Jorge Mandujano
Julio Rivarola es un amigo de hace muchos años. Argentino (ya más mexicano), guitarrista virtuoso, concertista, músico diverso, ingeniero de sonido y demás vainas electrónicas; mánager, productor, conferencista; en fin, vende mate los domingos. Hace ya varias lunas fue director musical de una entrañable amiga común: Tania Libertad.
Total, que con el muy mentado Julio nos dejamos de ver hace ya un titipuchal de litros de líquido ambarino perláceo. Esto es que, como dicen en mi pueblo, no nos veíamos desde la última vez.
Hace unos meses, nos volvimos a topar en el bendito carelibro, antes de que partiera a acompañar —y producir– a dos de las figuras universales, definitorias en la terraza musical de la luna (entrega por aparte).
A partir de allí, he seguido más de cerca al buen Julio. Así, el otro día él hablaba de las insolencias de quienes se dicen “promotores artísticos” y piden para su representado hasta la presencia de la mismísima virgencita de Guadalupe en camerinos.
En contexto, y por mero accidente, me entero de las lindezasque incluyó toda la parafernalia del concierto de ese facipigiollamado Justin Bieber, el pasado 10 de mayo en la mítica Bombay, allá en la India, y termino por conferir razón total a las puntuales llamadas de atención contenidas en el muro de mi hermano Julio Rivarola.
Efectivamente, el cantante Justin Bieber se presentó el 10 de mayo en la ciudad más poblada y más triste de La República de la India, Bombay, para ofrecer el primero de cinco conciertos en aquel país.
El “artista” canadiense puso en manos de la promotora local todo un antologable catálogo de exigencias que fueron más allá del plano logístico de su espectáculo —no es de Dios, diría la abuela. El intérprete de Sorry demandó en su pliego petitorio: un convoy de diez coches sedán de lujo y cincoautobuses de la marca Volvo para poder transportar a su séquito conformado por 120 personas, “en todo momento y ante cualquier circunstancia”.
El muchacho de 23 años llegó al estadio Patil, de Bombay, en helicóptero, tal cual lo había demandado de antemano.
En su desmedido afán por contribuir a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, el chamaco solicitó la instalación de varios frigoríficos en su camerino, con puerta de cristal, no opaca; pletóricos de bebidas energéticas y proteicas, refrescos, 24 botellas de agua sin gas y dos litros de leche de almendra. Bieber incluyó —sin rubor alguno—que le asignaran al mejor chef hindú para prepararle cinco platos diarios durante sus cuatro días en el país, y que “fuera capaz de nombrar cada una de sus creaciones gastronómicascon el título de sus temas más conocidos”.
Entre los productos que debieron estar siempre a su disposición en los 4 días de conciertos en ese país, no pudieron faltar pavo orgánico, palomitas con sabor a queso cheddar y verduras de temporada, así como otros muchos estrafalarios alimentos.
En fin. La lista es interminable y nuestra tolerancia para referir tanta estupidez acumulada tiene sus límites.
El cantante canadiense declaró en vísperas del concierto que, “siendo generoso”, el boleto más caro en la India no excedería los mil dólares. Demasiada generosidad. En un país donde ocho millones de habitantes de menos de cinco años sufre desnutrición aguda–severa, según el equipo de Action ContreLe Faim y la Organización Mundial de la Salud, que trabajan en proyectos de desarrollo en aquellas aciagas parcelas.
Un niño muere cada 30 segundos en la India, debido a que la malnutrición es un problema “extremadamente preocupante”, según afirma Thomas Gonnet, director de un importantísimoproyecto en ese país para Acción Contra el Hambre.
La India es el país del mundo con mayor desnutrición infantil, y un 21.3 % de su población total está por debajo de la nutrición, según el Índice Global del Hambre.
El país asiático es también uno de los más poblados del mundo, con más de mil 240 millones de habitantes, y con una probabilidad de morir antes de los cinco años del 5,6%, según la Organización Mundial de la Salud. En fin.
Voz en Off (Estamos apagando la bocina)
Nuestro país no se queda atrás. Particularmente Chiapas, uno de los dos estados más pobres de México, encara hoy serios problemas de salud, debido a que el presupuesto destinado para esos fines fue desviado a otros menesteres, según la Secretaría de la Función Pública. Ello ha acarreado como consecuencia la ausencia de medicamentos en los hospitales, el rezago en los pagos a personal médico y demás motivos que dieron origen a una huelga de hambre emprendida por enfermeras, soslayada por la autoridad gubernamental y vituperada por (no todos, qué bueno) los autonombrados líderes de opinión.
En la paradoja total mimética del tan singular concierto del muchacho Bieber, el pasado sábado el boxeador mexicano Julio César Chávez Jr., a lo largo de los insufribles 12 roundsque duró su comparecencia ante un señor apodado El CaneloÁlvarez, allá, en Las Vegas, exhibió en la nalga izquierda de su pantaloncillo el logotipo de la campaña turística oficial Chiapasiónate que, según datos filtrados por la misma Promotora, tuvo un costo de un millón y medio de dólares, cantidad suficiente como para que se hubiera podido atender el reclamo de las mujeres, cuya salud está en riesgo y, de por medio, el abandono total de ese sector.
Con la incandescente luz de reflectores y demás delirio fílmico acostumbrados para el caso, el pasado viernes el secretario de Gobierno chiapaneco “salió a los medios”, en un evento llamado pomposamente “Conferencia de Prensa”. Dijo lo que alguna vez el cineasta francés Jean-Luc Godard sentenció en su memorable cinta: Tout va bien. Y partió a casa, sin el riesgo de encarar preguntas incómodas por parte de algún medio colado. —“Si no me van a dejar preguntar para qué me invitan, mejor mándenme el boletín al Sol” —decía el tan querido viejo periodista Don Pancho Núñez López, respecto de las llamadas “Conferencias de Prensa”, donde —añadía–, palabras más, palabras menos, se proscriben las preguntas, que no los monólogos.
Por lo que hace a lo de la publicidad en el calzoncillo del púber pugilista Chávez, quien, por cierto (ojo, asesores electoreros) ¡¡¡volvió a perder!!! allá en Las Vegas, y en cuyo escenario el ínclito secretario del Deporte chiapaneco ocupó un lugar de privilegio en el ringside (nunca se dijo si iba en representación oficial), esta es la bendita hora en que ninguna autoridad ha salido a decir esta boca es mía.
En fin, no todo está visto. Se verán peores cosas, dice la Biblia.
En mi nuevo libro de crónicas Contar de los Cantares,
ya muy cerca de salir a pasear solo a la calle.