Alejandro Flores Cancino
Hubo un tiempo en que la región de la Fraylesca, era celebrada como “El Granero del Sur”. Villaflores y Villa Corzo, municipios de tierra fértil y alma campesina, alimentaban al estado con sus montañas de maíz. Hoy, esa cosecha ha cambiado de naturaleza: ya no es el grano lo que brota de la tierra, sino las urnas rebosantes. Lo que antes era fertilidad agrícola parece haberse transformado en una inquietante fertilidad electoral.
Durante la reciente consulta para renovar el Poder Judicial, estas tierras dieron cifras de participación ciudadana que, lejos de despertar orgullo cívico, encienden las alarmas de una posible manipulación electoral. En Villa Corzo, por ejemplo:
• La casilla 1840 reportó un 95.69% de participación.
• Las casillas 1849 y 1850 llegaron al 98.89% y 98.86%, respectivamente.
Un civismo envidiable… si fuera creíble.
Pero el cuento se complica: en ese mismo municipio, otras casillas como la 1854 apenas alcanzaron un 2.1% de participación, y la 1853, un 6.5%. ¿Cómo explicar esa disparidad tan extrema dentro del mismo territorio y bajo las mismas condiciones? ¿Cómo se explica que mientras algunas urnas están a punto de reventar de boletas, otras mueren de inanición?
En Villaflores, las cosas no son muy distintas. Municipio dominado por tercera elección consecutiva por la familia Rosales, volvió a figurar como epicentro del “milagro electoral”:
• Casilla 01900: 87.9% de participación.
• Casilla 01895: 87.4% de participación.
¿En serio? ¿En una consulta judicial opaca, poco difundida, sin competencia directa y con baja repercusión nacional? Todo indica que no estamos frente a una ciudadanía entusiasta, sino ante una maquinaria bien aceitada.
Y no es la primera vez. En la revocación de mandato de 2022, la Fraylesca ya había dado señales de su “vocación democrática” con casillas que superaron incluso el 100% de participación. Chiapas fue la segunda entidad con más votos a favor del presidente López Obrador. Entre votos mágicos, padrones inflados y participación artificial, el campo electoral chiapaneco parece dar rendimientos que ya envidiaría cualquier parcela de maíz.
Lo que crece en estas tierras no son derechos políticos ni instituciones sólidas, sino prácticas de control, acarreo, simulación y manipulación. Porque mientras los gobiernos locales se reciclan, el abandono permanece. Y los campesinos —los verdaderos— siguen esperando precios justos, agua, caminos, salud y un futuro distinto, eso sí, siempre a cambio del voto.
Hoy, la Fraylesca ya no es el granero del sur. Es, con sospechosa constancia, el semillero de votos. Pero a este paso, lo que se está sembrando no es democracia: es fraude.