió desde el poder. Era la alternativa y ahora lo es el partido Vox, con Santiago Abascal e Iván Espinosa de los Monteros a la cabeza. Un partido acusado de ultraderecha que reivindica a la España nacionalista y defiende tradiciones y valores muy arraigados en la sociedad. Dos mujeres extraordinarias defienden la libertad: Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la comunidad de Madrid y la diputada Cayetana Álvarez de Toledo, ambas del derechista Partido Popular. En Chile José Antonio Kast, también de derecha, no pudo superar la segunda vuelta presidencial y ahora es el líder en oposición al izquierdista Gabriel Boric, que muy pronto ha comenzado cometer errores. Puede ser en 4 años el próximo presidente.
SIN LIDERAZGOS
Y mientras todo esto sucede, en México no pasa nada. La oposición no tiene una clara definición. No defiende al mercado o lo hace con tibieza. No termina de convencerse de que la desigualdad se combate precisamente con el mercado. No hay ideólogos que lo defiendan con argumentos sólidos, pero todos, hasta el gobierno, están convencidos de la necesidad y conveniencia de nuestro intercambio comercial con América del Norte. Entrampados en la defensa de las instituciones que el régimen pretende desmantelar y adaptar a su modo, dejan del lado la defensa de un modelo económico que ha permitido el desarrollo y la generación de empleo en buena parte del país. Se compran la idea contra toda evidencia de que el neoliberalismo ha fracasado y juegan a la defensiva más que a la ofensiva. No queda claro que proponen porque ni siquiera son capaces de justificar las coincidencias en su alianza política con un plan convincente de desarrollo económico de cara al futuro. En eso consiste el reto, pero para eso se tiene que asumir la defensa de la libertad económica como una realidad que permita por fin la prosperidad.