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Demócratas a conveniencia / La Feria

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Sr. López 

Allá por los años 40 del siglo pasado, tío Hemi -Hemigdio-, se casó con tía Friné, de las de Autlán. Vivían en la Ciudad de México; él era catedrático de la Facultad de Filosofía y eran fama su cultura y su elocuencia; ella nada más era muy guapa y su fama era otra. Tuvieron cinco hijas, todas como su mamá. Ya grandecitas, una fue sorprendida practicando con el novio cierto ejercicio rítmico en pareja, mal visto entonces, no como ahora que es gracia; el tío profirió varios insultos que ratificaron su riqueza retórica: -“¡Hetaira, cortesana, furcia!” -pero no pasó de ahí: al tío se le iba la fuerza por la boca. Después, a otra de las “niñas” la tuvieron que sacar de la preparatoria, por una peculiar aplicación del teorema de Pitágoras, con su maestro de álgebra, en la que los catetos eran las piernas de ella; esa vez aprendieron nuevas palabras en su casa: baldón, vilipendio y mácula… tampoco pasó a mayores, aunque hubo medidas de apremio, amenazas y muchas esdrújulas, que no impidieron tales actividades recreativas, a las que se fueron incorporando las otras tres hijas. Las llamó, busconas, pupilas, cortesanas, pelanduscas, zorras, ‘cocottes’, pindongas, canaanitas, targelias, mesalinas, disolutas, trilladas, cantoneras, guarras, golfas, ninfas, servilias, espintrias, agripinas, amancebadas… al tío se le iba agotando el lenguaje y aquello no paraba, pero ¡hay un Dios!, se fueron casando y el problema léxico fue de otros. 

El gran Gabriel Zaid, allá por junio de 2018, se tomó la molestia de elaborar una lista en orden alfabético, de algunos de los insultos que usa nuestro hoy Presidente: 

“Achichincle, alcahuete, aprendiz de carterista, arrogante, blanquito, calumniador, camaján, canallín, chachalaca, cínico, conservador, corrupto, corruptazo, deshonesto, desvergonzado, espurio, farsante, fichita, fifí, fracasado, fresa, gacetillero vendido, hablantín, hampón, hipócrita, huachicolero, ingrato, intolerante, ladrón, lambiscón, machuchón, mafiosillo, maiceado, majadero, malandrín, malandro, maleante, malhechor, mañoso, mapachada de angora, matraquero, me da risa, megacorrupto, mentirosillo, minoría rapaz, mirona profesional, monarca de moronga azul, mugre, ñoño, obnubilado, oportunista, palero, pandilla de rufianes, parte del bandidaje, payaso de las cachetadas, pelele, pequeño faraón acomplejado, perverso, pillo, piltrafa moral, pirrurris, politiquero demagogo, ponzoñoso, ratero, reaccionario de abolengo, represor, reverendo ladrón, riquín, risa postiza, salinista, señoritingo, sepulcro blanqueado, simulador, siniestro, tapadera, tecnócratas neoporfiristas, ternurita, títere, traficante de influencias, traidorzuelo, vulgar, y zopilote”. Habría que agregar varios más que ha acuñado ya residiendo en Palacio, cuando menos ‘sabiondo’, que le endilgó a don Gabriel. 

Usted leerá esto ya pasados los comicios de ayer domingo 6 de junio y su texto servidor teclea a ciegas, pues el horario de ‘cierre de edición’ es inflexible y los datos del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) y la tendencia que indique el Conteo Rápido, los emite el INE ya entrada la noche, por lo que no queda más remedio que resignarse a llegar tarde a comentar el evento político del año. 

No es difícil que el Presidente se vea en la necesidad (para él irresistible), de adjetivar el proceso de ayer, pues aparte de insultar con soltura, califica sin piedad todo aquello que le resulta adverso o no del todo satisfactorio. 

El pasado 31 de mayo en su madrugadora, exhortó a que las elecciones fueran limpias y pacíficas y a “que no haya fraude electoral; que no se compren votos; que no se repartan despensas; que dejen de hostigar a la gente; nada de acarreos; nada de ratón loco; nada de que voten los finados; nada de relleno de urnas; nada de falsificación de actas; nada de toma de casillas, nada de violencia; que no se utilice el presupuesto; que no se use dinero de procedencia ilícita” (escalofríos en la sede nacional de Morena). 

Todo un catálogo de prácticas que en su mayoría pertenecen al manual operativo del mapache clásico, ya cancelado por inservible, pero que presentadas como exhorto a la pulcritud electoral, dejan en el ambiente la sensación de que el fraude es posible y de varias maneras, prefabricando reclamos y preparando protestas. 

Seamos claros: sí es posible comprar la voluntad de algunos, claro, pero el ciudadano que elige en la sacra soledad de la casilla, votar por el que le dio dinero o de comer, libremente está entregando su voto y ese voto vale tanto como el que se emite por convicción… y no es determinante ante la masa electoral total. No hay dinero que alcance. 

Y seamos más claros: el fraude masivo -como antaño-, es imposible. En estos tiempos, la trampa está en el recurso leguleyo ante el Tribunal Electoral… y no da para torcer todo el proceso. 

Podemos confiar en nuestros comicios por muchas razones, la principal, porque las organizamos, realizamos, supervisamos y vigilamos los ciudadanos. Se instalaron cerca de 164 mil casillas electorales, atendidas por un millón 302 mil 960 ciudadanos comunes escogidos por sorteo y capacitados por el INE. Un verdadero ejército al que no hay manera de involucrar en una trampa electoral generalizada. No se puede. Lo que oiga es política ficción. 

Luego está el modo como se cuentan los votos: delante de los representantes de los partidos, cuenta separada por cada elección (diputados federales, diputados locales, ayuntamientos, gobernadores, etc.), y un acta electoral por cada una; en esta ocasión se elaboraron más de medio millón de actas de escrutinio, que se verifican después en los 300 Distritos, el miércoles 9 de junio, que será cuando tengamos resultados ya definitivos (no coma ansias)… y hasta el domingo 13 sabremos cómo salió la cuenta de diputados plurinominales. 

Así las cosas, veamos con serenidad los resultados, de verdad, aceptemos lo que salga, como salga, no seamos como algunos que andan por ahí: demócratas a conveniencia

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