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Dejen de jalarla / La Feria

Dejen de jalarla / La Feria
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Sr. López

 

Perdón pide de rodillas muy contrito, este su menda a todos los políticos mexicanos que haya podido criticar en su vida, por escrito y de palabra, obra y omisión.

 

Retira todo lo dicho su menda y se declara en penitencia permanente hasta que pase al olvido cualquier reclamo, reprobación o reproche que haya hecho desde que tiene uso de teclado, de aquellos que ejercen funciones de gobierno en este país y a quienes directa o indirectamente, hincan el diente en los dineros públicos e influyen en las desventuras de este noble pueblo.

 

Exhorta este junta palabras a toda la ciudadanía a organizar procesiones penitentes, rogando clemencia al PRI, al PAN, al PRD, al MC, al PT, al Verde, Panal y Morena; al Congreso de la Unión… perdón, perdón, discúlpenos, no se repetirá.

 

Perdón a Fox y Calderón (y hasta a la Martita, total); perdón hasta a Marcelotzin Ebrard. A Todos los bellacos del horizonte político nacional: perdón, perdón, por favor, por favorcito, perdonen ustedes a este loco que incurrió en comentarios no del todo caritativos. Perdón.

 

Perdón pido al Zedillo, al Salinas, al Fernández Noroña, a la Gaby Cuevas y al clan de Alí Baba (exgobernadores y compañía); perdón ruega este su aplasta teclas a todos (aunque alguno por ahí, no tenga perdón de Dios, pero… ¡uno quién es!: nadie… que nos perdone también).

 

Ruego perdón al clepto-mitómano, campeón de la maratón abreviada, Roberto Madrazo. Perdón al sacratísimo Pejehová, mesías y redentor de nuestra historia, político padre, político hijo y político espíritu santo de la nación, perdón, mil veces perdón, Pejecito chulo.

 

Santos, santos, santos, señores políticos nacionales, llenos están los cielos patrios de su gloria, ¡hosanna!, (y ya en estas: ¡benditos sean los mapaches nacionales!)

 

“De profundis” clama este necio, jamás (… mmm), volverá a blasfemar.

 

No se asuste amable lector (nótese el humilde singular), ni se pregunte: ¿le habrán secuestrado un hijo al contumaz columnista?; ¿se volvió budista?; ¿vio al diablo?; ¿le cayó Hacienda?;  urge la explicación:

 

¿Ya se enteraron de lo que está pasando en Venezuela? El presidente de ese país, el Nicolás Maduro (híbrido de Cepillín y Fidel Castro), ese que el 6 de abril de 2013, en un acto de su campaña electoral dijo que “si alguien del pueblo vota en mi contra, los pobres serán condenados y además les caerá la Maldición de Macarapana” (que en ese país es equivalente a tachar de traidor a alguien); ¡ese mero!, quien poco antes (el 13 de marzo de ese año), afirmó que su antecesor y mentor, el ya fallecido Hugo Chávez, influyó desde el cielo al Espíritu Santo para que el cónclave de los cardenales de la religión romana, eligiera al Papa Francisco; ese célebre Maduro, ayer aplicó por primera vez la novísima “Ley contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia” (aprobada el 8 de  noviembre pasado), al citar a la directora de Diario Región, Yndira Lugo, a un interrogatorio con agentes gubernamentales, cosa seria si se considera que la dichosa ley receta hasta 20 años de prisión “a toda persona que incite al odio o a la violencia en la radio, la televisión, los medios impresos o las redes sociales”… entendiendo que incitar al odio también es hablar mal del gobierno o criticar la terrible situación que atraviesa ese país (norma que Delcy Rodríguez, presidenta de la Asamblea Constituyente, considera “un ejemplo para el resto del mundo”).

 

¿Ya ve?… perdón, autoridades y participantes de la política en México, disculpen ustedes, porque nunca, nunca en 200 años de ser México, hemos tenido un político que caiga en semejantes desfiguros, ni censure de manera tan bestia a la prensa.

 

Hemos tenido políticos y presidentes de la república de toda laya, desde muy decentitos hasta unos de presumir (más bien pocos), traidores, ladrones, vendedores de bienes raíces, cobardes, mentirosos, lujuriosos, populistas, frívolos y un maric… (¡épale! esa palabra la prohibió la Suprema Corte)… de preferencias diferentes. Presidentes coléricos, asesinos, tramposos, necios, soberbios, hipócritas, racistas, blandos, duros… bueno, hasta foxes y calderones hemos tenido… pero nunca hemos padecido a un sólo baboso, a uno sólo como este Nicolás Maduro, actual presidente de Venezuela, desvergonzado, cínico usufructuario de la osamenta de Hugo Chávez (al que le cae muy bien “ya saben quién”).

 

En México nos han hecho pasar vergüenzas en el extranjero algunos de nuestros presidentes: Fox diciéndole “mi rey” a Juan Carlos de España; pidiéndole a Castro, “comes y te vas”; ofreciéndose para arreglar el problema de las dos Coreas (!); a Luis Echeverría agarrando del brazo a la reina de Inglaterra (que le habían advertido que no la tocara); a López Portillo haciéndola de chulapo en España y a su esposa arrastrando el prestigio de México, porque la señora esposa del entonces presidente, se paseaba con sus “muchachos” y el piano de cola, que llevaba por el mundo como si fuera una mascota… Sí, por gracia de algunos de estos, hemos sentido que nos ardía la raíz de los pelos, pero esto del inmaduro Maduro, jamás.

 

Maduro es la dura lección en Venezuela para la casta que plácidamente vivió dos siglos sobre los lomos del pueblo, disfrutando cumplidamente sus privilegios; dura lección por haber proscrito a toda la izquierda, desde la firma del Pacto de Punto Fijo en 1958, alternándose en el poder los que podían y pudieron, ajenos a las necesidades de la mayoría empobrecida. Dura lección haber ignorado las razones de la intermitente guerrilla castrista que desde los primeros años 60 hasta reventar el “caracazo” de 1989, asoló al país. Maduro es esa dura lección.  

 

Poco pueden alegar allá los que con una tardía sensatez, claman por democracia: para la mayoría de los siempre jodidos, no importa tanto encontrar al que se las debe sino quien se las pague.

 

Más nos vale corregir en México. Son ya 30 años estirando el mecate, el pobrerío no remite y no hay cuerda que aguante tanto: de veras, en la siguiente elección, ya dejen de jalarla.

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